Parte 41

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El viaje fue largo, y ____ pasó un poco de miedo porque nunca había viajado en avión. La clase turista era ruidosa, pero Jay y _______ se habían negado a permitir que la empresa japonesa les comprara los billetes en clase preferente. Ya se sentían bastante mal por haber aceptado la invitación (¬¬). El avión estaba atestado y costaba trabajo relajarse, pero la perspectiva de visitar un país extranjero fascinaba a ____.

Almorzaron en el avión y, poco después, las noches de insomnio pasaron factura y ____ se quedó dormida. Cuando quiso darse cuenta, Jay la estaba despertando con un beso.

El contacto de sus labios fue electrizante, tanto que ____ tuvo que contenerse para no devolverle aquella tierna caricia.

—¿Ya hemos llegado? —susurró. Jay sonrió.

—Mira por el cristal, cielo.

_______ levantó la pantalla. Sabía que durante el resto de su vida recordaría aquella primera e increíble imagen de la costa japonesa: montañas verdes perdiéndose entre las nubes; rocas afiladas irguiéndose contra el océano. Parecía un trozo de paraíso.

—Vaya... —susurró, embelesada.

—Yo también me sentí así la primera vez que lo vi —le dijo Jay en voz baja. Había viajado a Japón por motivos de trabajo hacía años, cuando los Rangers de Texas colaboraban con la Interpol—. No se puede describir; hay que verlo.

—Sí —suspiró _______ con placer—. Es muy hermoso.

Jay estaba observando el perfil de ____, grabándose su imagen.

—Mucho—susurró.

El aeropuerto de Kansai era enorme, una sinfonía de metal y cristal, y costaba trabajo orientarse en él. ____ se puso un poco nerviosa cuando pasaron el control de pasaportes. Todo era tan distinto...

Pero sus preocupaciones no tardaron en desaparecer. En aduanas los aguardaban el señor Kosugi y su socio, el señor Nasagi, junto con varios colegas.

—Confío en que hayan tenido un vuelo agradable — dijo el señor Kosugi, todo sonrisas, e hizo una seña a un compañero para que les llevara las maletas.

—Maravilloso. Nunca olvidaré la primera vista de su hermoso país —dijo ____ con voz ronca, devolviéndole la sonrisa.

—Su esposa es muy diplomática, señor McGuiness —rio el señor Kosugi. Jay le pasó una mano por los hombros y la apretó contra él.

—Es mi brazo derecho —susurró, y sonrió.

Los condujeron a un hotel de Osaka que tenía una preciosa vista del río y de la ciudad, y pasaron a recogerlos a las seis para llevarlos a cenar a un célebre restaurante. Sonrieron con tolerancia al ver a _______ forcejear con los palillos. Ella no quería decirles que Siva había intentado enseñarla, pero que había fracasado estrepitosamente. Jay los usaba como un nativo, y aprovechó la oportunidad para enseñarle a ____ a manejarlos.

—¿Lo ves? —dijo con suavidad—. No es difícil.

—Gracias.

Jay mantuvo la mirada en su rostro mientras ella tomaba una anguila a la plancha y se la metía en la boca. Llevaba un nuevo vestido plateado de finos tirantes que Jay había insistido en comprarle antes del viaje. La melena rubia le caía suavemente sobre los hombros y llevaba minúsculos zapatos blancos de tacón con una tira en el tobillo. Jay la encontraba hermosa, y apenas podía apartar los ojos de ella.

—Mañana los llevaremos a Kioto, a uno de los restaurantes de nuestra cadena —dijo el señor Kosugi—, y a la granja en la que criamos el ganado, para enseñarles las instalaciones. Y, de paso, ¿les gustaría ver un castillo?

La historia de EL Y ELLA...~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora