Capítulo 41: Internado.

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Narra Audrey:

Seguíamos trabajando al máximo para ser los merecedores del intercambio y por suerte mis compañeros se entusiasmaban cada vez más, eramos sin duda el grupo que más se esforzaba. Cuando nos asignaron el segundo objetivo, que implicaba actividades deportivas como tenis, basquetbol y fútbol, nuestros anhelos de ganar aumentaron. Nos dividimos en tres equipos, uno para cada deporte, y en los días que siguieron no paramos de entrenar.

El miércoles jugamos nuestro primer partido, yo ingresé al equipo de tenis y como nos tocó competir contra las chicas de primero, les ganamos sin ninguna dificultad. Los del equipo de baloncesto perdieron el encuentro pero el de fútbol logró consagrarse, estos resultados nos colocaban terceros en el ranking general.

Aquél día, mientras daba vueltas en la cama sin poder dormirme, le envié un mensaje a Lucke en el que le preguntaba si seguía en la ciudad, porque según me contó, había venido de vacaciones por poco tiempo. Me llevé un golpe duro al no obtener respuesta de su parte, aunque si lo analizo con calma, creo que era algo bastante predecible ya que lo nuestro no fueron más que un par de besos que utilicé para hacer sufrir al desgraciado de Eizen.

Al día siguiente tendríamos otros tres enfrentamiento más y de ahí saldría el ganador de la segunda prueba. Al finalizar las clases me quedé con mis amigos entrenado por un largo rato, en un momento me dirigí al baño para hidratarme un poco y ¡pum!: vaya que me llevé una inmensa y estresante sorpresa. En el pasillo me encontré con nada más y nada menos que Brandon Ryan.

—¿Q-qué haces acá? —pregunté nerviosa y asustada. En menos de un segundo todos los recuerdos feos volvieron a habitar en mi: aquella noche en la que borracho sobrepasó todos los limites, aquellos días de llanto—. No me hagas nada, te lo ruego —supliqué a medida que mis manos ya comenzaban a sudar y mi respiración se volvía más agitada.

—Vine a pedirte perdón —explicó y se acercó a mi, pero mi reacción fue instantánea y retrocedí manteniendolo distante.

—N-no es nece-ce-sario —tartamudeé y me pasé la mano por la frente porque está también sudaba a causa del nerviosismo que me generaba tenerlo cerca.

—Si lo es Audrey —reafirmó él muy terco—. No vine a rogarte que vuelvas conmigo ni nada de eso, vine hasta acá porque me di cuenta de que tenías razón, estoy enfermo —reconoció en un tono poco habitual y que parecía dejar de lado su soberbia y orgullo cotidianos.

—Está bien, no me expliques nada —intenté seguir caminando con el fin de evitarlo y no escucharlo pero me tomó del brazo y me obligó a detenerme a oírlo.

—Vos eras un amor, yo era un engaño —enunció y realmente se mostraba apenado—. Vos me querías, yo me reía. Vos me amabas, yo me burlaba. Vos te cansaste, yo me enamoré. Vos no eras una chica cualquiera, vos no sos una más de mi lista y lamento un montón haberme dado cuenta de eso recién ahora —concretó.

—Basta Brandon —me quejé afligida y clavé mi mirada en el suelo de baldosas—. Cállate, no me hace bien tenerte cerca. Andate —solicité y disimulé mis lágrimas.

—Quiero contarte algo —dijo muy seguro y entonces lo miré—. Sé que te va a doler un montón, pero tenes que saberlo.

—Por favor córtala con todo esto, ya sufrí demasiado, no quiero más mentiras —rogué amargada y suspiré.

—Te voy a decir la verdad —afirmó—. Y la verdad es que el supuesto hijo que Jonathan tuvo, ni siquiera era su hijo —sentenció y una confusión barbara se adueñó de mi ser. A la confusión se le sumaba el dolor, porque si no sufría no era yo.

Ningún obstáculo nos podrá separarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora