Capítulo 5

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- ¡OH DIOS MIO! ¿¡Con Richard Castle?! ¿¡Tu Richard Castle?! – Gritó Lanie, eufórica.

Estaban en el apartamento de Beckett, haciendo las maletas para que la detective se fuera a la isla. Había llamado a Lanie desde la oficina, bajo la estupefacta mirada de sus compañeros, que aún seguían en shock cuando les dijo que se iba a casa a prepararlo todo. Nadie se esperaba aquello...

- Uno, no grites, Lanie. Dos, no es mi Richard Castle, es el ladrón / escritor que llevo intentando pillar desde que empezaron sus hurtos. Tres, ¿se puede saber por qué estás tan contenta? Deberías estar dándome el pésame o algo así. – dijo Beckett, marcando con los dedos cada punto.

- ¿Estás de coña? ¿Tú sabes lo que significa esto? – preguntó Lanie. Ante el silencio de su amiga, continuó - ¡Aquí va a haber tema!

Beckett puso los ojos en blanco y fue a la cocina a buscar una cerveza, aunque preferiría algo más fuerte. La forense la siguió de cerca, mientras conspiraba y se montaba una historia sobre lo que iba a pasar, dando completos detalles. La detective se paró de golpe, haciendo que chocaran la una contra la otra, se giró y dijo:

- Si no quieres que te eche de mi piso, te sugiero que cierres la boquita, guapa.

- Nena, necesitas un buen polvo que te quite ese mal humor.

- Ya me buscaré a algún desesperado – dijo Beckett, de broma.

- Oh, yo conozco a uno. Está en una isla y ha hablado con su "BFF" – Lanie hizo el gesto en el aire de la comillas – el alcalde para poder trabajar contigo.

- Fue al revés. Yo creo que deberíais invitar al alcalde "llámame Rob" a vuestras reuniones de "Vayamos a juntar a Beckett con un maromo". – la detective imitó a su amiga haciendo el gesto de las comillas con los dedos.

Lanie se empezó a reír al ver a Kate tan enfadada. Cuando vio que a esta no le hacía ni pizca de gracia, intentó parar pero no podía.

- Qué... - dijo, sin aire y 5 minutos después – ¡Qué bueno...! ¿Te lo puedo copiar?

- ¿Me vas a dar los derechos de autor? – contraatacó Beckett, sonriendo. Su amiga siempre lograba hacerla sonreír...

Lanie desapareció un momento mientras la detective hacía la maleta, y cuando volvió, metió una caja disimuladamente entre la ropa, pero Beckett se dio cuenta:

- ¿Qué haces? – preguntó, entrecerrando los ojos.

- Nada, siendo una buena amiga y asegurándome de que de momento no le haces nietos a tu madre.

Beckett abrió los ojos de par en par y dejó caer los zapatos que tenía en la mano. Saltó hacia la maleta y sacó a cajita, confirmando sus sospechas.

- ¡Lanie! Tú tienes un concepto de mí muy malo. ¿Te piensas que yo me abro de piernas así como así o qué? – preguntó, medio en broma, medio escandalizada.

- Si se trata de un maromo como Castle... - la forense fingió que lo pensaba - ¡Sí!

Kate sacudió la cabeza y dejó la caja encima de la cama, y aunque se dio cuenta de que Lanie la volvía a meter cuando se giró para recoger los zapatos del suelo, se hizo la tonta.

Cuando estaba cerrando las maletas, con Lanie encima de una de ellas para poder hacerlo, alguien llamó a la puerta. Beckett suspiró y puso cara de póker, lo que hizo que a la forense solo se le ensanchara aún más la sonrisa. Fue a abrir dando saltitos.

- ¡Pareces Heidi! – le gritó la detective desde la puerta de la habitación, riéndose cuando su amiga empezó a cantar "Iodelé hihú".

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Me abrió la puerta una chica latina muy sexy. Puse mi sonrisa de seductor y me pasé una mano por el pelo para retirarme el mechón rebelde de siempre.

- Richard Castle, supongo – me saludó, ronroneando al pronunciar la "R" también, pero no causó la misma reacción en mí que la persona que vi moverse por la habitación.

- El mismo que viste y calza – respondí, sonriendo ampliamente – Pero no tengo el placer de conocerla, señorita.

- Lanie. Soy Lanie – aclaró ella.

- Aaah, la amiga loca. – dije, relacionándola con la chica que hizo reír tanto a Beckett en el juzgado.

- La misma que viste y calza – imitó, haciendo una burlona reverencia. Solté una carcajada, sí que era divertida. Me incliné para intercambiar dos besos con ella.

- Kate estará lista en unos minutillos, puedes pasar si quieres. – se echó a un lado mientras me contaba que era forense y cómo conoció a Beckett. Yo escuchaba todo atento pero con la atención dividida entre su historia y la figura de la detective, que se recortaba contra la puerta y que se estaba cambiando de ropa. Tragué saliva y desvié la mirada antes de que Lanie se diera cuenta.

- ¿Me esperas un momentito? Vuelvo enseguida – dijo ella, entrando a paso rápido en la habitación.

Recorrí con la mirada el loft de la detective, con especial atención de los cuadros y estatuillas que decoraban paredes y estanterías. Me llamó la atención el cuadro que ocupaba toda una pared del salón y que mostraba a una chica con una capa morada cruzando un puente, mientras un bebé lloraba en una esquina y un avión de guerra surcaba el cielo. Curiosa elección para una casa...

- ¿Pensando en robarlo, Castle? – preguntó una inconfundible voz a mi espalda.

Me giré, sonriendo de lado.

- Mmmm... No es de mi estilo – respondí, evasivo como siempre.

- ¿Demasiado grande?

- Demasiado tétrico – opiné, mirándola inquisitivamente – Estaba pensando en que es una curiosa elección para un cuadro.

Beckett se me acercó y entonces vi que llevaba ya las maletas en las manos, y por desgracia, ya iba vestida...

- ¿Te cuento un secreto? – susurró. Asentí, divertido. – La anterior propietaria hizo unos destrozos enormes en la pared y colgó ese cuadro para disimularlo. Podría haberlo pintado pero... Puf, solo de pensarlo me da pereza.

Me reí, descubriendo esa nueva faceta en la detective. Parecía tan incansable, tan salvaje... No pude evitar preguntarme si sería igual en todos los aspectos. "Relájate, mente sucia" pensé.

- ¿Estás lista? – pregunté para distraer a mi mente.

Ella echó un vistazo a su alrededor y asintió. Le cogí las maletas y me dirigí a la puerta para dejar a ambas amigas un poco de intimidad. A los cinco minutos, Beckett salió al pasillo, donde yo la esperaba medio sentado en una maleta. Venía sonriendo por alguna broma entre ellas, y yo me alegré de que estuviera así y no a la defensiva. Esperamos a que el ascensor subiera y Lanie apareció en la puerta de la casa, con una amplia sonrisa.

- Ten cuidado, chico escritor. Como le hagas algo, tengo un bisturí y se utilizarlo...

Solté una carcajada y levanté las manos como había hecho la noche anterior en el callejón:

- Soy inocente, lo juro.

- Depende de para qué, ¿no crees? – me picó Beckett. Me giré hacia ella, con la sonrisa todavía puesta.

- Uy, detective. No sabes la razón que tienes... - se lo susurré de forma sensual y lo acompañé de un guiño. Saludé a Lanie por última vez mientras entraba en el ascensor, pero por el rabillo del ojo vi a Beckett cerrar los ojos y tragar saliva.


In Dubio Pro ReoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora