Parte 22

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Así que, en lugar de quedarse en casa lamentándose porque Jay no quisiera sacarla a cenar el día de su cumpleaños, ____ se vistió para Grier. Cuando se miró en el espejo, tuvo que reconocer que no tenía mal aspecto. El suave vestido azul realzaba su figura, y podía cubrirse las mangas con el vaporoso pañuelo a juego. Los tacones altos arqueaban sus bonitos pies de forma sugerente, y le gustaba que el vestido le llegara a los talones. Era perfecto para el ballet. Como toque final, se hizo un sofisticado recogido.

Lo que más la entristecía era que Jay ni siquiera la hubiera llamado para felicitarla. Cada cinco minutos, salía a mirar si parpadeaba la luz del contestador, por si acaso no había oído el teléfono. Pensó en descolgar y en comprobar que daba señal, pero le pareció demasiado infantil. Si Jay no quería felicitarle el cumpleaños más importante de su vida, allá él. Saldría con Grier y se lo pasaría en grande.

Le hacía gracia, y la complacía, que un hombre como Grier quisiera pasar una tarde aburrida con una chica como ella cuando podría haber salido con cualquier mujer de su elección. Era muy atractivo y, si no se equivocaba, muy experimentado con las mujeres.

Se presentó a la hora en punto, luciendo un traje oscuro, y con el pelo ondulado suelto, en lugar de recogido en su acostumbrada coleta. El pelo le caía a la altura del cuello y realzaba su musculosa garganta. Tenía un aire europeo, y la camisa blanca y la corbata azul discreta que llevaba contrastaban con su tez cetrina. Los zapatos negros estaban tan brillantes que reflejaban el techo del porche.

—Vaya —dijo ___ con suavidad, porque nunca lo había visto tan elegante. Él sonrió tímidamente.

—Gracias. Tú tampoco estás nada mal —enfatizó el cumplido con la mirada, que deslizó por su figura como la pincelada de un artista—. ¿Estás lista?

—Solo tengo que cerrar la puerta con llave —lo hizo, y se reunió con él en los peldaños.

—¿Y las ventanas?

—Están bien cerradas —le aseguro—. Y, hablando de seguridad, espero que vayas armado, porque no tengo dónde llevar la pistola.

—No encontrarás un policía en todo el país que no viaje armado. En estos tiempos, no.

—Me lo imaginaba.

—¿Te ha llamado Jay? —le preguntó Siva mientras la ayudaba a subir a la camioneta.

—No —dijo ___ con rotundidad—. Pero no importa.

Por supuesto que le importaba, pensó Siva; no podía ocultar su decepción. Puso en marcha la enorme camioneta negra.

—Va a ser una velada memorable —le dijo—. Esta noche interpretan El pájaro de fuego. Tengo buenos asientos, a pesar de haberlos reservado a última hora.

—¿El pájaro de fuego?

—De Stravinski —contestó Siva—, un compositor moderno. Compuso la música del ballet. ¿Quieres que te hable de él de camino a Houston?

—¿Lo harías? —preguntó ___, sinceramente curiosa. Siva rio entre dientes.

—Me encantaría.

El tema los ocupó durante todo el trayecto al teatro en el que se ponía en escena el ballet.

El público llevaba mil atuendos distintos, desde trajes de fiesta a vaqueros y camisetas, así que ______ se sintió cómoda con su vestido. Grier y ella tenían asientos en las primeras filas, y la belleza de la obra la embelesó, así como la música sensual que interpretaba la orquesta.

Sorprendió a Grier mirándola en una ocasión, y le sonrió. Él le devolvió la sonrisa, complacido por que estuviera disfrutando del ballet.

___ contempló a las bailarinas deslizarse por el escenario con sus exquisitos trajes de baile, dando brincos y haciendo piruetas de puntillas, a la luz cambiante de los focos. Era admirable. Nunca había visto nada igual. Como le diría a Grier más tarde, le parecía estar viendo un cuadro de Degas cobrando vida.

La historia de EL Y ELLA...~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora