Cuando revisamos los triunfos de antiguas civilizaciones, podemos observar que, detrás de cada hombre, hubo una virtud que los sostuvo y engrandeció.
Cuando miramos hoy la raza humana vemos seres débiles, temerosos, indiferentes, impávidos, contentándose con lo justo y necesario. Pareciera que ya no se tiene el ánimo o las ganas de luchar por un ideal y arriesgarse por él, pareciera que ya no se está convencido de exponer nuestro ser por el amor, la amistad o Dios.
Vemos que la persona se queda ante la primera dificultad, que se torna permeable y extremadamente sensible ante las heridas que provoca fácilmente el mundo y que, en lugar de sobreponerse con fuerza, cae en una vida sin sentido, su mente se enferma derivando en depresiones, estrés y angustia. Su psiquis la percibimos negativa, derrotista, ¡invadida por miedos y temores, no tiene fuerza ni para levantarse! ¿Crees tú que se puede construir algo de esta manera? ¡NO!
Y por eso notamos que el planeta involucionó. Aquí quisiera referirme especialmente al rol de la mujer de hoy, de ayer y de siempre.
La mujer es la que prepara la tierra, la ara, la cultiva y la cosecha, al igual es la alfarera y la jardinera del alma de los que la rodean. Ella con su imaginación, su intuición y su creatividad ha sido la gran sembradora y formadora de valores, actuándolos junto al hombre.
Este rol ya está determinado genética, hormonal y psicológicamente. En este libro siempre mantendremos la posición de que somos polos opuestos complementarios, en un plano de igualdades y derechos.
La mujer de hoy, por razones muy largas de describir, le ha quitado tiempo a su tarea de "alfarera del alma", y a partir de su propia prolongación -sus hijos- ha ido educando niños débiles, temerosos, frágiles, sobreprotegidos, a veces con sus necesidades demasiado satisfechas o, al revés, muy insatisfechas por la ausencia del amor, donde tanto se ha confundido la calidad con la cantidad de tiempo dado a sus hijos, siendo ambos importantes.
Por eso vamos a revisar muy exhaustivamente el valor de la Fortaleza, ¡tan ausente en nuestros tiempos!
Definición:
Es la capacidad de resistir el mal, soportar las molestias, o entregarse con valentía, acometiendo una acción en favor de un Bien Mayor.
Descripción:
La fortaleza es un testigo real de la existencia del Mal, de ese que va socavando nuestras fuerzas, nuestro ánimo, y fíjate, no se trata de que tienes que usarla en actos sobrehumanos, aunque a veces sí; acuérdate de las grandes pruebas de la vida, en que sentiste que lo perdías todo. San Juan de la Cruz lo describe como "La noche oscura del alma", o cuando lees al "Paciente Job", eres capaz de percibir hasta donde puede llegar el poder del Mal, que te arranca a tirones todo lo amado y construido.
Como te decía, se trata de practicarla en la vida cotidiana. No hay momento de tus días, en que no te veas sometido a pruebas, donde tienes que usar este valor.
La Fortaleza tiene dos aspectos:
a) Resistir: implica oponerse, soportar, pero con una enérgica actividad del alma, con perseverancia en la adhesión al bien.
La resistencia tiene una luz: la Paciencia (Ciencia de la Paz), que implica un estado de clarividencia y serenidad, frente a las heridas ocasionadas, o a las pruebas recibidas. Sin Paciencia la Fortaleza se resiente, y caemos en la tristeza y el abatimiento.
Curiosamente el que resiste -en términos valóricos - tiene una alegría interior, que se la da, la certeza de que va a percibir o ganar un bien Mayor, en el sentido de evolucionar.
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Valores Humanos. | Nina Bravo
RandomLlevar el cultivo de los valores a la vida cotidiana.