-Tanto tiempo, mujer. - murmuró Zoro Roronoa, capitán de las tropas del East Blue de la flota de Sombrero de Paja.
Robin exhibió una sonrisa burlona tras quitarse la capucha que le ocultaba el rostro. La taberna en la que se encontraba pareció no notar su presencia, pues el bullicio continuaba mientras los camareros danzaban entre las mesas.
-Vaya, he perdido facultades. No has tardado nada en reconocerme. - la morena se deshizo de su capa y tomó asiento en la barra, junto a su compañero.
-El olor a flores... - contestó él a la vez que alzaba la mano para llamar a la tabernera. - ¿Qué bebes?
-Ya no bebo. - dijo Robin acercándose a su rostro. Zoro emitió una sonora carcajada. -¿De qué te ríes? He decidido dar ejemplo a mi tripulación.
-Apostaría mi otro ojo porque ahora mismo están descorchando todas las botellas que tenían escondidas.
Robin rodó los ojos y se dio por vencida. Tampoco estaba dispuesta a oponer mucha resistencia. Hacía tiempo que no veía a Zoro y aquel podía ser un encuentro muy prometedor.
-Está bien, pero tú invitas. - Zoro levantó el puño en señal de victoria. Pronto, un licor de un color rosa fue depositado frente a la mujer en una copa transparente. Ella tomó un sorbo, coqueta. - Y bien, ¿de qué querías hablarme?
-Sólo quería verte. - dijo Zoro mirándola directamente a los ojos.
Robin se hizo la ofendida aunque era justo la respuesta que estaba esperando.
-¿Quieres decirme que me he recorrido todo Grand Line para encontrarme contigo a pesar de que mi recompensa actualmente sobrepasa los 500.000 Berries y soy la mujer más buscada del planeta, teniendo que mover a toda una tripulación de vagos para cruzar aguas muy peligrosas lo más rápido que me ha sido posible, creyendo que era una emergencia, pero tú sólo querías verme? - Zoro asintió tragando saliva, temeroso de la reacción de la morena. Acababa de recordar que ella era una asesina despiadada y temía por su vida.
Sin embargo, Robin se acercó juguetona a su oído y rodeó su ancha espalda con los brazos, pegando su voluptuosa delantera a su pecho.
-Aquí me tienes. - susurró.
El rostro de Zoro volvió a colorearse de rojo, como solía hacerlo cuando convivían en el mismo barco y se dedicaban miradas de deseo. Aquella repentina declaración hizo que los dos años que se habían pasado separados manteniendo la paz por todo Grand Line tras haber encontrado el One Piece, merecieran la pena.
-¿En tu barco o en el mío? - dijo el peliverde a la vez que sacaba a la mujer de la concurrida taberna. Ella le contestó con una risita traviesa y decidió dejarse llevar por el joven.
En efecto, la tripulación de Robin había decidido iniciar su propia fiesta en ausencia de la capitana, y no se dieron cuenta de que ella había vuelto a su camarote con un acompañante de pelo verde.
Parecía que el tiempo no había pasado por ninguno de los dos. Cada roce de sus cuerpos emitía la misma chispa que había surgido entre ellos hacía un par de años. Habían tenido tiempo y espacio para conocer a otras personas pero no habían querido hacerlo. Por eso, su relación apenas se había enfriado.
Ambos yacían abrazados en la gran cama de Robin, únicamente arropados por las sábanas. Zoro describía círculos en el hombro de Robin con el dedo. Ella dormitaba sobre su musculoso brazo. El joven pensó que estaba preciosa, pero no se lo dijo. Los primeros rayos de sol estaban a punto de asomar por la escotilla, lo que significaba que ambos debían tomar un nuevo rumbo antes de ser localizados por la Marina. Era la hora.
-Eh, me tengo que ir. Déjame moverme. - susurró a la mujer, que abrazó su torso con fuerza.
-No quiero. - dijo adoptando el tono de una niña pequeña.
-No hagas las cosas más difíciles, Robin. - la regañó el peliverde intentando apartarla.
Pero Robin utilizó su poder e inmovilizó al joven.
-A dormir. - musitó satisfecha.
-¡No! - el muchacho forcejeó con todas sus fuerzas pero se dio por vencido al darse cuenta de que la morena se estaba partiendo de la risa. - Oye, si me sueltas ahora prometo comprarte una casa donde podamos vivir los dos juntos para siempre, sin que nadie nos moleste.
-¿Chantaje?
-No, se llama amor.
La respuesta pilló desprevenida a Robin, que se desconcentró por un instante, en el que Zoro pudo soltarse y escapar de la cama.
-¿No dices nada? - dijo el espadachín mientras se vestía. Robin le miró el trasero desde la cama.
-No. Cúmplelo. Si no, te mataré.
Zoro se acercó a ella y la besó en los labios largo rato. Luego posó su frente en la de ella.
-La próxima vez que nos veamos. Te lo prometo. - susurró. Una lágrima corrió por la mejilla de Robin.
-No tardes. - dijo.
-No lo haré.
Y dicho esto, se separó de ella y salió del camarote a toda velocidad, a la vez que el primer rayo de sol iluminaba la habitación. Robin se tapó la cara con una almohada y lloró hasta que se quedó dormida de nuevo.
Unos golpes en la puerta de su habitación la despertaron, y ella se revolvió en la cama olvidando que estaba desnuda. Cuando los golpes insistieron, se levantó y comenzó a vestirse a toda prisa.
Al salir, observó que toda su tripulación estaba lista para iniciar la nueva ruta y esperaba atentamente sus ordenes.
-¡Quiero que sigáis el navío de Zoro Roronoa, que aún debe estar atracado en la costa de esta isla! - gritó a plena voz.
Los marineros se miraron sorprendidos. No solían entender muy bien las órdenes de su capitana.
-¿A qué esperáis? ¡Levad anclas y perseguidlo! - exigió la morena con una sonrisa, y sus hombres se pusieron manos a la obra al instante.
