*Estel*
1 año después de la iniciación Osada.
El despertador se activó a las 6 de la mañana y golpeó mis tímpanos sin piedad. El sonido se introduce en mis sentidos dejándolos embotados de una desagradable y estridente vibración. Alzo mi vista buscando el origen de tan desagradable tortura y lo localizo encima de la mesita auxiliar. Consigo desactivarlo de un manotazo,¡ por fin se hizo la paz!
Me dejo caer sobre la almohada, pero no consigo volver a reencontrarme con el sueño, los rayos de luz que se cuelan por la ventana me avisan de que mis horas de descanso terminaron. Así que me revuelvo en la cama, buscando el contacto anhelante de mi chico. Pero me desilusiona no encontrar a nadie en el hueco que hay libre junto a mí, su calor desapareció pero la sabana conserva su olor, ese que para mí es tan familiar y seguro como que el sol sale cada día por el este.
Me estiro como gato perezoso intentando que mis musculo se acostumbren al ritmo que les imprimiré en escasas horas, un pequeño escalofrío me recorre la espalda, y vuelvo a encogerme como un ovillo entre la sabana. Estamos en el cálido mes de Junio, pero anoche llovió y refresco algo a la madrugada.
Busco instintivamente a mi adonis particular, me levanto en dirección al baño, puede que se encuentre allá, pero nada, tampoco lo veo por aquí. Mi reflejo en el espejo me devuelve mi pelo revuelto y desordenado, y unas ojeras pronunciadas, ya que madrugar no es algo que mi sistema lleve bien. Me refresco la cara e intento hacer algo con mi pelo, pero es un caso perdido, por mucho que me lo atuse.
Un olor intenso a café y tostadas me llega y sonrío al imaginarme quien está en la cocina de nuestro pequeño apartamento preparando el desayuno. Pongo el piloto automático que me guía inevitablemente hasta mi destino. Mi estómago ya ruge por tan suculento bocado.
Solo llevo una camiseta masculina oscura de la que me adueñé hace tiempo y que me va bastante amplia quedando a la altura de mis nalgas, César no se atrevió a reclamar me la desde que me la coloqué la primera vez, me resulta cómoda y me hace sentirlo más mío.
Me asomo al marco de la puerta y lo veo en tan solo pantalón corto de entrenamiento preparar unas tortitas dulces con maestría, diría yo. No puedo más que felicitar me por la suerte que tengo de que César sea mi novio, al Osado le gusta cocinar y además lo hace estupendamente, y a mí me encanta comer todo lo que él me cocina, en eso nos complementamos. Yo me ocupo de ayudarle a limpiar los trastos de la cocina siempre que puedo, para repartir nos las tareas, porque en eso de recoger y ordenar no es tan bueno, no podía ser tan perfecto.
El castaño no se dio cuenta que estoy observándolo y aprovecho para darle un repaso al espécimen que tengo de espaldas, su trabajada musculatura me alucina verla moverse en total armonía, cada una de las fibras de su espalda se contrae cuando da vuelta a las tortitas con la sartén. Son las tornitas más sexys que vaya a probar. ¡Por Dios que bueno está el tío! Ya se me hace agua la boca.
César me escucha reír soñolienta desde la entrada de la cocina y sin girarse su voz masculina e intensa me invita a sentarme. Omito su orden y me aproximo hacia él pasando mis brazos alrededor de su cintura, acariciando su bronceada piel. Me maravillo con el tono de su piel tostada, ya que cuando sale a correr los días de descanso suele quitarse la camiseta dándole una tonalidad morena, que lo hace lucir como gladiador Romano casi todo el año.
Se voltea a mi contacto para verme con una sonrisa que me derrite mientras me fijo que una tortita se le escurre de la sartén saliendo fuera del plato.
- ¡La tortita César!- le grito.
Pero César maldice por lo bajo, ya no hay nada que hacer, está cayó rompiéndose.
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Sé Valiente
RomanceAviso: Spin- Off de "Nat la perfección Divergente" Estel luchó con garras y dientes para conseguir su objetivo, convertirse en miembro de pleno derecho de su facción elegida: Osadía. En ella encontró la amistad y el amor, pero tras un año de adapta...