Capítulo 16: Sueño en ascenso.

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“Si uno avanza confiadamente en la dirección de sus sueños y deseos para llevar la vida que ha imaginado, se encontrará con un éxito inesperado.” HENRY DAVID THOREAU.

Narra Brad:

La bronca que guardaba para Audrey se volvió insaciable.

Después de lo ocurrido no me buscó ni se interesó por saber de mí en lo que restó de la semana.

Al percibir su bruta ignorancia para conmigo, que hasta me llevó a dudar de mi propia existencia, decidí que lo mejor sería dejarla en paz por un tiempo. Cargaría energías en este periodo y volvería al campo de batallas dispuesto a todo. 

El sábado la llamé un millón de veces y la única respuesta que obtuve fue una simple llamada con duración de menos de un minuto en la que me bateó sin darme oportunidad de al menos concretar una oración.

Aquella llamada fue la gota que derramó el vaso y fue entonces cuando di por acertado que lo mejor sería esperar un tiempo antes de volver a actuar.

Lo peor de todo esto, fue que en toda esa semana, Drey parecía ni percatarse de que yo ya no le hablaba. No se mostraba afectada y yo ardía de la bronca.

Julie me esperó un día a la salida del instituto y se abalanzó de imprevisto sobre mí, mostrándose agudamente preocupada.

—¿Cómo se encuentra Audrey? —me preguntó mientras yo caminaba rumbo a la parada de taxis y me sujetó del brazo izquierdo.

—No sé —resoplé y resignado me digné a voltear—. Sos una orgullosa del carajo, pero ya Julie. No me molestes más si ella está involucrada, no vuelvas a enunciar su nombre —solicité y volví a voltear para luego seguir caminando.

Julie permaneció en estado de shock por varios segundos y hasta lo que alcancé a ver con los ojos en blanco. De repente una pregunta entonada al máximo nivel de grito retumbó en mis oídos:

—¡¡¡¿Qué dijiste?!!! —Se apuró a caminar hasta mí y con una sargenta brusquedad otra vez sujetó mi brazo—. Luego de todo lo que hiciste para ganártela y tenerla a tus pies salís con esto. Por favor, repetilo. ¡¿Qué dijiste?!  

—Mejor olvidate —respondí despreocupado y aceleré el paso.

Solo yo tenía en claras mis estrategias y no eran asunto de nadie más excepto mío. Que el resto pensase lo que se les antojara la gana. Mientras yo supiera que era lo que quería, todo marcharía perfecto. Cabeza en alto, oídos sordos, ideas claras y piernas firmes para caminar directo hacia la victoria. Ese sería mi lema desde ahora.

Otro día de esa misma semana sucedió algo que ni en sueños hubiese esperado pero que me favoreció de gran modo.

Yo me ubicaba sentado en los asientos traseros de un taxi rumbo a mi casa. El cansancio era habitante al máximo de mi cuerpo ya que recién se había dado por acabo mi entrenamiento. Mi celular vibró, señal de que alguien llamaba.

Garraspé para reafirmar la voz y lograr hablar con naturalidad y contesté:

—Alo.

—¿Brandon? —preguntó una mujer con un acento algo enriquecedor.

—Eh… si soy yo —afirmé confuso y luego quise saber—: ¿Quién habla del otro lado?

—La mamá de Audrey —respondió para mi sorpresa y la expresión de mi rostro se transformó de un segundo a otro. Una sonrisa se dibujó y todos mis músculos conspiraron conformando una mueca de plena satisfacción.

Ningún obstáculo nos podrá separarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora