Parte 37

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Jay estaba sentado en la sala de espera de urgencias cuando Siva Grier entró acompañado de Maude y de Tippy. Jay se había quitado el sombrero y tenía el pelo alborotado. Parecía que hubiera estado cabalgando sobre la muerte. Tenía la camisa blanca y los pantalones oscuros manchados de sangre. Sangre de ____.

Alzó la mirada cuando se acercaron.

—La están operando —les dijo—. El cirujano es Copper Coltrain.

—Es el mejor de todos —comentó Maude en voz baja.

—En la ambulancia, no paraba de gemir —prosiguió Jay, casi como si estuviera hablando solo—. No podía respirar. Dudé que fuera a llegar aquí con vida —cerró los ojos al sentir la oleada de dolor.

—Las heridas de pecho son temibles —le dijo Siva en voz baja—. Pero la bala la hirió en la parte inferior de la caja torácica, por encima de los intestinos.

Los ojos azules de Jay buscaron consuelo en los del otro hombre. Se relajó, pero no mucho.

—Imagino que la operación durará bastante.

—Tendrán que sacar la bala —gimió Maude.

—Puede que no lo intenten, si es menos traumático dejarla dentro —le dijo Siva—. Cortarán la hemorragia e inflarán el pulmón. Después, todo dependerá de los antibióticos y del descanso.

Maude lanzó una mirada a Jay; estaba desconsolada.

—No llegué a darte el alfiler de corbata que ____ te compró para Navidad —balbució, y las lágrimas empezaron a resbalar por su rostro.

Jay se puso en pie, con el corazón partido, y empezó a dar vueltas por la sala de espera con las manos en los bolsillos.

—Él no le compró ningún regalo a ____ —Maude trató de explicar el repentino alejamiento de Jay—. No debería haberlo mencionado, supongo. Hirió mucho los sentimientos de ____, sobre todo porque a la señorita Moore le había comprado un anillo de compromiso.

Siva lanzó una mirada despectiva a la modelo pelirroja, que ya estaba atrayendo miradas de interés de otros hombres que se encontraban en la sala de espera. Parecía incomodarla ser el centro de atención. Lanzó una mirada al anillo que llevaba en el dedo e hizo una mueca.

—No es un anillo de compromiso —dijo con incomodidad.

—Jay le dijo a ____ que lo era —replicó Maude sin mirarla.

Tippy enarcó las cejas. Aquello era una novedad. ¿Por qué habría mentido Jay sobre algo así? Entonces, recordó la patraña que le había contado a ____ para intentar deshacerse de su rival. No había sido su intención causar tanto dolor. La angustia de Jay era casi tangible, y le dolía pensar que había hecho desgraciada a ____. Si la joven moría, tendría que vivir con ese remordimiento. No sería fácil. ¡Qué cobarde se sentía! No valía nada...

—¿Cómo puede estar prometido contigo? —preguntó Siva con aspereza, mirando a Tippy con el ceño fruncido—. ____ y Jay todavía están casados, ¿no? —le preguntó a Maude.

—Van a divorciarse —dijo Maude—. ¿No te lo ha dicho ____? Imagino que ya habrán puesto en marcha los trámites.

—¿Que están casados? —exclamó Tippy, palideciendo—. ¿________ es la esposa de Jay?

—Llevan cinco años casados —confirmó Maude con tristeza—. Para él nunca ha significado nada. Solo una formalidad, para poder ocuparse del rancho y de ____ cuando el padre de ella fue a la cárcel.

—No tenía ni idea —dijo Tippy con aflicción.

—Como si te hubiera importado —repuso Siva, destilando sarcasmo. La modelo lo miró con enojo.

—Claro que me habría importado —replicó con frialdad—. No salgo con hombres casados. Nunca.

Siva enarcó las cejas. Aquello era una novedad.

Un cirujano alto y pelirrojo entró por las puertas giratorias que conducían a los quirófanos y miró alrededor hasta que vio a Jay. Echó a andar hacia él con semblante sombrío y grave.

—¿Cómo está? —preguntó Jay enseguida. Copper Coltrain se encogió de hombros.

—Hemos controlado la hemorragia e inflado el pulmón. Pero ha perdido mucha sangre y la zona estaba afectada por la bronquitis. Eso complicará su recuperación.

—¿Bronquitis? —repitió Jay.

—Le notaba la voz ronca —afirmó Maude—, pero ____ decía que no era más que un resfriado y que no quería ir al médico —hizo una mueca—. Dijo que no podía permitírselo. Su seguro no cubre las consultas puntuales.

En cuanto pronunció las palabras, deseó poder retirarlas. Jay cerró los ojos; parecía atormentado. Tippy contempló el odioso anillo que llevaba en el dedo y se maldijo por haber convencido a Jay de que se lo comprara. Siva Grier suspiró, consumido por la tristeza.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Jay en tono sumiso.

—Rezar —contestó Coltrain—. No hago promesas que no puedo cumplir. Ahora mismo, es cara o cruz. Lo siento. He hecho lo que he podido.

—Lo sé, gracias —dijo Jay, abstraído—. ¿Puedo verla?

—Ahora mismo está en reanimación —respondió—. Convendría esperar a que la traslademos a cuidados intensivos.

—Yo me quedaré con ella —lo interrumpió Maude, justo antes de que Grier pudiera decir lo mismo.

—No es posible. En cuidados intensivos, no. Pueden verla tres veces al día, durante no más de diez minutos por visita —añadió con firmeza, y miró a Jay—. La vigilaré de cerca. Intenta no preocuparte —se despidió con una inclinación de cabeza y se alejó por donde había entrado.

Jay miró a las tres personas que lo acompañaban.

—Me alegro de que estén aquí, pero si alguien entra en esa habitación, aunque solo sea un minuto, seré yo —declaró con brusquedad. Siva parecía dispuesto a replicar, pero el semblante de Jay lo disuadió.

—Si quieres que nos quedemos aquí afuera contigo, a mí no me importa —se ofreció Tippy.

—Ni a mí —añadió Maude.

—Preferiría que se fueran a casa —dijo Jay—. No voy a marcharme de aquí hasta que no sepa algo, sea lo que sea.

—Yo las llevaré —dijo Siva—. Después, volveré al hospital.

Jay miró a su amigo a los ojos. No replicó. Ni siquiera habló; se limitó a asentir. Después, se dio la vuelta y se alejó hacia la unidad de cuidados intensivos.


La historia de EL Y ELLA...~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora