-¡Rápido niñata, tenemos que partir ya! - gruñó un molesto Zoro sentado en un inestable bote. A su alrededor, una chica de pelo rosa y largos tirabuzones comprobaba si todo su equipaje estaba listo.
-¿Podrías callarte y dejarme pensar, estúpido? ¿Has visto a mi osito? - dijo Perona, revoloteando alrededor de sus veintidós maletas, gracias a su fruta del diablo.
-¿No estás mayorcita para ir jugando con muñequitos? - resopló Zoro.
-¿Y tú no eres demasiado joven para estar siempre borracho? - contestó ella, declarándose ganadora al instante de aquel duelo.
Zoro decidió callar, no quería iniciar una batalla verbal con la mujer que le iba a ayudar a volver a Sabaody. Y en cuanto al alcohol, Perona tenía toda la razón. El espadachín bebía más de la cuenta tras entrenarse duramente con Mihawk y le contaba todas sus penas a la joven pelirrosa, que intentaba meterlo en la cama antes de que se pusiera a llorar o algo por el estilo. Perona conocía las quejas de su "querido compañero" casi de memoria.
-Que sí, que esto me lo contaste ayer. - chillaba la chica fantasma quitándole todas las botellas. - ¿Quieres dejar de beber ya? ¡Padre Mihawk se enfadará con nosotros! Ojalá fueras un adorable peluche...
-Cállate. Si tú la hubieras conocido... - dijo el muchacho con tranquilidad, sacando una sexta botella de su kimono y tomando un trago. - Es maravillosa. Muero por ver cómo está ahora.
-De hecho, sí la conocí, pesado. En Thriller Bark. Y... sí, era mona. Pero no tanto como yo. - Perona rió como ella solía hacerlo y colocó las manos como si fuera un angelito. Zoro no contestó. - Además, tú nunca tuviste nada con ella, ¿no?
Zoro agitó la cabeza, afligido. La expectación de Perona sobre el asunto iba aumentando.
-Yo antes quería evitarla. Porque no entendía muy bien lo que siento. Ya sabes, soy un terco y un idiota, y nunca he estado con ninguna mujer.
-Quién querría estar contigo... - murmuró la pelirrosa, sirviéndose algo de sake para aguantar mejor la noche que se le venía encima.
Volviendo al presente, en el que Perona al fin había encontrado su osito y Zoro había intentado irse dos veces sin ella, ambos iniciaban una disputa sobre quién manejaría el timón.
-¡Las princesas no debemos realizar trabajo físico duro! - proclamaba Perona subida en una piedra.
-¡Puedo manejar por mi mismo este trasto, tú sólo debes izar las velas! - gritaba Zoro desde abajo, haciendo aspavientos.
-Zoro, debes marcharte ya. Deja que Perona sea la capitana por una vez. - la chica dio un salto de alegría y se posó junto al que había sido como su padre los últimos dos años, Mihawk. - Tened cuidado. Ya nos veremos, Roronoa.
Este inclinó la cabeza en señal de respeto y se alejó junto a su jaleosa compañera hacia la barca. Se introdujo en ella y cerró los ojos dispuesto a dormir todo el camino, pero la voz chillona de Perona evitó que el espadachín alcanzara el sueño.
-¿Y bien? ¿Qué harás con esa... cómo se llamaba?
-Robin. Y nada. Absolutamente nada. Déjame dormir, pesada.
-¿Me estás diciendo que después de todo lo que me has molestado con el mismo tema no vas a declararte? ¿Eres estúpido?
-No es de tu incumbencia.
-Vamos, yo te ayudaré. - dijo ella ignorando el comentario.
-Déjame en paz. ¿Crees que no estaría ya con ella si pudiera? Robin es inalcanzable. Simplemente es hermosa y lo sabe.