Capitulo 22. Mi princesa (Parte II)

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*Theo*

Aviso: este capítulo es de contenido erótico y lenguaje explicito.

Tenía ante mí a Estel atrapada por el deseo, engullida tras la negrura de unas dilatadas pupilas que me pedían a gritos que la poseyera. Mis manos volvieron a bajar de nuevo por sus muslos ansiando la meta de ese camino ya iniciado. Notaba como se estremecía bajo mi tacto y se aferraba con una mano a la tela del edredón de cama que había bajo nosotros, incapaz de controlarse ante la anticipación, y así fue, en el momento que mis dedos se deslizaron por los húmedos labios de su sexo, un sonoro jadeo broto de sus labios.

No pude dejar de observarla como si tuviera un tesoro entre mis manos, sus ojos me miraron y pude percibir como enloquecía. Me propuse torturar la de placer, así que con pequeños toquecitos palpé la zona en círculos malévolos pero deliciosos, la mire de nuevo y sus ojos suplicaban que acabara con su sufrimiento, mientras se sometía a mi sin remedio. Con cada toque que recibía, le regalaba una intensa caricia, su jadeo era ya constante, verla en esa tesitura me ponía como una moto. ¡Joder! esto era un sueño.

Necesitaba asegurarme de las capacidades de Estel, hacía más de un año que ella no estaba con nadie según sus propias palabras, no quería que su primera sensación al penetrar la fuese incomodidad.

Lentamente le introduje mis dedos y arqueo su espalda en respuesta, sus pechos temblaron levemente erizando sus montes, no podía estar más preciosa aquella morena que me robaba el sentido. Su olor me invitaba a comerme la entera y con guarnición, pero decidí guardarme ese As bajo la manga para la próxima ocasión. Ninguno de los dos estábamos para demasiados previos, nuestro autocontrol ya estaba por los suelos. Los suaves y delicados movimientos de mi mamo contra su sexo anunciaban que estaba más que preparada para mí.

Con su cuerpo completamente a mi merced tras recibir esas gloriosas sacudidas por parte de mis dedos, me retiré de ella, levanté la vista y me crucé con unos ojos cafés brillantes y fijos admirando mi total desnudez. El hambre en su mirada era agonizante, hacia que mi miembro saltara de un brinco con solo eso. Me necesitaba y la necesitaba con urgencia, no podía imaginar una fantasía erótica más real que la que estaba allí aconteciendo, poseer a mi antojo el cuerpo de la morena que tanto había anhelado era perturbador.

Comencé a devorar sin piedad sus pechos mientras mis manos exploraban cada centímetro de su bronce y suave piel. Notaba como su placer iba en aumento, creciendo y subiendo con cada lametón hasta que la noté tensarse de una manera apremiante, por lo que me retiré de sus castigados senos, para céntrame de nuevo en su cara.

En el mismo instante que me crucé con su mirada sentí algo de lo más extraño, tan mágico que me perturbó, y no solo eso, ese sentimiento me parecía verlo reflejado en ella también, me sentía unido a ella, me dolió el pecho al percibir el ritmo del latir de mi corazón, mi instinto me desveló que probablemente era amor el que se filtraba por los resquicios de mis muros derribados, sobrevenía torrencial y constante, tanto que incluso comencé asustarme de los sentimientos que Estel estaba despertando en mi. Podía asegurar que esta era la primera vez que haría el amor, había caído ante ella como el gigante Goliat ante el pequeño David y mi entrega era total, no sólo en cuerpo sino en alma.

- Mi princesa eres preciosa.- es lo único que atinaba a decir desde el fondo de mi subconsciente sin llegar a saber si el sonido fluía por mi garganta.

Atraído de una forma inexplicable que me empujaba a besarla, respiraba aceleradamente, mi mirada superaba el fuego del deseo con creces.

Me situé sobre su cuerpo de forma que mi peso no recayera sobre ella, note como sus piernas se abrían al máximo para mí, acogiéndome en su centro, mientras mi miembro tomaba contacto familiarizándose con el terreno resbaladizo, sin más empujé hacia su interior con máxima precisión, estaba esperándome con anhelo y entré suavemente en el estrecho sendero. La noté tensarse bajo mi cuerpo, se me cortó la respiración por la contención del placer cuando la colmé en su total plenitud, la intensidad era tremenda, perfecta la unión tanto como encajaba yo en ella, como ella en mí, como si de un puzle se tratara.

Comencé a moverme con lentitud, Estel me robaba el aliento, era perfecta, su aroma, su tacto, su piel y toda ella, me sentía fascinado. Mis movimientos se volvieron más agiles, envistiendo con más fuerza, como si de un momento a otro pudiera desaparecer y desvanecerse entre mis manos. Estel en cambio estaba obnubilada, perdida en su propio placer, se aferraba a mi cintura con sus largas piernas, enroscándose con fuerza para no perder el fuerte ritmo que le estaba imprimiendo. Tuve que frenar mi ímpetu que se estaba volviendo salvaje, de pronto me pare para disculparme.

-Lo siento, es que... me enloqueces, eres tan cálida y te siento tanto.- Acercó comprensiva una de sus manos a mi mejilla en una caricia cómplice y apreté mi rostro contra su mano, cerré los ojos para intensificar la sensación de su tacto sobre mi cara.

- A partir de hoy soy adicto a ti mi princesa.- confieso mi debilidad sin mayor problema.

- Y tú mi adicción Theo desde siempre. Temo morir por sobredosis en estos mismos instantes.- anuncia con el rostro cubierto de perlas de sudor por el intenso castigo al que la estoy sometiendo.

Todavía no sé cómo he podido vivir sin ella tanto tiempo, más adictiva que la droga más dura, su aroma me provoca efectos alucinógenos tremendamente placenteros, los sonidos ininteligibles de su garganta provocan euforia y éxtasis en mi sistema, pero en contra posición es capaz de provocarme reacciones contrarias calmando mis ansias y relajando mi mente hasta asumir que estoy en el puto paraíso. Solo pensar que me falte mi dosis me hace enfermar, y desear tomarla una y otra vez.

Ante mi desvarío mental continuo el vaivén de caderas, pero esta vez, un poco más lento, se sentía increíble. Apretó sus piernas enlazadas a mí y la sentí mucho más profundo, mi brazo derecho envolvió su cuerpo y sujetó su cadera para mantenerla firme a mis embestidas.

Admiré sus deliciosos pechos como subían y bajaban con un ritmo marcado por mí mismo, había soñado con comerme aquellos pechos desde la primera vez que la vi y ahora por fin podía darme un festín. Y así lo hice, sin dejar de entrar en ella, con más lentitud, bajé mi boca a sus pechos y los volví a torturar con mis labios, con mi lengua, marcando con mis dientes un leve roce que la hacía retorcerse de placer bajo mi cuerpo.

De pronto la escuché gritar, gemir, gruñir mi nombre advirtiéndome que no bajara el ritmo, así lo hice, continué ofreciéndole el delicioso placer que me demandaba, noté como por mi propia espina dorsal baja me recorría la electricidad que indicaba que nos íbamos a correr a la vez, de forma sincronizada, tras escuchar mi nombre ser exhalado por su boca la descarga fue inminente. Habíamos no solo visto las estrellas juntos, sino que una super nova de proporciones astronómicas nos había asolado. En estos momentos todo se magnificaba, el dulce rostro de Estel jadeando ansioso por encontrar un resquicio de oxigeno, el olor que desprendía dulzón y adictivo, su piel brillante por la transpiración que me trasmitía una calidez y humedad desquiciante, había sido simplemente perfecto. Sentía mis sentimientos plasmarse de una manera como no lo habían hecho nunca en mi. La quería no tenía la menor duda.

Me retiré de ella lentamente para colocarme a su costado, parecía exhausta pero a la vez pletórica. Su brillante mirar me encandilaba arrancándome una sonrisa idiota. Cuando por su boca salieron las palabras mágicas.

- Te quiero Theo.- Siseo mientras acariciaba con sus manos mi pecho.

Rodeé su cintura con mi brazo para ajustarla a mi cuerpo, esas tres palabras se me clavaban en el alma, pronunciadas por ella elevaban el significado a la máxima potencia. Mi primer impulso fue besarla suavemente en los labios inflamados y enrojecidos por la posesión de mi boca, que volvían a atraparlos hambrientos todavía de ella. Era como si no tuviese nunca suficiente de ella. Me obligue a separarme y a observarla detenidamente.

- Yo también quiero a mi princesa.- Aun que creí que las palabras saldrían de mi boca con dificultad al admitir por primera vez tal sentimiento, no fue así ,fluyeron sin más calentando mi alma y elevando mi ánimo por las nubes.

Tanto tiempo me negué a que habitara en mi interior el amor, que sentía pavor que no fuese capaz de corresponderla como se merecía. Pero con ella todo es sencillo, se simplifican las cosas de una forma natural, que me hace sentir completamente cómodo, era la sensación de haber culminado con la última pieza del rompecabezas, todo encajaba en su sitio.

Aunque no lo supiera ni yo mismo, Estel siempre fue dueña de este corazón Osado. En cambio siempre supe que su corazón era y será mío por derecho, porque en eso le era imposible engañar me, ella es transparente y por eso la amo más si cabe.



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