Parte 1

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Hacía un calor abrasador en el sur de Texas, excesivo para principios de septiembre. ______ llevaba un top blanco escotado, unos vaqueros gastados, y la bolsa de los libros colgada con naturalidad de un hombro. El top perfilaba sus senos pequeños y firmes, y los vaqueros realzaban cada suave curva de su joven cuerpo. Su largo pelo rubio se mecía con la brisa, se le enredaba en su bonita boca de media luna y le caía sobre la frente, amplia, y sobre los pómulos altos. Retiró los mechones, y sus grandes y cálidos ojos azules brillaron de regocijo al oír el comentario de una de sus compañeras de clase sobre otro alumno. Era una larga y aburrida mañana de lunes.

Debbie, una compañera de la clase de informática, dirigió la mirada a un punto situado detrás de _______, hacia el aparcamiento, y silbó con suavidad.

-¡Vaya! Ya sé lo que quiero para Navidad -dijo en un sonoro murmullo.

Teresa, otra compañera, también miraba en la misma dirección con interés.

-¡Ahí va! -exclamó y, con una sonrisa picara, elevó las cejas repetidas veces-. ¿Alguien sabe quién es?

Picada por la curiosidad, _______ se volvió y vio a un hombre alto, castaño casi rubio y apuesto cruzando el césped con paso ligero hacia ellas. Llevaba un sombrero texano de color crema caído sobre la frente, una camisa blanca de mangas largas cerrada en el cuello con un adorno turquesa y unos pantalones grises que se ceñían a sus largas y poderosas piernas. Las botas, también grises, estaban hechas a medida. En el bolsillo de la camisa, una estrella plateada centelleaba a la luz del sol. En tomo a sus estrechas caderas llevaba un cinto con pistolera de cuero marrón. La pistola era un revólver Ruger Vaquero de calibre 45. Solía llevar una pistola Colt 45 ACP, pero le estaban cambiando la empuñadura por otra a medida y tallando en ella la estrella de los Rangers. Además, era una jornada de competición en la Asociación de Tiro a la que Jay pertenecía, y los participantes iban vestidos de cowboys; por tanto, era oportuno que llevara el revólver de seis tiros al trabajo aquel día.

- ¿Qué han hecho, chicas? -bromeó uno de los compañeros de _______-. ¡Los Rangers de Texas vienen por alguien!

_______ guardó silencio. Se quedó mirando, como el resto del grupo, cómo Jay avanzaba hacia ella con la determinación y concentración que lo hacían distinguirse en su trabajo. Era el hombre más sexy y maravilloso del mundo. _______ le debía todo lo que tenía, todo lo que era. A veces, deseaba de todo corazón haber nacido hermosa, para que Jay se fijara en ella como _______ quería que se fijara. Sonrió para sí, imaginando lo que dirían sus compañeras si conocieran su verdadera relación con aquel enérgico ranger.

Jay McGuiness tenía treinta y cuatro años. Se había pasado casi toda su vida trabajando de agente de la autoridad, y se le daba bien. Hacía cinco años que formaba parte de la compañía D de los Rangers de Texas. Habían querido ascenderlo a teniente, pero Jay había rehusado porque era una labor de tipo administrativo y prefería el trabajo de campo. Mantenía en forma su cuerpo alto y flexible trabajando en el rancho, cuya propiedad compartía con _______.

Jay se había hecho responsable de ______ cuando ella solo tenía dieciséis años. Por aquel entonces, el rancho «M barra G» estaba en ruinas, en quiebra y a punto de irse a pique. Jay lo sacó de los números rojos y consiguió que empezara a dar ganancias. Había estado invirtiendo su propio dinero para aumentar el número de reses vacunas de cruce que criaban. Con su fino olfato para los negocios y los conocimientos informáticos de _______, el rancho empezaba a ser rentable. Así, ______ podía estudiar para sacarse su diploma en programación y Jay podía permitirse algunos lujos. El último, del año anterior, había sido aquel Stetson de color crema que llevaba calado sobre la frente. Estaba hecho de piel de castor y le había costado el sueldo de un mes. Pero le sentaba bien, la verdad. Estaba peligrosamente atractivo. Aquel año, por desgracia, no habían podido permitirse ningún lujo, por culpa de la sequía y la bajada de los precios de la carne. Volvían a atravesar momentos difíciles, justo cuando empezaban a levantar cabeza.

La historia de EL Y ELLA...~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora