—¿Sabes lo maravillosa que luces esta noche? —musita, acomodando su torso de medio lado y pegándose aún más a mi cuerpo.
El dulzón de los melocotones me penetra la nariz y me muerdo ligeramente el labio. Sus dedos comienzan a recorrer con sutileza mi oído y esa caricia va cociendo a fuego lento ese placer en mi interior.
—Desde que te vi ingresar a la cocina con ese vestido lo único que me ha provocado es el querer arrancártelo y devorarte poco a poco, centímetro a centímetro.
Cierro los ojos y la imagen mental que se crea me arranca un ligero gemido.
—Quiero, deseo, necesito ver cómo te consume el placer que puedo provocarte, y sentir cómo te fundes lentamente entre mis brazos, bajo mis caricias, bajo mis besos.
El calor se arremolina en mi vientre y abro los ojos al sentir como libera mi labio inferior con su pulgar.
—No te lo muerdas preciosa —musita con la voz ronca—. Yo quiero hacerlo más tarde, en la intimidad de nuestra habitación.
Sin poder contenerlo, se me escapa otro gemido.
—No estás jugando limpio. —Murmuró como puedo y él sonríe victorioso.
—Tu tampoco lo estás haciendo, linda —confundida, le dejo saber mi estado.
Jamás, en lo que va de noche, he hecho o dicho algo como lo que él acaba de soltarme.
—Desde el momento en el que decidiste usar ese vestido, dejaste de jugar limpio.
Me toma por sorpresa su comentario y suelta una pequeña carcajada. Yo también deseo todo lo que acaba de mencionar y no quiero seguir esperando.
—¿No podemos saltarnos la cena? —musito, sonrojándome estrepitosamente y él me sonríe con dulzura.
—No creo que sea justo. Quiero presumir a la maravillosa mujer que me acompaña y disfrutar poco a poco de la espera, de la expectativa de la noche.
Vuelve a torturarme con las suaves caricias y mi cuerpo tiembla ligeramente. Josh lo percibe sin problema y sonríe triunfante.
—¿Tienes frío, preciosa? —pregunta con malicia, sabiendo perfectamente la respuesta a su pregunta.
—No mucho.
Bebe otro sorbo de vino y apoya la copa sobre el suelo y se inclina hacia mi cuerpo. Cuela la mano por dentro de su chaqueta y sentirlo rozar mi cintura me corta la respiración.
Me acaricia con suavidad la cintura y todos los bellos del cuerpo de me erizan por completo.
—Te tengo un presente —musita apenas rozando mis labios y se separa poco a poco, sacando su mano de mi cintura.
Me deja un tanto aturdida y extiende hacia mí una cajita rectangular roja. Dentro, hay un precioso brazalete de plata. Es fino, delicado y con un pequeño dije de dos piezas en forma de corazón que se unen en el centro gracias a un hermoso y pequeño diamante.
—Encajan perfectamente, como nosotros —musita, sacando el brazalete de la cajita aterciopelada.
Le da la vuelta y se puede apreciar con claridad una bonita inscripción donde las iniciales de nuestros nombres se entrelazan con elegancia.
—Es precioso cariño —murmuro, recorriendo el brazalete con los dedos—. Me encanta. Gracias cariño.
Estrechó su rostro entre mis manos y lo acerco hacia el mío para besarlo. Me recibe con gusto y no tarda en hacerlo más intenso. Muerde mi labio al separarnos y la sensación corre como una señal eléctrica por todo mi cuerpo.
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Las Sombras de mi Padre
RomancePorque cincuenta sombras no son faciles de olvidar. Prohibida la copia parcial o completa de esta obra. Parte de los personajes me pertenecen. Otros pertenecen a E.L. James. Todos los derechos reservados. ©2015, Catherine Perez Palma