Capítulo 14

124 9 0
                                    

La agarré suavemente del codo, guiándola hacia los sillones que había ahí al lado, tan llamativos. El alcohol estaba empezando a pasarme factura, andaba ligeramente mareado y mi cerebro funcionaba muy lentamente. Nos sentamos en un sillón, notando el fresco cuero rojo bajo nuestras piernas.

- Sí, es gay. Le gustan los hombres – explicó Beckett, suspirando con cansancio.

Me llevé una mano al pelo, alborotándolo, mientras procesaba la información. Hacía poco pensaba que Sorenson y Kate se habían acostado juntos, que estaban de rollo o quizá algo serio; ¡y resulta que es gay! No iba a negar que aquella confesión me había dejado en shock.

- Wow... Yo... - intenté empezar una frase coherente, hilando las palabras que se apelotonaban en mi mente, luchando por salir.

- ¿Tanto te choca oír que alguien es gay? – inquirió la detective, un poco molesta.

– ¡No! – Me apresuré a decir – Es solo que... Me imaginaba que, no sé, estabais liados... O algo...

- ¿¡Qué?! ¿¡De dónde sacas eso?!

Alcé una ceja, como si fuera evidente. De hecho, era evidente.

- No sé, ¿quizá por vuestra forma de bailar? Prácticamente te estaba violando con esos movimientos.

Beckett resopló sonoramente.

- Y te duchaste en su casa, eso es signo de que hubo sexo – añadí, señalándola con la mano.

- ¿Sexo?

- Mira, cuando un hombre y una mujer se sienten atraídos, ocurre... - empecé a explicarle, bromeando.

- Castle, ya sé qué es el sexo – me cortó con exasperación. Se llevó las manos a la cara, con cuidado de no emborronarse el maquillaje y parecer un mapache. – Me estuvo enseñando a hacer surf, fuimos a su casa a tomar algo y me duché para estar más cómoda.

Asentí, era una historia factible, aunque parecería la típica que usas de excusa cuando le has puesto los cuernos a tu pareja. ¿O eso era solo yo? Sacudí la cabeza, buscando centrarme en lo importante.

- ¿Y vuestra forma de bailar? Porque o bien está confuso sobre su sexualidad o tú eres un poco... - dejé que mi voz se apagara, no queriendo decir lo que estaba pensando.

- ¿Un poco qué? Ahora lo dices, no me seas gallina – se me acercó, deslizándose por el sillón, con los ojos entrecerrados.

- Te he visto usar ese método antes. Cuando me interrogaste sobre los robos...

- Y funciona, ¿verdad? – susurró, prácticamente encima de mí, nuestras caras muy cerca. Tragué saliva sonoramente, buscando controlar mi respiración para que no enloqueciese como mi corazón.

- Quizá – murmuré, rozando con mis labios la piel de su mejilla, cuello y el lóbulo de la oreja. La oí suspirar en mi oído, y agarró mi brazo, clavándome las uñas suavemente para acercarme a su cuerpo. Atrapó su labio inferior entre sus dientes, de esa forma tan sensual que me volvía loco.

Deslicé mi boca por la curva de su cuello, dando suaves mordiscos a su piel para luego besarla. Ascendí por la piel de su cuello, me pasé a la mandíbula y cuando estaba a punto de rozar sus labios, me separé ligeramente y la miré. Estaba con los ojos cerrados, la cabeza inclinada hacia un lado para facilitarme el acceso a su cuello, los labios ligeramente entreabiertos, esperando con anticipación los míos. Sonreí, estaba muy sexy...

- Pero no te funciona conmigo – dije en voz bastante alta, separándome de ella.

Beckett abrió los ojos de golpe y me miró, furiosa.

In Dubio Pro ReoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora