La puerta se abrió con un quejido. Los ojos de Zoro se intentaban acostumbrar a la oscuridad. No quería despertar a la arqueóloga bruscamente. Al fin distinguió una silueta recostada sobre una cama. Se acercó a ella esquivando los objetos tirados por el suelo: ropa, libros, material de cartografía...
Cuando estuvo a su lado la observó largo rato y se arrepintió de tener que despertarla por simple capricho. Tenía un sueño plácido y sereno. Ella estaba recostada sobre su lado derecho, con las piernas encogidas y las manos bajo su cabeza. Estaba adorable. Solo vestía una camiseta de manga corta que le cubría lo necesario. Zoro sonrió al ver que era una de las suyas.Comenzó a zarandear suavemente el cuerpo de la chica.
-Despierta dormilona... - la angustia le consumía la voz. - Abre los ojos por favor.
Todo el miedo que se iba acumulando en su mente sobre si sus pesadillas habían sido en realidad un sueño premonitorio se desvanecieron cuando una somnolienta Robin se sentó al borde de la cama frotándose los ojos.
-Ven aquí. - dijo la morena dejándole sitio en la cama. Zoro se tumbó junto a ella y le besó la frente, la nariz y los labios. Fueron besos dulces de agradecimiento.
Dormía con ella cada vez que algún temor asaltaba su mente en sueños, es decir, todas las noches. Pero Robin no protestaba, solo se despertaba y dócilmente lo recostaba en su pecho medio dormida. Amanecer con ella al lado era la felicidad de Zoro.
Aunque se quedaba con los ojos cerrados, el espadachín nunca dormía. Porque no quería y no podía. No desaprovechaba la oportunidad de ver a aquella maravilla de la naturaleza dormir. Y verla despertarse sí que era un lujo. Era preciosa y no se daba cuenta. ¿Qué idiota cerraría los ojos teniendo semejante mujer a su lado?
Además, aunque ella se lo pidiese, no podía conciliar el sueño sintiendo su calidez tan cerca. A Zoro le gustaba pasar la mano por las curvas bien definidas de su chica y acariciarle el rostro dormido. Su olor a flores lo seducía y se le metía tan dentro que luego era imposible dejar de oler a ella, por muchos baños que tomase. Así fue como la banda descubrió que dormían juntos: él olía a ella y ella a él.
Zoro se sonrojaba al pensar en ella usando su camiseta al ir a desayunar. «Es mía y quiere serlo» pensaba lleno de orgullo. Le quedaba tan bien...
Ella era alta y delgada, por lo que la camiseta le llegaba hasta la mitad del muslo y le quedaba anchísima, por eso la usaba sin sujetador.
Zoro pensaba que no era un hombre celoso, sin embargo, no podía soportar las exageradas reacciones del cocinero al ver a Robin recién levantada. Esa era otra de las razones por las que dormía con ella: para ser el primero en ver sus ojos azules siempre expectantes a lo que sucedía en el mundo.
Pegó la frente a la de la mujer, que dibujó una media sonrisa.
-Duérmete, pesado. Deja de mirarme.
-Creída. Déjame dormir, morena. O de lo contrario... - la agarró de la cintura y la atrajo hacia sí con un aire juguetón.
-Que te duermas, Zoro. - rió ella. Acto seguido le besó los labios y le acarició la cara hasta que el espadachín fue cayendo en un profundo sueño.
Mihawk sostenía su espada cuyo filo apuntaba al pecho de Zoro, que se encontraba frente a él con los brazos extendidos. Con un rápido movimiento, la espada impactó en un cuerpo. Pero no era el del peliverde, era el de Robin, que se había interpuesto entre Mihawk y Zoro. La arqueóloga se desplomó en brazos del muchacho. Este solo podía observar la gran herida abierta que recorría el pecho de la mujer. Ella lo había salvado de una muerte segura.
Gritó.
No sabía si estaba soñando o esta era su realidad. Bramó el nombre de Robin mientras lloraba.
Unas manos le rodearon la cintura y le acariciaron el pelo. Pasó los dedos por la espantosa cicatriz del pecho y comprobó que todo le había sucedido a él. Nadie le había hecho daño a su Robin. Qué tontería, ni siquiera la conocía cuando todo aquello había sucedido. Su mente podía crear recuerdos nítidos como si fuesen reales, y eso le asustaba, y mucho.
-¿Lo de siempre? - le susurró Robin tiernamente, como una madre que le habla a su hijo asustado. El espadachín hundió la cabeza a su pelo y asintió. Sus musculosos brazos estrecharon la cintura de la chica. «Ojalá pudiera parar el tiempo y tenerte siempre así» pensaron ambos.
-No me va a pasar nada, Kenshi-san. Sé defenderme sola y si no, siempre estarás tú. Nunca olvidaré cómo me defendiste ante Aokiji. -Zoro sonrió en la oscuridad. - Cuando aún eras demasiado machote para admitir que sentías algo por mí.
-Estúpida mujer... - esta vez fue Robin la que soltó una carcajada.-Qué bonito suena cuando ríes. - la arqueóloga enrojeció. - Pero cállate que vas a despertar a toda la tripulación. - Zoro recibió un golpe en la cabeza. - Y no quiero que vean lo que te voy a hacer.
Robin hizo un puchero como si fuera una niña y le dio la espalda al espadachín.
-¿Te has enfadado, pequeñaja? - preguntó el muchacho divertido.
-Uno, soy mayor que tú. Dos, no me he enfadado.
-Uno, no lo parece, gruñona. Dos, no importa, sé cómo quitarte el enfado.
Zoro comenzó a besarla: en la mejilla, en la punta de la nariz, en la comisura de los labios, en el cuello... Robin se estremecía cada vez que el espadachín le rozaba la piel con los labios. Siguieron jugueteando como dos niños hasta que llegó el alba.
Cuando los primeros rayos de sol atravesaban la ventana del camarote, Robin apoyó la cabeza en el pecho de Zoro y durmió. Hasta su manera de respirar volvía loco al espadachín.
Le dejó la cabeza sobre la almohada y se retiró a su camarote. Se acostó en su cama pensando en Robin con los ojos cerrados y pronto sus ronquidos llenaron la habitación. La banda estaba a punto de despertarse.
¡Buenos días o tardes o noches! Antes que nada decir que espero que os haya gustado, que me perdonéis si la veis más flojilla y tal, es porque la escribí anoche medio dormida ya que me vino la inspiración. Así de golpe y porrazo.
Wattpad me está dando problemas. No se qué de sincronización con otro dispositivo... ¡pero si yo solo escribo desde mi teléfono! Cada vez que bachillerato (por qué tuve que coger ciencias) me da un respiro e intento actualizar no me funciona nada. Wattpad me boicotea la historia. Viva.
Así que quizás no suba en un tiempo. Si estáis leyendo mi lenta agonía ahora mismo es que Jesucristo me ha prestado ayuda divina para publicar. Tengo otra idea para un fic. Ya veré si puedo realizarla o no. (Debo solucionar los problemones que me da la vida. Esto es un drama).
En fin, ya me callo. Mil besos a los que me votan y comentan siempre. Y a los que no, los animo a hacerlo. ¡Nos leemos!