15.

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a habitación que le habían otorgado a Navah parecía de antigua, o al menos, ella pensaba así. Era amplia, había una gran cama en medio con cortas rodeándola, un pequeño buro a lado de esta y los pies de la misma un cobre. Al lado derecho de la cama había un tocado con un gran espejo, paso la mano por el mueble, era madera. El piso estaba casi totalmente cubierto por alfombra, había un par de sillones junto a una gran puerta de madera, que era casi el alto de la habitación, que conducía a un pequeño balcón. Un gran candelabro de cristal colgaba del techo iluminando la habitación.

Después de un paseo por su habitación, Navah decidió darse un baño para ir a dormir, desgraciadamente –o tal vez no para tanto- en su closet lo único que encontró fue un par de camisones y lo que parecían ser unas capas.

Sin demorarse demasiado, porque el cansancio era muy fuerte, se puso el camisón y después de cercarse un poco el pelo se metió a dormir. El cansancio no tardó en hacer efecto, sus músculos se relajaron y sus ojos se cerraron por si solos y en menos de cinco minutos ya estaba en los brazos de Morfeo.



Al día siguiente, los rayos del sol entraron por su ventana en todo su esplendor, alguien había abierto la puerta del balcón.

Al sentarse en la cama se dio cuenta que Dunya estaba de pie frente a ella, se sobresaltó y miro mal a la pelirroja.

−Buenos días, señorita. Hoy es un día esplendoroso y el desayuno en poco tiempo estará servido, ¿Gusta darse un baño y prepararse para bajar?−Navah se talló los ojos sin entender muy bien.

−Sí, aja. Pero hay un problema, no tengo ropa. En ese closet no hay nada y el mentor no nos dejó traer NADA−la pelirroja la miro y suspiro como si estuviera harta de ella, trato de sonreírle, camino de nuevo al closet y saco de ahí un vestido color verde.

−Le pido disculpas, se hizo un poco difícil hacer vestidos sin saber sus medidas ni las de la señorita Atenea, nuestros costureros están trabajando a toda marcha para tenerlos a más tardar hoy en la noche. Por lo mientras, me temo que tendrá que usar este, estoy casi segura que no le quedara muy grande.

Navah se levantó de la cama y le quito el vestido de las manos. Miro la vestimenta de Dunya, era igual a la que llevaba ayer, o eso recordaba.

Se colocó frente al espejo y sobre puso el vestido enfrente de ella, no era feo. Era de manga tres cuartos, con una pequeña abertura en el pecho donde tenía una tela color blanca, la falda era larga, con un poco de vuelo, pero al final de esta habían unas pequeñas flores en tono dorado.

Después de darse una ducha, se secó el pelo y se vistió con la ropa interior que había en el baño, salio con una bata puesta para ir por su vestido.

−¿Podrías darme mi vestido, Dunya?−la chica pelirroja que estaba de pie en la puerta del balcón la miro y camino al vestido para después dárselo.

−Yo la ayudare a cerrar el vestido, no tarde mucho, por favor.

Navah se metió al baño, se deshizo de la bata y se metió en el vestido. No era tan incómodo después de todo pero le quedaba grande, de eso no había duda. Por la parte de atrás del vestido habían varias cintas cruzándose para que se moldeara a la figura de quien lo portaba y obviamente ella no podría cerrarlo sola.

Al salir del baño miro a Dunya quien seguía de pie en el mismo lugar, la pelirroja camino rápidamente hacía ella y se posiciono detrás de ella, Navah hizo su rubia cabellera hacía un lado mientras Dunya hábilmente abrochaba y cruzaba las cintas, con un leve jalón las apretó haciendo que el vestido se amoldara mejor a su cuerpo y después de unos segundos acabo.



Los Elegidos (Legado Elemental #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora