Parte 2

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Jay le lanzó una mirada que habría requemado el pan. Era una mirada famosa en el sur de Texas; hacía retroceder a delincuentes con ella. Hasta la había usado con el padre de _______ antes de abalanzarse sobre él con los puños cerrados.

_______ exhaló un suspiro de pesar.

-Qué desperdicio -murmuró-. Sabes más de mujeres de lo que yo sabré nunca de hombres. Apuesto a que eres sensacional en la cama.

Jay apretó los labios. La mirada empezaba a adquirir atributos de misil termo dirigido.

-Está bien -desistió por fin-. Buscaré a un chico amable que me enseñe cómo aplacar estas ansias que me entran de vez en cuando, y te contaré hasta el último y sórdido detalle, te lo prometo.

-Uno -dijo Jay.

_______ enarcó las cejas.

- ¿Cómo dices?

-Dos...

_______ cerró la mano en tomo al asa de la bolsa.

-Oye, no voy a dejarme intimidar por un hombre que me conoce desde que llevaba combinación y zapatos de charol...

-¡Tres!

-Además, no me importa si eres un...

-¡Cuatro!

_______ giró sobre sus talones sin terminar la frase y echó a andar hacia la puerta lateral de la escuela. El siguiente número era el último aviso de una humillación pública. Recordaba muchas cuentas atrás del pasado, para perjuicio de ella. ¡Cuando a Jay se le metía algo en la cabeza...!

-Solo te estoy complaciendo para hacerte creer que controlas la situación -le espetó-. ¡No creas que estoy huyendo!

Jay ocultó una sonrisa hasta que regresó al voluminoso todoterreno negro que conducía.

Aquella misma semana, pillaron robando a Jack Clark, un empleado, cuando cargó a la cuenta del rancho unas botas muy caras. _______ había visto la factura y había llamado a Jay para enseñársela. Lo despidieron al momento. _______ no le dijo a Jay que Clark había estado acosándola, ni que había tenido que amenazarlo con decírselo a Jay para pararle los pies.

Varios días después del despido, su nuevo novillo Salers apareció muerto en un pasto. A _______ le parecía una muerte provocada. El toro estaba sano, y se negaba a creer la afirmación de Jay de que había ingerido hierbas indigestas cuando otros cuatro toros del mismo pasto seguían vivos. A fin de cuentas, Jack Clark había jurado vengarse. Pero Jay descartaba las sospechas, e incluso se quejó a Maude, el ama de llaves, de que ______ estaba intentando llamar la atención, porque no le había hecho mucho caso últimamente, ocupado como estaba tratando con la compañía cinematográfica. Aquello la enfureció. Le contó a su capataz, Nick Bates, su teoría, y le pidió que vigilara el ganado. A veces, Jay la trataba como a una cría. No solía molestarla pero, últimamente, resultaba irritante.

Dos semanas después, el sábado a primera hora de la mañana, Jay se presentó en su todoterreno negro seguido de otro 4x4 enorme de color burdeos repleto de personas. Entre ellas, estaba el representante de la Consejería de Cultura y un director a quien _______ reconoció de inmediato. _______ no había esperado ver a gente famosa. El grupo también lo formaban un ayudante de dirección y otras cuatro personas a las que presentaron como parte del equipo, incluidos el director de fotografía y un técnico de sonido.

_______ averiguó que la estrella de la película era una supermodelo, una hermosa joven que, por desgracia, jamás había montado a caballo.

-Eso limitará las escenas con las reses -le dijo el director a Jay con una carcajada-. Claro que Tippy Moore no sabe nada de ganadería. Puede que la haya visto en las portadas de las revistas. La llaman la Luciérnaga de Georgia. Esta va a ser su primera película, pero fue una bomba en las audiciones. Posee un talento natural.

Jay frunció los labios, y se le iluminaron los ojos.

-La he visto en la portada de un suplemento de bañadores -confesó-. Todos los norteamericanos con sangre en las venas saben quién es.

_______ se sintió incómoda. Lanzó una mirada a Jay, consciente de su interés, y sintió deseos de gemir. Estaban casados, pero no se fijaba en ella. Estaba encariñado con ella, la mimaba, pero nada más. Ni siquiera la había besado el día de la boda. Era un jarro de agua fría pensar que, en dos meses, todo habría acabado. _______ había intentado de mil maneras llamar su atención, incluso bromeando sobre un chico de la escuela que quería casarse con ella. Era mentira, y Jay la había pillado. Desde entonces, no creía nada de lo que ella decía. Observó su físico alto y sexy y se preguntó lo que diría si una noche, mientras revisaba los libros, ella entraba en su estudio y se quitaba toda la ropa.

Entonces, recordó las terribles cicatrices que tenía en la espalda, las que su padre, en plena borrachera, le había infligido con un látigo corto a los dieciséis años. _______ había intentado salvar a su pobre potrilla de los latigazos y su padre, en cambio, se había ensañado con ella. Todavía recordaba el dolor. Su padre le había dejado la camisa hecha jirones.

Aquel sábado por la mañana, Jay se había presentado en el rancho para hablar de negocios con el padre de _______, cuando todavía trabajaba en el puesto de Rangers de San Antonio. Gran parte de lo sucedido era borroso, pero _______ recordaba con claridad cómo Jay se había acercado a la cerca del corral con tanta amenaza callada que su padre había soltado el látigo y había empezado a retroceder. No le sirvió de nada. Jay se lio a puñetazos con él y, segundos más tarde, el borracho yacía en tierra, medio insensible. Jay lo encerró en el cobertizo de los arreos.

Después, Jay la levantó en brazos con ternura, murmurando palabras de consuelo, gritando a Maude, el ama de llaves, con voz ronca, para que llamara a la policía y a la ambulancia. La depositó en la ambulancia él mismo, y viajó con ella al hospital, mientras la madre inválida de _______ lloraba con amargura en el porche y su padre era detenido. Jay denunció a Fred Gaines y este fue a la cárcel.

Nunca más, dijo Jay con frialdad, iba ese hombre a levantarle la mano a _______.

Pero el daño estaba hecho. Las heridas tardaron semanas en cerrarse. No había dinero para cirugía plástica. Seguía sin haber. Así que _______ tenía cicatrices blancas paralelas en la espalda, desde los hombros hasta la cintura. La acomplejaban tanto que, a pesar de las bromas, jamás había tenido valor para desnudarse delante de Jay, o de ningún otro hombre. De todas formas, Jay solo quería deshacerse de ella. No quería casarse. Le encantaba su trabajo, y su libertad. Lo decía a todas horas.

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La historia de EL Y ELLA...~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora