Parte 52

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El viaje de vuelta se hizo interminable. Cuando llegaron al hospital, Jay en su todoterreno y Siva en su camioneta, dejaron los vehículos de cualquier manera y entraron corriendo en urgencias.

—_______ Gaines... McGuiness —balbució Jay ante el mostrador, con mirada aterrada—. Ha ingresado por una caída. Está embarazada. Soy su marido.

—Ah... Señor McGuiness —la recepcionista se lo quedó mirando un momento y él contuvo el aliento, aterrorizado. Después, la joven sonrió—. Ya la han trasladado a una habitación. Un segundo... —pulsó unos números y habló con otra persona—. Habitación 211 —añadió—. Es por ahí... ¡Enhorabuena!

El pánico le impidió oír la última palabra. Los dos estaban corriendo, contraviniendo las normas del hospital. Cuando llegaron a la habitación, empujaron la puerta al unísono y se detuvieron en seco al ver la escena que los aguardaba.

_______ estaba tumbada en la cama con una criatura minúscula en los brazos, dándole el pecho. Miró a Jay con el corazón en la mano.

—¡Cariño!

Jay apenas podía verla a través del velo de humedad de sus ojos. Avanzó, estupefacto, sin reparar en Maude, ni en uno de los hermanos Hart, una mujer que no reconocía en aquel momento y una enfermera. Tocó la carita tan cercana a la piel suave de ____ y contempló sus grandes ojos brillando. Le tocó el rostro con una mano un poco trémula.

—Lo único que sabíamos era que te habías caído — susurró—. Tenía tanto miedo...

—Estoy bien, el bebé también...

La estaba besando con ansia, y un gemido entrecortado brotó de sus labios antes de que levantara la cabeza.

—Te quiero —susurró Jay con aspereza—. ¡Si te hubiera pasado algo...!

—No me ha pasado nada —replicó ____, abrumada por su mirada, por sus palabras—. Nunca me habías dicho que me querías —murmuró.

—Siempre he querido hacerlo —repuso Jay, más calmado, y sonrió—. ¿De verdad estás bien?

—En realidad, no fue una caída. Estaba colgando las cortinas en el cuarto del bebé y me torcí la espalda. Pensé que me había matado y resultó que estaba de parto—señaló la criatura diminuta que tenía en los brazos—. ¿Quieres conocer a tu hijo?

Jay contuvo el aliento.

—Un niño.

____ asintió.

—Y una niña —dijo una voz grave desde la ventana.

Siva estaba inclinado sobre una cuna y movía el dedo meñique con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Qué? —exclamó Jay

_______ frunció los labios con picardía.

—Estabas tan preocupado por mí que temía decirte que eran gemelos —confesó, sonriendo—. Quería darte una sorpresa —hizo una mueca burlona—. ¡Sorpresa!

—Gemelos. Un niño y una niña —Jay estaba atónito. Se le nublaron los ojos y tuvo que secarse las lágrimas antes de que pudiera verlo cualquiera.

Siva sostenía a la niña en sus poderosos brazos y emitía sonidos «antigrierianos» mientras hablaba con ella.

—Eh, devuélveme a mi hija —le dijo Jay con un ceño burlón. Siva parecía abatido.

—¿No puedo quedarme con esta? —preguntó—. Yo no tengo ningún bebé, y tú tienes dos. ¿Te parece justo?

Jay rompió a reír, lo mismo que ____, al ver el semblante de Siva. Este se acercó y le pasó a Jay la niña con suavidad, contemplándola con ternura.

—Se parece a su madre —le dijo a Jay y, fugazmente, la tristeza se reflejó en sus rasgos, pero la borró enseguida.

—Sí, se parece a ella —dijo Jay con voz ronca, y se inclinó para besar la minúscula frente—. ¡Dos! _______ estaba enorme, pero no se me ocurrió pensar...

____ reía de puro deleite mientras contemplaba a aquellos dos hombres grandes y fuertes haciendo tonterías a una niña minúscula. No hacía falta preguntarse si la iban a mimar. Y decían que los hombres solo querían hijos... ¡Ja!

—¿Nombres? —preguntó una voz profunda desde el fondo de la habitación. Era el apuesto Leo Hart, con su esposa Janie, los dos sonrientes—. ¿Han escogido alguno?

—Jessamina para la niña —dijo ____ con orgullo—. La llamaremos Jess. Y...

—Y Jared para nuestro hijo —la interrumpió Jay con suavidad—. Por mi tatarabuelo, Jared McGuiness, que fue ranger y un famoso abogado de San Antonio a principios del siglo veinte.

—Bueno, felicidades otra vez. Y, ahora, será mejor que nos marchemos —dijo Leo—. Tenemos que pasarnos a ver a Rey y a Meredith. Han tenido una niña, Celina, a la vez que ustedes.

—Felicítalos de nuestra parte —les dijo _______.

La pareja asintió, sonrió y salió de la habitación.


La historia de EL Y ELLA...~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora