-¿Podrías quitar los pies de la mesa?
Zoro levantó los ojos de la pantalla de su teléfono móvil y dirigió una mirada molesta hacia la voz que lo reprendía. Se llevó una sorpresa al descubrir que procedía de una mujer joven, para nada el prototipo de bibliotecaria-cortarrollos-ratón-de-biblioteca que solía merodear por la zona. Y además estaba buena. Leyó su nombre en la plaquita que portaba la mujer en el bolsillo de su recatada blusa, sin molestarse siquiera en ocultar que también le miraba los pechos.
-¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este, Nico Robin? - sonrió el peliverde, alzando una ceja.
-Decirte que quites los pies de la mesa y asquearme ante tu falta de originalidad. - su tono duro fue suavizado con una cálida sonrisa que pilló desprevenido a Zoro. El joven hizo caso a la bibliotecaria y se colocó en una postura adecuada según el lugar en el que se encontraba.
-Lamento haberla ofendido, bella dama. ¿Una copa? -《Esta no se me escapa》pensó.
-¿A las cinco de la tarde? ¿Pero tú eres mayor de edad? - rió Robin señalando el minijuego que aún parpadeaba en la pantalla del móvil de Zoro.
-Sí, señora. Tengo veintiún años y esto que ves es un mero entretenimiento para despejarme ya que mi ocupación actual exige gran esfuerzo mental.
-Señorita. - corrigió ella. El peliverde se regocijó al darse cuenta de que si ella le había dejado claro su estado civil era porque estaba algo interesada. - Matemáticas, ¿eh?
El libro de texto de Zoro y varios folios repletos de números casi ilegibles ocupaban gran parte de la mesa de madera alrededor de la superficie en la que el estudiante había depositado sus piernas, molestando a las demás personas que habían ido a la biblioteca a encontrar algo de tranquilidad. Robin suspiró y tomó una de las hojas.
-Lo mío es la historia, pero hay que saber de todo, ¿no? - dijo leyendo por encima el contenido. - Te ayudo. ¿Qué me das a cambio?
Por la mente de Zoro pasaron todas las respuestas subidas de tono que había aprendido a lo largo de su vida pero decidió guardárselas para cuando tomaran la copa.
-Quitaré los pies de la mesa. - dijo aún excitado a causa de sus pensamientos. Robin sonrió.
-Vale, vale. Sólo necesito que te largues lo antes posible. Estás interrumpiendo al resto.
El peliverde miró alrededor y se dio cuenta de que aunque la mujer y él hablaban en susurros, toda la biblioteca seguía su conversación atentamente y más de uno le daba un repaso a la morena de arriba a abajo.
-Trato hecho, seño.
Las dos horas siguientes fueron las más intensas de la vida de Zoro. Si la asignatura era difícil de por sí, el extra de una profesora sexy dándole clase no ayudaba para nada. El joven intentaba no entretenerse observando el subir y bajar del pecho de Robin a la vez que ella escribía números en el folio y le hablaba con dulzura. Imaginó cómo sería verla despertar por la mañana, con el pelo revuelto y sin las gafas que reposaban en su nariz y orejas. Deseó llevársela a la cama, o llevarla a cenar, o al cine. Hacerla reír. Conocer a sus amigas y quejarse de que se había aburrido. Abrazarla mientras estaban sentados juntos en el sofá. Quererla. Quererla mucho y cuidarla.
Sin embargo, tenía que aprobar como fuera la asignatura, así que se concentró cuanto pudo en lo que la bibliotecaria le estaba diciendo y se dejó llevar por los misterios y maravillas de las matemáticas.
Cuando acabaron, el peliverde estaba exhausto. En cambio, Robin parecía incluso más bonita y enérgica que antes. Zoro observó largo rato sus ojos azules hasta que ella chasqueó los dedos frente a su cara.
-¿Te has quedado más tonto de lo que eras antes? ¿O no me he explicado bien? ¿Empezamos de nuevo? - comentó con una sonrisa burlona.
-¡No, por favor! Lo he entendido todo. Gracias. Sólo es que parece que todo te sienta bien. - 《Ahora es el momento, Zoro》. El chico se aclaró la garganta. -Esto... ¿haces algo después?
-Sí, lo siento. - Zoro bajó la mirada, pensativo. Quizás tenía novio. O no le había gustado y la estaba molestando. En ese caso se iría y la dejaría en paz... -Salgo a tomar algo con un maleducado de pelo verde.
-¿¡De veras!? - gritó el joven golpeando la mesa. Todo el mundo dirigió su cabeza hacia la pareja.
Robin soltó una carcajada en voz baja.
-Calla o vendrá mi compañera. Te aseguro que no querrás ligar con ella. - La morena golpeó al joven en el hombro. - ¿Pensabas que con irte de aquí ya me ibas a devolver el favor? No, te vas conmigo y además pagas tú. Me lo debes.
Zoro contuvo sus ganas de bailar y reunió toda la madurez que le quedaba para citarse con ella en uno de los bares de la ciudad. Se intercambiaron los números y Zoro pensó que aquellos dígitos sí merecía la pena estudiárselos.
Recogió sus cosas raudo y veloz y emprendió una alegre vuelta a casa para arreglarse adecuadamente para su cita, no sin antes besar en la mejilla a la morena, que se tapó la cara con ambas manos para ocultar el rojo que cubría sus mejillas mientras todas las personas de la biblioteca que habían seguido la historia se fundían en aplausos y vítores. Ningún empleado se molestó en hacerlos callar.
Cuando la noche ya se había cernido sobre todos los locales de moda de la ciudad, que comenzaban a lidiar con el bullicio propio de la gente, Zoro ya se encontraba impaciente removiendo el fondo de su bebida. No todos los días salía con una chica así. Aunque el suscitaba miradas y era bastante atractivo, se sentía el hombre con más suerte del mundo al poder estar con ella.
Supo que la morena había llegado cuando todo el bar se quedó en silencio al verla entrar con un vestido rojo escotado, el cabello suelto y sus grandes ojos azules, esta vez sin gafas, acechando. Zoro sólo podía oír los latidos de su propio corazón, tal y como la primera vez que la vio.
¡Hola! He vuelto.
Sólo quería decir que agradezco mucho los comentarios pidiendo que siga escribiendo y me duele en el alma no poder satisfascerlos. Pero bueno, he conseguido superar la sequía y he logrado publicar algo. Espero que os guste.
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