Parte 7

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Cuando llegó a los peldaños del porche, se dio la vuelta tan deprisa que _______ perdió el equilibrio y tuvo que agarrarse a uno de los postes.

—¿Te gusta la pizza? —preguntó Grier con brusquedad. _______ todavía estaba recuperándose de aquella repentina parada.

—Eh... Sí.

—El viernes por la noche —continuó, con los ojos entornados—. Hay una orquesta. ¿Bailas?

—Sí.

—¿Qué haría Jay si salieras con otro hombre?

Estaba nerviosa.

—Bueno... No lo sé. No creo que le importe —añadió—. No tenemos esa clase de relación.

—Puede que le importe que salgas conmigo —dijo con rotundidad—. Sabe más cosas de mí que la mayoría de la gente de por aquí.

_______ estaba intrigada y sorprendida.

—¿Eres un hombre malo?

Algo terrible refulgió en sus ojos oscuros.

—Lo he sido —contestó—. Ya no.

El semblante de _______ se suavizó. Lo miró y se preguntó si se daba cuenta de lo mucho que lo delataban sus ojos. Se veían pesadillas en ellos.

Soltó el poste y dio un paso hacia él.

—Todos tenemos cicatrices —dijo, entendiendo lo que Jay le había dicho en la cocina el otro día—. Algunas se ven, otras no, pero todos las tenemos.

Siva entornó los ojos.

—Las mías son profundas.

Ella empezó a sonreír.

—Las mías también. Pero, de pronto, no me preocupan tanto. Ya no parecen tan graves.

El pecho de Siva se elevó y descendió. Se sentía ligero.

—Tiene gracia. Las mías tampoco —sonrió.

—El único lugar que sirve pizza y cerveza y tiene orquesta es el Shea's. Está en la carretera de Victoria —le dijo—, Jay nunca va allí, y no le hará gracia que yo vaya.

—Cuidaré de ti —le dijo Grier. _______ suspiró.

—La gente ha estado cuidando de mí toda mi vida, y dentro de dos meses seré mayor de edad —lo miró a la cara—. Tengo que aprender a cuidarme sola.

—Tiene gracia que lo menciones —dijo, y su mirada se suavizó—. Soy un experto en defensa personal.

—No me refería a esa clase de cuidados —murmuró.

—Te enseñaré, de todas formas. ¿Sabes disparar?

—Jay me enseñó a tirar al plato —le dijo—. Soy un monstruo con el calibre 28. Tengo mi propia arma, una escopeta Browning —no añadió que hacía años que no disparaba.

Siva sonrió, sorprendido. Muchas mujeres tenían miedo de las armas.

—¡Quién iba a decirlo! Eb Scott tiene un buen campo de tiro. Nos deja practicar en él. Te enseñaré a disparar una pistola al estilo del FBI.

—¿Sabes montar a caballo?

Siva vaciló.

—Puedo. Pero no me gusta.

Seguramente, era un hombre de ciudad, adivinó _______, y no sabía mucho de caballos ni de ranchos.

—No me gustan las pistolas —le confesó. Él se encogió de hombros.

La historia de EL Y ELLA...~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora