- Dime que esto es una broma – exclamó Beckett.
Alcé la cabeza y la miré desde el embarcadero. Ahora era ella la que tenía el sol a su espalda, así que me vi obligado a guiñar los ojos y colocarme una mano a modo de visera.
- ¿Qué ocurre? – pregunté, sin ver el problema.
- ¿En serio tenemos que ir en eso? – dijo la detective, señalando la lancha, despreciativa. Sonreí de lado, divertido.
- ¿Miedo al agua, detective Beckett? Puedo asegurarte que es de fiar – le di un suave golpe en el lateral, pasando la mano por la pulida madera.
- No tengo miedo, es... - mientras ella pensaba una palabra para describirlo, yo tiré mi bolsa en la parte trasera de la lancha – Desconfianza. Eso es. – dijo Kate, chascando los dedos.
Solté una carcajada y miré el reloj:
- Confía en mí, no te pasará nada.
- ¿No hay un helicóptero o algo así?
- Venga ya... ¡Pensé que serías más aventurera! – Extendí los brazos, señalando el mar a mi espalda y el cálido sol – La isla está aquí al lado, no vamos a ir en helicóptero, además de que ya hemos venido en avión.
Beckett paseó su mirada por la lancha, suspiró y entonces encontró otro problema: cómo bajar al embarcadero.
- Coge mi maleta – gritó, apenas dándome tiempo para reaccionar.
La bolsa me golpeó en el pecho, haciendo que soltara todo el aire de golpe acompañado de un gemido de dolor. Intentando comprobar si me había roto alguna costilla, tiré su maleta a la parte trasera de la lancha y fui a ayudarla a descender por la escalerilla de madera, que estaba resbaladiza. Extendí mis manos por encima de mi cabeza, esperando para cogerla por la cintura, pero uno de sus tacones resbaló en un peldaño y adiós plan, adiós esqueleto... Al resbalar, Beckett perdió el equilibrio y cayó sobre mí, yendo a parar los dos al suelo de golpe, yo debajo.
- Ay, joder... Como sigas así no llego vivo a la isla... - me quejé.
- ¿Te crees que a mí me ha gustado caerme? – inquirió Beckett, quitándose de encima de mí. Se sentó y me miró, con el ceño fruncido, pero al verme espatarrado en el suelo tocándome los huesos con auténtica preocupación, empezó a reírse a carcajada limpia.
- Yo no me rio – protesté, sentándome también mientras me llevaba una mano a las lumbares. Eso solo hizo que la detective se riera más y más fuerte. Me levanté, soltando quejidos iguales a los de mis articulaciones.
- Ay... ¿Dónde...? ¿Dón...? – Beckett intentaba hablar pero casi no tenía aire. Tranquilizó su respiración y se levantó - ¿Dónde estamos, si se puede saber?
- En Santa Lucía – respondí, sacudiéndome los pantalones. – Me debes unos Armani, que lo sepas.
- Venga ya, ¿y soy yo la poco aventurera? Solo se te ocurre a ti venir de Armani – replicó, alzando una ceja, mirando con escepticismo el agujero que tenía en la rodilla de los caros vaqueros.
- Y solo se te ocurre a ti venir en tacones – contraataqué.
- Touché, escritor – respondió, arrugando la nariz. Me quedé mirándola, admirando su belleza incluso cuando ponía esas muecas.
- Bueno, vayamos all... - me corté en medio de la frase al reconocer a alguien en el puerto, cargado con su leal amiga la cámara. Miré a mi alrededor, buscando dónde esconderme.
- ¿Qué pasa? – preguntó Beckett, confusa. Barrió con la mirada el embarcadero pero no vio nada alarmante.
- Paparazzi – respondí simplemente. La comprensión se abrió paso por su rostro y entonces lo vi claro. Me pegué a su cuerpo, atrayéndola por la cintura y acercando nuestras caras.
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In Dubio Pro Reo
Gizem / GerilimAU. Richard Castle lleva una doble vida secreta desencadenada por un suceso del pasado. Kate Beckett es una detective de robos que está segura de conocer esta doble vida pero no consigue pruebas suficientes. ¿Qué pasará si se ven obligados a trabaja...