10. Armas

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Atenea paso sus brazos por los hombros de Luca y Ander, su cuerpo en general dolía tremendamente.

Su espalda había sido golpeada contra el tronco de un árbol, estaba casi segura que no tardaría en desmayarse, se sentía mareada y tenía la vaga sensación de que su alma se estuviera separando de su cuerpo.

Al llegar a casa los chicos la pusieron sobre la cama, al tiempo que Azzhiel y Navah iban por vendas y esas cosas para curarla.

Navah tenía algunos morenotes en el cuerpo, pero obviamente, nada comparado con lo que tenía Atenea.

En un intento de sentirse menos culpable, Navah había estado ayudando a Atenea en todo. Había ayudado a Azzhiel a curar sus heridas y a vendar su espalda y torso, le había llevado de comer y le había ayudado a cambiarse.

−No tienes por qué estar aquí aunque te sientas culpable, puedo estar bien sola−Navah volteo a mirarla y negó con la cabeza.

−No me siento culpable, pero tampoco es como si hubiera algo bueno que hacer. Además tú y yo nunca hemos tenido una conversación normal, y a conversación no me refiero a "Pásame la sal" ni a "Buen golpe" hablo de una plática como las que tienes con Luca.

−Bueno, con él es fácil hablar... A demás no tengo muchos ánimos para hablar, de lo único que tengo ganas ahora es de dormir.

−Bien, está bien, ya entendí la indirecta. Me voy. Si necesitas algo solo habla o grita.

Esa noche no fue muy buena para Atenea, apenas si había picoteado la cena, lo único que quería era dormir, pero al acostarse el dolor parecía taladrarle la espalda, el mentor le había dado un té para que aliviara el dolor, además de que le había puesto una mezcla de plantas raras en la espalda.

Esta noche definitivamente no iría a hablar con Luca.



La noche había pasado relativamente rápida. Esa mañana, cuando aún no amanecía alguien toco la puerta de la casa. Azzhiel había salido, o eso era lo que había escuchado. Azzhiel los había ido a despertar diciendo que los vería en la sala de estar en treinta minutos. Luca se había levantado aun con los ojos medio cerrados. Lavo su cara, acomodo su cama y después de vestirse, salió de su habitación.

Se detuvo justo enfrente de la puerta de Atenea, no sabía si el mentor la había despertado, aun así dio leves toques a su puerta, segundos después obtuvo su respuesta.

−Pase.

Luca giro el pomo de la puerta y entro, Atenea estaba sentada en su cama, por sus ojeras adivino que no había pasado buena noche.

−Hey, ¿te sientes mejor?−preguntó, ella dio un suspiro y dudo en contestar.

−Ummm sí, bueno, me siento mejor que ayer.−comenzó a quitar las cobijas que la cubrían hasta que estuvieron fuera de su cuerpo, Luca la ayudo a ponerse de pie, vio como Nea forzaba sus labios para que no se curvaran en una mueca.

−¿Duele mucho?−Atenea lo miro y levanto los brazos.

−Es...como estar adolorida, pero peor.

−Ya entiendo, bueno, te dejare sola para que te cambies, te espero afuera.−ella asintió y Luca salió de habitación.



Una vez que estuvo sola, Atenea se quitó su flojo pantalón de dormir y tomo los pantalones que estaban al pie de la cama. Se agacho para poder ponérselos, trato de mantener su espalda recta para evitar que le doliera, y no hubo mucho problema ahí, problema estuvo a la hora de incorporarse, ahí cuando sintió de nuevo el dolor, tomando aire y armándose de valor se quitó la camiseta con la que durmió, tomo una playera roja de tirantes de su armario y se la puso así mismo tomo una suéter color crema y se lo puso encima.

Camino con cierta lentitud al baño y se miró al espejo, tenía unas horribles ojeras y se veía enferma. Negó con la cabeza y volvió a mirarse, trato de sonreír para mejorar su aspecto, no, no había funcionado. Abrió el grifo del agua y se mojó la cara, la seco y salió del baño.

Y sin más, salio de su habitación, Luca estaba recargado en la pared frente a su puerta, al verla le sonrió y comenzaron a caminar hacía la sala.



−Wow, esta genial, mentor.−Ander sostenía una espada con la mano derecha, mientras la admiraba como un niño pequeño mira a su juguete nuevo.

Luca ayudo a Nea a bajar los escalones y juntos comenzaron a acercarse.

−Atenea, te levantaste. Vengan chicos, miren sus próximas armas.

Atenea jamás había visto ningún arma en su vida, claro, excluyendo las películas y series.

En la mesa, había una tela extendida, donde habían tres espadas (realmente eran cuatro, pero Ander seguía anonadado con una de ellas), todas relucientes y a simple vista parecían enormes, tenían la empuñadura tan transparente que parecía de cristal y la hoja brillaba con mucha intensidad, era como si tuviera luz propia.

Y justo a su lado, había cuatro arcos y cuatro carcaj con varias flechas.

Navah, Atenea y Luca miraban con determinación las armas, no sabían si agarrarlas o no, sentían hasta cierto punto miedo. Ahora sí, esto estaba a punto de comenzar. Las verdaderas guerras no eran con puños y patadas, eran con armas, armas de verdad.

−Estas armas serán suyas cuando llegue el momento apropiado, su entrenamiento físico acabo, lo que significa que iniciaremos con sus armas para después saber sus elementos y comenzar a dominarlos. Sólo recuerden, son armas, no juguetes. Deben saberlas usar con sabiduría y responsabilidad.



Al medio día Navah, Luca y Ander ya estaban entrenando. Golpeaban el muñeco de práctica con espadas de madera al tiempo que Azzhiel les corregía sus movimientos y posturas. Atenea los miraba sentada en el suelo, esto retrasaría su entrenamiento, pero había intentado entrenar y lo único que había logrado era que su espalda comenzara a doler más que nunca.

−Tal vez esto pueda distraerte.−Atenea giro su cabeza, el mentor estaba detrás de ella y en las manos llevaba un libro, Atenea lo tomo y le dio las gracias.

Ayudada del mentor se puso de pie y camino con el libro en manos a la sala, se sentó en el sillón y miro el libro.

Su pasta era gruesa, estaba forrado de cuero rojo aterciopelado y las letras en dorado recitaban su título: "Leyendas de Miranoi".

Atenea lo abrió y no tardó mucho en perderse por las mágicas líneas del libro.



−¿Segura que era ella?−preguntó la mujer que vestía con un largo vestido rojo carmín, la muchacha de ojos azules la miro y sonrió.

−Segura, mi señora. Era ella, no hay duda alguna.−la mujer paso junto sus palmas en un intento de aplauso.

−Perfecto, tendremos un nuevo sucesor en cuestión de nada. Anda, ve a decirle a los demás que se preparen, iremos por los guardianes en cuestión de nada.

La muchacha desapareció entre las sombras del oscuro corredor, el plan ya estaba listo, y la primera fase pronto estaría completa.



−Las antiguas leyendas cuentan que cuando un guardián muere, su alma se convierte en luz y la luz se une junto a las estrellas en el firmamento eterno. −Atenea cerró el libro y suspiro, ¿ella también se convertiría en estrella?

¡Capitulo nuevo! Ya sé que es viernes, pero no creo poder subir capitulo mañana, pero si puedo o más bien, si el tiempo me alcanza, mañana subiré capitulo (No prometo nada).

Espero que les haya gustado, y si es así voten y comenten♥

Cada vez falta menos para que los Elegidos sepan su elemento! ¿Ustedes ya adivinan que elemento tendrán?

Yo me retiro no sin antes darles mucho lof♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥

All the Love- Karii ♥

Los Elegidos (Legado Elemental #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora