11. Una fogata y una historia

3.9K 362 36
                                    


D

espués de un par de días Atenea se había recuperado casi por completo y ahora ya entrenaba junto a sus compañeros, quienes, por razones obvias, iban más adelantados que ella.

Mientras Ander, Navah y Luca golpeaban al muñeco de práctica con las espadas de madera, Atenea se preparaba para disparar una flecha más.

Tomo una flecha del carcaj y la coloco como el mentor le había explicado minutos atrás, levanto el arco, tenso la cuerda, apunto a su objetivo y disparó. La flecha salió disparada y se clavó el círculo color azul, que estaba casi hasta el último.

Soltó un suspiro cansada y bajo el arco, el mentor se acercó a sacar la flecha y se la devolvió.

−Atenea, tienes que concentrarte. Recuerda la posición que te enseñé y el modo en el que debes tomar la flecha.

La chica asintió, tomo otra flecha y se puso en posición, abrió sus pies a la altura de sus hombros, volvió a colocar la flecha y la tomo como le habían enseñado y tensó la cuerda, antes de que disparara el mentor volvió a hablar.

−Para que tengas un mejor apoyo, coloca tu mano a la altura de los labios.

Ella asintió y siguió el consejo, acerco su mano a la altura de sus labios y una vez que fijo su objetivo soltó la cuerda. La flecha voló clavándose en el círculo amarillo, muy cerca del blanco.

Atenea sonrió satisfecha.



Navah volvió a apretar la empuñadura en su mano, levanto la espada y con un movimiento ágil y seguro dio un paso al frente y golpeo al muñeco dos veces, retrocedió y volvió a repetirlo.

Ella siguió practicando, igual que los demás.

Practicar cuerpo a cuerpo no se comparaba en nada a luchar con espadas. Navah sabía que golpear al muñeco de práctica con una espada de madera no iba a ser igual que luchar contra alguien con una espada de verdad.

Trataba de mantener siempre en su mente eso. Trataba de esforzarse en todos los entrenamientos y siempre procuraba dar todo de sí en cada uno.

El mentor les dio una pausa para descansar, Navah dejo su espada en el suelo y camino a la puerta, de reojo vio como Ander se acercaba a Atenea y le decía un par de cosas, mientras que Luca se había metido directamente a la casa.

Ya en la cocina, Navah sirvió un vaso de agua y lo bebió en pausas, fue a la sala y sentó, sin percatarse que Luca estaba ahí.

El chico tenía la mirada puesta en grueso libro que tenía sobre sus piernas, era el mismo libro que tenía Nea unos días atrás.

−Ese libro, ¿de qué es?−preguntó atrayendo la atención de Luca, quien solo levantó la mirada y rápidamente la volvió a bajar al libro.

−Leyendas−respondió simplemente, Navah se cruzó de brazos.

−Dime algo, ¿les caigo mal a Atenea y a ti?−Luca volvió a levantar la mirada, pero esta vez no la bajo, cerró el libro y lo dejó a un lado.

−¿Por qué piensas eso?

−Oh no lo sé, simplemente se me acaba de ocurrir.−respondió con sarcasmo−¿Sera por qué siempre me rehúyen y por qué parece que en esta casa solo viven ustedes dos?

−Si te refieres al tiempo que pasamos juntos es porque nos caemos bien, oh ya entiendo tu punto. Te gustó, ¿no es así? ¿Por eso piensas que paso más tiempo con Nea porque ella me gusta?−Luca encarnó sus cejas a la par que Navah se comenzaba a reír.

Los Elegidos (Legado Elemental #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora