Capítulo 21

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Me colgué el casco del brazo y agarré la moto del manillar para llevarla al garaje. Fui empujándola suavemente, disfrutando el ruido de las ruedas haciendo crujir la arenisca del camino, y del brillo que le sacaba el sol a la pintura.

Estaba orgulloso de mi trabajo con aquella preciosidad, ser un loco de los motores de pequeño, mientras mi madre se empeñaba en hacerme actor, me había ayudado cuando la encontré muerta de asco en un desguace, esperando su turno para, o bien ser desvalijada por unos ladrones de piezas, o ser convertida en chatarra. Había requerido mucho tiempo y dinero, pero el resultado merecía la pena. Estaba incluso pensando en llevármela a New York.

La dejé apoyada sobre su pata de cabra y colgué el casco del manillar. Volviendo a echarme hacia atrás el pelo mojado, cerré la puerta del garaje y saqué las llaves del bolsillo para entrar en el apartamento mientras silbaba una alegre melodía que no recordaba dónde la había escuchado. Pero era muy pegadiza. Estaba buscando la llave correcta, que siempre la confundía con otra, cuando la puerta se abrió de golpe, asustándome. Alcé la vista, guardando el llavero en el bolsillo, y sonreí cuando vi a Beckett ahí, pero aprecié que ella estaba entre enfadada y sorprendida.

- Gracias por abrirme – dije, intentando pasar dentro, pero la detective se había parado justo en medio del umbral, con los brazos fuertemente cruzados en el pecho.

Toda muestra de sorpresa había desaparecido de su rostro, ahora simplemente estaba cabreada, y mucho. Se echó a un lado, bruscamente, y yo entré, ligeramente asustado por su frialdad y calma. Beckett cerró la puerta tras ella de golpe y sin que pudiera reaccionar, me empujó en el pecho, echándome hacia atrás.

- ¡Ay! – protesté, recuperando el equilibrio.

- ¿¡Cómo que "ay"?! – gritó. Adiós a esa calma.

- Lo siento, sé que no debí... - empecé a disculparme, alzando las manos en señal de rendición y pidiéndole calma. Pero ella volvió a empujarme, fuerte.

- ¡No me digas que me calme!

- Yo no he... - volví a intentar hablar pero no me dejó porque recibí otro empujón.

- Leo el lenguaje corporal.

Me quedé en silencio, sabiendo que ahora venía lo gordo.

-¿¡Cómo se te ocurre irte sin mí?! ¿¡Tienes algún problema conmigo?! ¿¡Eh?! – la detective volvió a la carga, logrando que yo, poco a poco, empujón a empujón, retrocediera.

- No me pasa nada, solo que...

- ¡Cállate!

- ¿Y si no quiero? – rebatí, picándola.

Ella soltó un gruñido de frustración y volvió a empujarme.

- ¡Para! – pedí. – ¡Ya te he dicho que lo siento!

- ¡No me trago ninguna de tus mentiras! – Beckett extendió los brazos para darme otra vez, pero lo vi venir esta vez y reaccioné rápido. Cuando sus manos chocaron contra mi pecho, las agarré con las mías, deslizándolas rápido hacia las muñecas de la detective.

Atrasé un pie para equilibrarme y tiré de sus brazos hacia mí, haciendo que su cuerpo chocara contra el mío. Aguanté el golpe bien, sin tambalearme, y la miré a los ojos, a unos pocos centímetros de los míos. Mis manos estaban cerradas firmemente en sus muñecas a la altura de nuestros hombros, de forma que fueran lo único que se interponía entre nuestros cuerpos. Y yo hice que eso ya no fuera un problema. Separé nuestros brazos para que quedaran a ambos lados, y me pegué más a ella. Beckett se sacudió, intentando liberarse, pero la tenía bien sujeta y no iba a dejar que se soltara.

In Dubio Pro ReoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora