Espectro

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-Deberías acostarte. Es tarde. - dijo una voz a espaldas de Robin, que se encontraba leyendo en su escritorio.

La mujer, asustada, tiró el libro y se golpeó sin querer con las patas de madera. La impresión había hecho que un escalofrío recorriese su cuerpo. Reconocía aquella voz. Y adoraba escucharla.

-Kenshi-san. - suspiró una vez calmada. Se giró hacia su acompañante y le dedicó una tibia sonrisa. - Qué alegría verte.

Y nunca había estado más acertada en sus palabras. Verlo allí, en aquel momento... La hacía realmente feliz. No obstante, a más felicidad que sentía, más pánico sentía de que aquella figura masculina frente a ella fuera sólo un reflejo y se desvaneciera al más leve suspiro.

-Pensaba que te sorprendería más. Sí que eres una mujer complicada, tonta. - el muchacho se acercó a ella y la besó en los labios, haciendo que cualquier temor desapareciera. Ella lo estrechó contra su pecho.

-No sé qué decir, Zoro. Tenerte aquí de nuevo... ¿es esto real? - dijo la morena con lágrimas en los ojos.

-Sólo si tú quieres que lo sea. - contestó el peliverde hundiendo su cabeza en el cabello de su chica.

Permanecieron así un rato, disfrutando del roce de sus cuerpos. A cada minuto que pasaba, Zoro se enamoraba más del olor a flores de Robin.

-Te he echado de menos. - susurró él.

-Y yo a ti. Y toda la tripulación. - contestó ella haciendo lo mismo. Cuando se quedaban a dormir juntos, acostumbraban a hablar en susurros, en parte porque no querían despertar a nadie y por otro lado porque susurrar les otorgaba una intimidad especial. - ¿Has ido a verlos?

-Primero quería estar con mi chica. - Robin se sonrojó. - Por cierto, ¿es normal que estés incluso más hermosa que cuando me fui?

Robin sollozó y Zoro la reconfortó en sus brazos. Se sentaron juntos en la cama, con la única iluminación de la luz de la mesilla.

-Bueno, bueno... - el peliverde pasó sus manos por los brazos de ella. - No hablemos de eso. Pero no llores. No pasa nada. ¿Por qué no estabas dormida?

-Sabes que no duermo desde aquel día. Prefiero leer y abstraerme.

-¿Cómo se tomó el capitán lo mío? - preguntó Zoro curioso.

-Luffy... no es el mismo.

-Robin, estoy aquí. Contigo. Tenemos mucho de lo que hablar. Así que, por favor, contéstame.

La arqueóloga apoyó la cabeza en su hombro e hizo oídos sordos. Zoro se dió por vencido.

-¿Cuándo te irás? - preguntó ella.

-Sólo me dejan estar aquí una noche - contestó él sosegadamente. Ella tardó en contestar. El dolor se había apoderado de su alma nuevamente. Cuando llegase el momento de su partida, todo lo que había sufrido hacía escasas dos semanas, volvería a repetirse.

-Bésame. - pidió ella al fin, resignándose.

-Esperaba que me lo pidieras.

Y el peliverde cumplió su petición.

Después de una tanda de besos, caricias y abrazos, que duró gran parte de la noche, Robin entrecerraba los ojos sobre el cuerpo del espadachín. Pasaba el dedo sobre la cicatriz del pecho de este, que se había quedado realmente fea tras el encuentro con Kuma.

-Ojalá hubiese sido yo la que hubiese protegido a nuestro capitán. No me importa morir.

-No digas tonterías. ¿Y lo bien que ha quedado mi nombre? Zoro Roronoa, muerto defendiendo a su capitán tras una ardua batalla.

Al oír eso, las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Robin. Le dolía. Le dolía muchísimo.

Robin estaba inconsciente en el momento que ocurrió todo. Según Sanji le contó, Zoro había entregado su vida a cambio de la de Luffy. Quizás hubiera sobrevivido en condiciones normales, pero el espadachín había participado junto a sus compañeros en una batalla contra una bestia gigante. Robin se odiaba por no haber podido cambiar su vida por la de aquel joven cuyo futuro era prometedor y brillante. Y no sólo eso. Robin amaba a Zoro.

Cuando despertó y sus compañeros le contaron entre lágrimas la triste noticia, el mundo se le vino encima. El hombre que más quería en el mundo, estaba muerto.

Pataleó y gritó durante días. Para que no cometiese ninguna locura, Nami se encargó de ella. Cuando las cosas no parecían mejorar, Luffy habló seriamente con ella. Le dijo que no era la única que había perdido a un compañero, y que no querían perder a otro innecesariamente. Robin le hizo caso, pues Luffy sabía de lo que hablaba y la comprendía, pues Zoro había muerto protegiéndole. La culpa lo carcomía.

-¿¡Por qué tuviste que morir!? - lloró Robin en el pecho de Zoro. - ¡Ibas a convertirte en el mejor espadachín del mundo! ¿¡Por qué, Zoro!?

-Mi sueño nada vale si mi capitán está muerto. Sería un inútil si no hubiese podido salvarlo. Lo mismo contigo. No podría perdonarme el no salvarte. Entiéndelo, por favor.

-¡No! ¡No lo entiendo! - la morena forcejeó con él.

-No importa. Lo hecho, hecho está. Sólo te queda aceptarlo, mujer. - dijo pacientemente Zoro, acariciando su pelo para tranquilizarla.

-Déjame morir contigo. - pidió ella intentando parecer calmada. Era raro verla tan exaltada.

-Oh no. No te salvé en Ennies Lobby para que me vengas con esa tontería. Recuerdo muy bien lo que dijiste.

Ella ocultó su cara en el pecho del espadachín.

-Lo siento...

-No lo sientas. Yo también echo de menos tu rostro cada mañana, verte leer libros todos los días, intentar hacerte el desayuno, hacer como que te escucho cuando me hablas de tu investigación...

El comentario hizo reír a Robin. Era increíble cómo aquel hombre gruñón conseguía sacarle una sonrisa. Habían avanzado tanto desde aquel día que se conocieron en el Merry... pero pensar que todo eso había acabado los sumía a ambos en una tristeza indescriptible.

El sol comenzaba a colarse por las rendijas de la ventana del camarote. Había llegado la hora de la despedida.

-Yo siempre te voy a querer, Zoro. - Robin se anticipó a lo que el espadachín iba a decirle.

-Y yo a ti. Como el primer día. - ella le dedicó una hermosa sonrisa. - Joder, no me canso de decirte lo guapa que eres. Lo peor de estar muerto es no hacerte sonreír, Nico Robin.

Ella contestó dándole un suave golpecito a modo de agradecimiento.

-Prométeme que vas a vivir. - continuó Zoro. La morena asintió, tomándole la mano. - Tengo que hablar con Luffy. Le pediré también que te cuide por mí.

-Gracias por venir a despedirte de mí. - dijo Robin.

-Debía hacerlo. Pero esto no es un adiós. Te veré en la otra vida. Tienes que contarme todas tus aventuras y el resultado de tu investigación, ¿eh? No olvides que estoy enamorado de ti, hasta muerto.

Zoro besó a la chica en la frente, y luego en los labios. Robin ocultó su rostro en la camiseta de este y lloró. Pero al abrir los ojos y separarse de él, se dió cuenta de que estaba abrazando a su almohada. Zoro había desaparecido.

Sin embargo, Robin estaba segura de que lo vivido aquella noche era real. Todavía sentía el beso que Zoro le había dado en los labios.

Kenshi-san [Zorobin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora