"De las miserias suele ser alivio una compañía" Miguel de Cervantes Saavedra.
Narra Audrey:
—¡¡¡No quiero viajar!!! —grité súper alterada tras irse Brandon—. ¡Manejan mi vida como si les perteneciera y eso no es justo! —Me hallaba tan pero tan enojada que hasta se me dificultaba hablar y no trancarme, necesitaba tomarme descansos para respirar ya que si no explotaría en cualquier momento—. Acepté por pura cortesía y para no humillarlos frente a la madre de Brad, pero ¡no quiero viajar! ¡¡¡No voy a viajar!
—Ya está todo arreglado. tenes que viajar. —La tranquilidad de mi madre era suprema, al fin y al cabo ya sabía que me gustase o no tendría que viajar, mi opinión les importaba un comino y no serviría para que algo cambiase—. Abandona tus caprichos de niña chica —sumó con calidez y se incorporó para dar sorbos a su café a estas alturas ya helado.
—¡Dije que no quiero! —Reaccioné en un acto de desesperación y le arrebaté la maldita taza la cual fue a parar al suelo, ocasionando un gran estallido de vidrio—. ¡Me tienen harta! No me consultan nada. ¿Qué se creen? ¿Qué por comprarme ropa costosa, aparatos de último nivel y todas esas porquerías, voy a dejar que me pasen por encima? ¡No! —grité y pude sentir como de a poco mi voz se debilitaba y me empezaba a quedar afónica—. ¡No! —volví a repetir, sólo que esta vez inundada en lágrimas.
Elsa ingresó a la sala. A menudo, cuando yo solía descontrolarme, ella se posaba a mi lado y me hablaba al oído para tranquilizarme. Esta vez apareció con una bandeja cargada con más café y sus clásicas galletitas de aceite.
—Tranquila corazón —me susurró al oído y colocó su mano sobre mi hombro. Pero no me importó ni que fuese ella, mi enojo era en pocas palabras: mortal.
—¡Nada de tranquilidad! ¡Estoy cansada de esta vida de mierda!
Fue tanta mi ira que reaccioné mal hasta con Elsa y le arrebaté la bandeja. En pocos segundos el suelo se transformó en un mar de café mezclado con pedazos de galleta. Al ver mi reacción mi madre echó casi que a patadas a Elsa y está obedeciéndola se fue corriendo a refugiarse del huracán Helen en la cocina.
Tras echarla, mi madre se levantó del sillón y se acercó a mí. Mi padre no decía nada, de seguro se estaba reservando todas sus fuerzas para desquitarse más tarde.
—¡Mira lo que hiciste, estúpida! —me gritó mi madre ahora si alcanzando mi mismo nivel de furia, y me agachó la cabeza—. ¡¡¡Mira lo que hiciste, sos una inútil!!! No sé para qué mierda te tuve. ¡Todo arruinas carajo! ¡No sé porque mierda no te aborté!
Aquellas palabras fueron la gota que derramó el vaso. No me dolieron, es más, me fueron indiferentes. De esa señora podía esperar cualquier tipo de insulto y a lo largo de mi vida la escuché decirme cosas mil veces más agravadas. Pero a mi contrario, mi padre se enfureció. Saltó como una fiera a defenderme y recreamos nuevamente, una escena de violencia.
—¡A mi hija no le hablas así! —le gritó con el ceño fruncido y la tomó del brazo para luego hacerla caer sobre el sillón—. ¡Que sea la última vez que le decís eso a mi hija! ¿Me escuchaste? ¡¿Quién te crees que sos?! ¡Inservible! Sos una mierda, eso sos, por eso Audrey es así. Porque le cagaste la vida.
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Ningún obstáculo nos podrá separar
Ficção AdolescenteAudrey Storozzuck; a pesar de estar cien por ciento ligada a la locura, sus padres la reprimen y no le permiten ser ella misma. Esta irritante situación cambiará cuándo en su vida aparezca Eizen Heathcliff. Un chico que parece ser su polo opuesto, p...