Capítulo 2

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- Declaro al acusado... - mi corazón se encogió mientras esperaba el veredicto de la jueza. Sentí las miradas de todos los presentes sobre mí y la tranquilizadora mano de Montgomery en mi brazo. – Inocente por pruebas insuficientes.

No grité, ni salté, ni bailé; pero en mi interior me moría por hacerlo. En lugar de eso, me acerqué al estrado:

- Permiso para acercarse al estrado, señoría – dije, imitando a un abogado.

- Permiso denegado – contestó Gates, sin ni siquiera levantar la vista de los papeles que estaba leyendo. Hice caso omiso de eso:

- ¿Puedo? – pregunté, mirando con deseo el martillito. La jueza Gates enarcó una ceja, y le sostuve la mirada, resistiendo su escrutinio.

- ¿Cuántos años tiene, Señor Castle? ¿Cinco? – preguntó, seria. Oí una carcajada contenida a mi espalda, y al mirar, vi que los compañeros de Beckett estaban atentos a mi conversación con Gates. Les sonreí, divertido.

- No, señora.

- Aha – me miró por encima del borde de sus gafas, esperando algo que yo no le iba a dar.

- Peeeero... - alegué, levantando un dedo y ganándome una mirada reprobatoria - Siempre he deseado hacerlo, está en mi lista de cosas que hacer antes de morir.

- Ya, y en la mía está vivir en una isla desierta y mire dónde estoy – dijo Gates, dando por zanjada la conversación, y llevándose el martillito con ella. Hice una mueca de "uuuy, por poco" y los compañeros de la detective se encogieron de hombros.

- ¡Señor Castle! ¡Aquí, Sr. Castle!

- ¿Cómo le ha ido el juicio, Sr. Castle?

- A mi espalda, podéis ver al afamado escritor Richard Castle saliendo del juzgado tras ser acusado de haber robado tres piezas de arte valoradas en seis millones de euros cada una. Vamos a ver si podemos acercarnos a él para preguntarle qué tal salió.

Los periodistas me rodearon como tiburones al acecho de carne nada más salir por las puertas del juzgado. De todos lados llegaban preguntas y ruegos para que dedicara unas palabras a la audiencia. Agradecí mentalmente haberme puesto las gafas de sol para que así no pudieran ver mi mirada de desagrado, que se concentraran en mi sonrisa falsa.

- Todo ha salido como esperábamos. Las pruebas eran insuficientes para culpar a mi cliente de algo, y solo tuvimos que dejarles claro que era inocente. – explicó Montgomery, encantado de que todos los micrófonos de concentraran alrededor de él.

Le dejé disfrutar de esos segundos de fama, ya me acercaría luego a agradecérselo y a ofrecerle unos asientos en primera fila para el próximo partido de los Lakers. Mi mirada recorrió la salida del juzgado, buscándola. No quería restregárselo por la cara, sino decirle que quizá la próxima vez lo lograra. La localicé al otro lado de las escaleras de entrada, ya en la acera, hablando por teléfono. Sonreía.

Me sorprendí a mí mismo sonriendo solo porque ella lo hacía. Sacudí la cabeza y bajé los escalones en diagonal, acercándome a ella sigilosamente.

- Está bien, quedamos en... – miró el reloj para comprobar si le daba tiempo - ¿Veinte minuntos donde siempre? – Beckett se río, echando la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados y la cara relajada. Vi que se mordía la lengua al sonreír y pensé que era un gesto tremendamente sexy. – Que sí, mujer. Tú tranquila, pero avisa a mi madre que a lo mejor se olvidó ya. -...- ¡Ni se te ocurra hacer eso Lanie o comes sola! – Se volvió a reír, apartándose el pelo con una mano – Bueno, nos vemos en un rato.

Colgó, sonriendo todavía mientras sacudía la cabeza.

- Parece divertida tu amiga – comenté, con una sonrisa tonta en la cara. Beckett se sobresaltó, no me había visto.

- Erm... Bueno... Esta loca, eso es lo que le pasa – dijo, guiñando los ojos ante el sol que estaba a mi espalda. Me coloqué de forma que no le molestara y me quité las gafas.

- Lo ha hecho muy bien, detective – tendí mi mano, como ofrenda de paz. Ella se lo pensó por unos segundos, pero la estrechó.

- La próxima vez podré decirte que no va a haber otra próxima vez. Te voy a coger, Castle...

- ¿Sabes qué? ¿Has visto o leído A tres metros sobre el cielo? La novela italiana.

Beckett entrecerró los ojos, extrañada por la pregunta, pero asintió.

- ¿Recuerdas cuando Step le dice a Babi que no va a testificar contra él porque se va a enamorar locamente de él? Pues tengo la sensación de que nos va a pasar igual – sonreí de lado, traviesamente.

La detective soltó una carcajada, entre divertida e irónica. Se separó la chaqueta, dejándome ver la placa colgada en su cadera.

- ¿Ves eso, Castle? – dijo, señalando las esposas – Pues tengo la sensación de que la próxima vez que nos veamos las llevarás puestas.

Hice un gesto como de dolor mientras me llevaba una mano al pecho.

- Touché, detective.

Beckett vio la diversión en mis ojos, y frunció el ceño:

- ¿Nunca pensaste en cómo se sienten las víctimas de tus robos? – preguntó, metiendo el dedo en la llaga.

Eso sí que me dolió, y pude ver que se daba cuenta por el cambio de su cara al mirarme a los ojos. No dije nada, y Beckett tampoco, solo nos sostuvimos la mirada, dejé que viera el trasfondo de dolor en ella.

- Si me dejaras... - empecé a decir, pero dejé que mi voz se apagara. Me acerqué a la detective y me incliné, depositando un suave beso en su mejilla.

- Quizá nos volvamos a encontrar antes de lo esperado... - susurré, cerca de su oído. La sentí estremecerse y pude ver, con cierta satisfacción, cómo se le erizaba la piel. Dio un paso atrás, alejándose de mí. – Hasta luego, detective.

- ¿Nunca dices adiós? – preguntó, en voz queda.

- Soy escritor – me encogí de hombros – "Hasta luego" suena más esperanzador.

- Pues yo soy policía... Adiós, Castle. – se despidió, dando media vuelta, haciendo que una ráfaga de olor a cerezas llegara hasta mí. Cerré los ojos momentáneamente, y los abrí al cabo de dos segundos, poniéndome las gafas de sol.

Comprobé el móvil, y vi que tenía un mensaje nuevo. "Esta noche tienes que dar el golpe, ya conoces el objetivo y la casa". Suspiré, cansado. Hora de trabajar...


In Dubio Pro ReoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora