Capítulo 26

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Espero pacientemente mi turno en la cola para cancelar el croissant de chocolate y la botella de agua que llevo en las manos. La última vez que había comido uno fue antes de la partida de Josh.

No podía mentirme a mí misma y pretender que ya lo había olvidado porque eso no lograría nada. Tres meses habían pasado ya y no había tenido ninguna señal por parte de él. Ni un mensaje, ni una llamada, nada y lo que más me molestaba era que no sabía siquiera el verdadero motivo de su partida.

Yellow de Coldplay suena a todo volumen en mis audífonos por lo que no noto a la persona que me habla hasta que siento su mano posarse sobre mi brazo. Ese contacto desconocido provoca que brinque levemente sobre donde me encuentro parada y mis ojos se abren de la sorpresa al encontrarme con aquellos hermosos ojos grises.

Parpadeo un par de veces, esperando que sea solo una broma que mi mente y mis sentimientos deciden jugarme, pero ahí se encuentra de pie ante mí.

Mis rodillas tiemblan ligeramente ante la sorpresa y expectación y mi estómago comienza a parecer como si todo un clan de bailarines estuviese practicando una danza. Su sonrisa tímida y ladeada ligeramente hacia arriba más esa penetrante mirada provoca que mi cerebro olvide la conexión que debería existir él y mis cuerdas vocales, dejándome completamente incapaz de pronunciar palabra alguna.

Y ahí estoy. Hecha un masa de terminaciones nerviosas que palpitan ante la simple mirada de Josh.

-Hola -musita suavemente.

Parece precavido y bastante nervioso a la que pueda ser mi reacción al verlo después de tres meses de ausencia. No se atreve a invadir mi espacio personal y se lo agradezco en estos momentos porque no me siento en la capacidad de controlarme ante su presencia.

Finalmente y después de lo que parece una eternidad, recuerdo lo que son las palabras y como es que se emplean.

-Hola... -me obligo a tragar gruesamente. Gesto que no pasa desapercibido para él y recuerdo a la perfección como es que se fijaba en cada minuciosa acción que yo hiciera- ¿Qué haces aquí? -pregunto, recuperándome parcialmente de la sorpresa que me he llevado.

-Em... bueno, me asignaron un caso aquí en Seattle -musita finalmente, rascándose levemente la parte trasera de su cabeza-. ¿Cómo has estado?

Quiero decirle la verdad y confesarle que he estado fatal desde su partida. Que lo he extrañado más que a nada en estos últimos meses y que no he sido capaz de sonreír como lo hacía cuando se encontraba a mi lado, pero en vez de eso, tomo un amplio respiro mental y miento lo mejor que puedo:

-Bien. Perfectamente, ¿y tú? -Comento con una amplia sonrisa y trato de fingir que todo está de las mil maravillas-. ¿Cómo has estado?

Parece algo pensativo ante mi respuesta y creo que no es lo que esperaba escuchar. Abre y cierra la boca un par de veces, logrando murmurar algo que no puedo entender.

-No tan bien como tú, pero me alegro por ti -musita con el rostro algo desencajado y traga con dificultad.

Su sinceridad me desarma una vez más y no soy capaz de decir nada.

-No lo pareciera... -musito débilmente y no puedo verlo siquiera a los ojos.

-Phoebe, he sentido que el tiempo se detuvo y que no ha vuelto a avanzar.

Escuchar de nuevo mi nombre de sus labios parece una bendición y tengo que mantener la compostura para no lanzarme a sus brazos en este mismo instante.

Yo me he estado sintiendo exactamente igual y es por su culpa que ambos estemos así. Si me hubiese dicho la verdadera razón del porque se marchaba, quien sabe si hubiese podido hacer algo para impedirlo.

Las Sombras de mi PadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora