El tren

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Zoro Roronoa llegaba tarde a clase. El último tren de la mañana salía en cinco minutos y él aún tenía que bajar dos pisos. Comenzó a bajar, saltando los escalones de cuatro en cuatro. Como iba mirando el suelo, no se dió cuenta de la mujer que se encontraba bajando distraídamente la escalera y se precipitó hacia ella. Zoro logró sostenerla por la cintura antes de que ella cayese.

Al cruzar miradas, él se sonrojó. Nunca había estado así de cerca de una mujer tan hermosa. Zoro era muy popular con las chicas en su escuela, pero a él no le importaba ninguna. Sin embargo, no podía dejar de mirar a aquella morena, que debía de sacarle unos años.

-Más cuidado la próxima vez, Kenshi-san. - dijo sonriendo coquetamente y señalando la katana que Zoro llevaba a la espalda. El chico la soltó y se mantuvo en silencio. -Se dice: lo siento, señorita. -susurró haciendo un puchero.

Le guiñó uno de sus ojazos azules y se giró airada.

-A ver qué se ha creído esta. -murmuró el chico, ofendido.

Llegó al andén a tiempo y sus pensamientos volaron. ¿Quién era ella? ¿Por qué la había tomado de la cintura? ¿Por qué no dejaba de pensar en ella? Zoro se sorprendió imaginándosela sin esa blusa y esa falda recta que tapaba sus piernas. ¿¡Qué le estaba pasando!?

Intentando tranquilizarse, subió al tren. Pero al mirar a su lado, la encontró a ella de nuevo.

-Joder. -murmuró.

Ella ni se inmutó, estaba enfrascada en un libro que sostenía en una mano mientras que con la otra iba agarrada para no caerse.

Era preciosa, eso no podía negarlo nadie. Algunos hombres del tren la miraban sin tapujos. Zoro sintió unas ganas tremendas de darles un puñetazo para que dejasen de mirarla tan lascivamente. Esos hombres le daban asco. Una mujer así era objeto de admiración. La blusa blanca ya falda burdeos en la que Zoro había pensado con anterioridad le sentaban como un guante y acentuaban cada curva. Era una mujer muy elegante.

Los ojos azules, fijos en el libro y siguiendo cada línea, eran realmente seductores. Sus labios formaban la más perfecta de sus curvas. Zoro se imaginó rozándolos con los suyos...

El chico agitó la cabeza y decidió mirar a otro lado. Pero ahí estaban los babosos de antes. Se distrajo pensando en su entrenamiento de esa tarde, pero a cada rato aparecía una morena manejando su katana. Cuando por fin se abstrajo lo suficiente, el tren frenó. Todo ocurrió tan rápido que cuando quiso darse cuenta, el muchacho estaba rodeando de nuevo la cintura de la mujer, que pegaba su pecho al del chico. Ella, un poco más alta que él, tenía los labios casi pegados al oído de Zoro.

-Hoy estás caballeroso, Kenshi-san. - sus palabras tamborilearon en los oídos de este, que se dió cuenta de lo que había ocurrido y nervioso atrajo más el cuerpo de la mujer hacia sí. - Y juguetón.

La morena se escapó de su abrazo con una media sonrisa y continuó leyendo. Zoro se sentía el ser más estúpido del universo.

Pero tenerla en sus brazos había sido maravilloso. Estaba prendado de ella y lo sabía. ¿Y si le preguntaba su nombre? ¿Cuántos años tendría? ¿Querría una cita con él? Pensando todo eso se sintió más estúpido aún. ¿Cómo una mujer como ella se fijaría en un chaval como él? A pesar de haber cumplido los 19, Zoro se sentía un prescolar junto a la morena.

Su parada llegó y descubrió que ella se bajaba en el mismo sitio. Maldijo a todos los dioses que conocía por haber puesto a aquella musa en su camino, si no podía hacer nada por ella.

Caminaba tras ella, observando inconscientemente su trasero. Distraído, se dió cuenta de que había llegado a su escuela. Y ella entraba también en el edificio.

Kenshi-san [Zorobin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora