CAPITULO 9. Atracción fatal

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*Estel*

Mi garganta arde reseca por la respiración forzada, me veo obligada a tomar aire por la boca tras hora y media de carrera continua en el exterior del complejo. Antes hubo un tiempo que me entrenaba fuera de horario de entrenamiento por mi cuenta por mis músculos, necesitaba estar fuerte para soportar la iniciación osada. Ahora lo hago por la necesidad de quemar toda esta adrenalina que me brota directamente por las venas y me consume de ansiedad, me ayuda a eliminar estrés y despejar la mente.

Salgo todos los días sin falta a ejercitarme después de mi turno desde que César y yo decidimos no seguir viviendo juntos en el apartamento. Las paredes se me caen encima cuando llego a nuestra casa y no está allí. Pero casi toda su ropa y la mayor parte de enseres personales están allí recordándome continuamente lo que me juego y sobre todo lo que más me alucina es percibir su olor en nuestra habitación está impreso en nuestra cama, el no sentir su presencia rodeándome con su brazo y el calor que irradia siempre mientras dormimos, es algo que no me había dado cuenta de lo acostumbrada que estoy a él, me es imposible obviarlo, lo echo de menos.

Suspiro exhalando el aire retenido y miro al cielo buscando una respuesta a la indecisión que me provoca esta situación. Me siento insegura pisando un campo fangoso por el que me hundo lentamente.

César se mantiene alejado de mí desde que discutimos el último día, según él me da espacio para tomar mi decisión. Siento que no puedo tragar de lo inflamada que tengo la garganta al notar la burbuja de angustia que me sube por el estomago, no quiero perder lo, sé que todo esto lo está dañando provocando le una herida que tardará en cicatrizar, sea cual sea mi decisión ya hay un damnificado y me siento fatal por ello. Cada uno en su propio universo siente su dolor como el más fuerte, así que puedo hacerme una idea de cómo se siente.

César me quiere no tengo dudas, percibo el amor y cariño que me dedica a diario, con el me siento segura y protegida, es todo lo que cualquier mujer pediría a su pareja. La roca sólida a la que aferrarse, tierra fértil donde sembrar y cultivar un futuro estable, seguro y tangible. Él fue mi oasis de calma y refugio después de la tormenta de arena que generó mi iniciación Osada.

El problema reside en si soy merecedora de tal premio de lotería. Siento que no le correspondo en la misma medida, des de qué apareció en mi vida diaria de nuevo el tornado llamado Theo, me eleva como pluma volátil cada vez que cruzamos y me arrastra en una espiral dejándome caer a mi suerte, va minando mi perfecta cordura, para instalarse en mi mente y robarme el sentido común. Ese que me dice que no caiga en la trampa otra vez, es muy fácil caer en su red pero muy difícil escapar.

Theo ha hecho demasiada leña, demasiadas chicas pasaron por sus manos, el sexo para él es un juego divertido, con el que no tiene que esforzarse ni comprometerse. Toda la que entra a ese juego sabe las reglas básicas, si eres lista no te engañas a ti misma. Se trata simplemente de disfrutar mientras dure porque Theo es fuego en el que consumirse lentamente. La pasión envuelta en un atractivo envoltorio que se hace difícil rechazar, la perfecta masculinidad con cara de pillo y mirada traviesa.

No sé resistirme a él, es imposible. Si me llama yo voy, aun que tenga que atravesar el maldito infierno, estoy segura que voy. ¿Qué puedo hacer?

Durante estos días intenté no cruzarme con Theo. Necesito pensar con algo de claridad, aunque en la balanza mi cabeza siempre pesa más a César, mi loco corazón termina desequilibrando la hacia Theo. La brújula que guía mis pasos desvaría en cuanto entro en el campo magnético de Theo, no logro ver el Norte, me quedo atontada atrapada en mi triangulo de las bermudas particular. ¡Maldita sea! Es de lo más patético.

Pensé que César seria mi GPS, me guiaría sin margen de error, por el camino correcto. Pero se ve que el satélite falla, la recepción en las últimas semanas no llega y estoy más perdida que nunca.

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