Los Sombrero de Paja dormían plácidamente en la cubierta del Sunny tras una noche de fiesta. Celebraban que Brook se había unido a la tripulación. Los juegos, canciones y bailes duraron hasta pasada la media noche, tras la que uno a uno, fueron cayendo en un profundo sueño.
Todos, excepto Zoro, al que ni el más fuerte sake podía derrumbar. A sus 19 años, podía aguantar sin tambalearse cantidades inhumanas de esta bebida. Pero claro, todo el alcohol acumulado tenía efectos en su sistema nervioso.
El peliverde notó cómo su mente intentaba mandarle algo. Se esforzó en hacer la orden nítida, pero a aquellas alturas de la noche había perdido demasiadas conexiones neuronales. Pensó en ello hasta que descifró lo que su mente quería decirle.
-¡Ir al baño! - y corrió como si se le fuera la vida en ello.
Tras dos minutos dando vueltas por el barco, quejándose por el cambio continuo de las estancias, consiguió llegar a donde quería. Pero para su sorpresa, el baño ya estaba ocupado. Nico Robin se había quedado dormida en la bañera.
El espadachín entró intentando hacer el menor ruido posible. No quería parecer un pervertido y mirar a la mujer, pero necesitaba entrar. Y para qué engañarse, también necesitaba mirarla.
Zoro sabía que estaba enamorado de Robin desde que ella los dejó en Water 7. Cuando se enteró de que se había marchado, algo en él se rompió, demostrándose así que algo ocurría con ella. La morena era tan distinta a Nami... quizás era ese aura de adulta inalcanzable que poseía lo que la hacía tan llamativa para Zoro. Fuera como fuese, él conocía la situación de ambos y sabía que nada ocurriría entre ellos dos.
O al menos eso pensaba hasta aquella noche.
A pesar del duro entrenamiento que le habían dado en su ciudad natal, que le preparaba para enfrentar las debilidades del ser humano, no pudo evitar mirarla. Robin solía bañarse con espuma, pero aquella vez, su cuerpo estaba totalmente expuesto, debido quizás a la cantidad de alcohol ingerida esa noche. Se había recogido el cabello para no tener que acostarse con el pelo mojado. Una pierna y un brazo descansaban por fuera de la bañera y con la otra mano se sujetaba la cabeza.
Zoro olvidó el propósito con el que había entrado en el baño y se acercó a la mujer.
-Se va a resfriar. - comentó con las mejillas rojas. - Me la llevaré a mi cuarto.
Era totalmente consciente de que el sake no lo dejaba pensar con claridad y que le hacía tener ideas estúpidas, no obstante, nunca se había sentido mejor.
Tenerla en brazos fue para él una sensación casi divina. La había cubierto con su camiseta, pues además de pretender ser un caballero, no admitiría que ninguno de sus compañeros la viese desnuda. Era una visión de la que sólo él era merecedor.
Robin no pesaba mucho a pesar de lo alta que era y de sus voluptuosas curvas, aunque bien es cierto que el espadachín podía levantar objetos mil veces más pesados. A Zoro le habría encantado entrenar junto a ella, y besarla cada vez que lograba un objetivo. Le habría encantado simplemente besarla.
Pero eso no era posible. La mujer que tenía en brazos nunca se fijaría en un mocoso como él.
O al menos pensaba hasta esa noche.
Cuando la tumbó en su cama y la tapó, deseó acostarse junto a ella. Pero no lo hizo. El espadachín se apoyó en la pared y la observó mientras dormía. El sake estaba dejando de hacer efecto, pues se preguntaba con temor cómo reaccionaría Robin al darse cuenta de lo que había hecho. Decidió solucionar esto yendo a la cocina a por más sake.
Tras dar varias vueltas por el barco, llegó a su destino y comenzó a abrir armarios y cajoneras, buscando una botella que aliviara sus penas nocturnas.
-¿Buscabas esto? - dijo una voz a sus espaldas. El espadachín se giró y vio a Nico Robin sosteniendo una botella de su sake preferido. Seguía llevando la camiseta, que casi no disimulaba el busto de la mujer.-Cuánta belleza junta. - exclamó el espadachín mirándola sin tapujos. Nada importaba, ella también estaba borracha.
-Vaya, Kenshi-san. Parece que nos vamos a divertir mucho esta noche. - Robin se sentó en la mesa.
-Por fin me tocaba algo de diversión contigo. - Zoro se acercó y le soltó el recogido, dejando que su cabello negro cayese sobre sus hombros.
La arqueóloga le tendió la botella y este la aceptó de buena gana. Bebió un sorbo y se la devolvió. Ella hizo lo mismo y cuando depositó la botella en la mesa posó sus labios en los de Zoro. Este, sin inmutarse siquiera le pasó las manos por la cintura y la atrajo hacia sí. La única barrera que tenían en ese momento era la camiseta que Zoro le había puesto por encima. Al deshacerse de ella, sus pieles al fin pudieron tocarse como siempre habían deseado.
Al despuntar el alba, Zoro y Robin se terminaban juntos la cuarta botella de sake. La cocina estaba hecha un desastre, al igual que ellos. Pero se sentían felices. Aunque el alcohol les había dado un empujón, sabían que lo que sentían el uno por el otro no era una simple pasión del momento.
-Me gustas, Robin. - afirmó el espadachín rompiendo el silencio. - Más te vale que lo recuerdes, nena, pues será difícil que lo repita.
Ella lo miró y asintió.
-Tú también me gustas. Incluso cuando eres un gruñón. - sonrió.
-No sé si es que llevamos mucho tiempo bebiendo o qué me ocurre, pero debo decirte que me encanta verte sonreír. - Zoro pasó un dedo por los labios de la mujer. - Eres guapa, Nico Robin.
-En efecto, demasiado sake por esta noche. -la arqueóloga le dió la mano al peliverde y lo levantó. - Vamos a la cama. - añadió con picardía.
-Te sigo, muñeca.
La resaca sería tremenda, pero ambos sabían que aquello que habían construido esa noche merecía totalmente la pena.
