-Kenshi-san. - murmuró la arqueóloga. - ¿En qué piensas?
Zoro dejó suavemente la pesa en el suelo. Estaba tan acostumbrado a que ella interrumpiese sus entrenamientos que ya no le causaba impresión alguna cuando su vocecita rompía su concentración. En realidad, tenía ganas de que ella, apoyada en la puerta del puesto de vigía, le hablase de cualquier nimiedad como sus flores o sus libros. Pero le gustaba oirla hablar. Era una especie de paz mental tras un día de entrenamiento.
Zoro cogió una toalla y se secó la frente. Aún no se había girado para mirarla y se moría de ganas por verla. A esas horas de la tarde, Robin ya se había dado un baño. Ya tendría el cabello casi seco y un pijama puesto. Ya se habría leído uno o quizá dos libros. El muchacho jamás entendió el afán de la mujer por la lectura, pero realmente la admiraba por ser tan inteligente y a la vez tan fuerte en el combate. Nunca le dijo nada de eso, pues mantenía la misma postura del día que se conocieron: frío y distante. Pero su alma le incitaba a hacer ciertas cosas contrarias a lo que él se forzaba a creer.
«¿Que qué pienso? Pues verás. Pienso en ti. Siempre pienso en ti. Desde que te conocí tengo un debate interno sobre cómo portarme contigo. Mi cerebro quiere repudiarte pero mi corazón... bueno... yo... no te odio. Eres una gran compañera para mí. Eso es lo que pienso.»
-En nada, tonta. ¿Qué quieres? - dijo Zoro cruzando los dedos para que ella no hubiese adivinado su pensamiento. Por la manera de mirar de Robin parecía que le hubiese leído la mente.
-Hablar. ¿Puedo...? - antes de que acabase, Zoro ya se había sentado en el sofá. Le indicó que se sentase junto a él y así lo hizo.
La proximidad de sus cuerpos alteraba la cordura de Zoro. Esa noche no llevaba el pijama tapado y antierótico al que este estaba acostumbrado. En su lugar, llevaba un camisón corto y rojo con las tirantas caídas.
«Nico. Robin. Detente. Por. Favor.»
-Di ya. Estoy ocupado. - «ocupado mirándote el escote.»
-Esto... Llevo varios días queriendo hablar contigo seriamente. Lo que pasa es que me impones tanto que... Tampoco quiero molestar.
-No molestas. Al grano. - dijo Zoro mirando a otro lado.
Ella se estiró, se miró los pies descalzos y se balanceó. Zoro golpeó el suelo impacientemente con el pie. Parecía que la locuaz Robin no lograba encontrar palabras para describir lo que sentía. El silencio se hizo eterno para él.
-Sé que no debería saberlo, pero me pareció muy valiente lo que hiciste por Luffy en Thriller Bark. Yo... usé mi poder para enterarme. Lo siento.
Sin embargo Zoro no dijo nada. Ni se fue, como hacía siempre que Robin le preguntaba algo comprometido. Al ver que pisaba sobre terreno seguro, Robin continuó.
-También quería darte las gracias. Por estar siempre ahí. Por salvarme de Aokiji aunque tú sufrieses daños. Por luchar tan duro por conseguir la llave de mis esposas de kairouseki en Ennies Lobby. Simplemente por venir a por mí siempre. También por sostenerme tras recibir el ataque de Enel. Yo... seguía consciente en ese momento. Gracias. Me sorprende que siempre me protejas aún sabiendo cuánto me odias. Sé que no quieres hacerme la estancia aquí fácil, pero sin embargo lo haces. Y lo que hiciste en Thriller Bark... no sé cómo agradecértelo. Nos salvaste la vida. Muchísimas gracias, Kenshi-san.
Y los labios de Zoro impactaron con los de Robin. No sabía qué estaba haciendo ni por qué. Sólo sabía que aquella sensación era placentera y era la manera perfecta de decirle "de nada". Y parece que ella entendió el mensaje.
-Y ahora, calla. - dijo él cuando se separaron. Le rodeó la cintura con la mano y la atrajo hacia sí.
Robin sintió la vibración de las cuerdad vocales apoyada en el pecho del espadachín. Cerró los ojos. Nada podría haber salido mejor.
Después de un prolongado silencio en el que sólo se escuchaban las respiraciones de los dos, Robin habló.
-¿Por qué entrenas tanto? Eres fuerte, valiente y leal. Siempre serás el segundo de a bordo.
-Porque quiero protegerte, Nico Robin. Nunca había sentido eso por nadie. Siempre había creído en que una mujer puede defenderse sola y sin embargo, llegas tú. Puedes luchar, pero hay algo en mí que me obliga a vigilarte y defenderte si hace falta. Está en contra de mis principios, pero, desde que te conocí todo son contradicciones. ¡Deja de mirarme con esos ojos! -la reprendió. Ella apartó la mirada y él le sujetó la barbilla. - Podría ahogarme en esos ojos azules y aún así me sentiría el hombre más afortunado del mundo. Compréndeme, Robin. Te he tratado así porque me pierdes. Soy débil contigo. Y esa es la otra razón por la que entreno tanto. ¡Otra contradicción! Si entreno, me haré más fuerte para protegerte, pero también para olvidarte.
-Aún eres joven, Kenshi-san. -rió la morena. - Eso que me describes es el amor.
-Sí. - suspiró.
Ese "sí" fue la declaración de amor más bonita que Robin podría haber imaginado de los labios de aquel muchacho siempre malhumorado. Y ella no podía corresponderle más.
Al principio era sólo curiosidad. Él era muy atractivo, eso era innegable. Pero, ¿qué había tras esa muralla que él solito se había construido? Robin era arqueóloga, podría estudiar lo que había detrás sin destruirla. No podía negar que le encantaba ese Zoro altivo y frío, a pesar de ser casi un niño.
Robin se durmió en los brazos de Zoro sonriendo. Mecida por las olas, soñó con otros mares, otras islas, otras tierras... que ella recorría persiguiendo su sueño, pero siempre de la mano de él.
HOLA.
Sé que hace tiempo que no escribo pero, ¡es que no tengo tiempo ni para pensar sobre qué escribir!
Y aquí pues he juntado varios motivos por los que shippeo Zorobin. Tengo mil más pero estos están argumentados.
Ea. Sólo decir que tengo que adelantar en el anime para seguir escribiendo, así que quizá el próximo capítulo tarde en llegar. ¡Pero no abandonéis Kenshi-san!
Eso es todo. ¡Buenas noches!
Pd: no es todo. Me hace ilu comentar que me estoy haciendo un cosplay de Sanji de chica. MUCHA ILU.