22: GUSTO

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Salgo apresurada del baño, subiendo las escaleras a lo torpe, entrando de golpe a mi habitación. Tomo mi polo largo negro, unos pantalones jeans algo rasgados por las rodillas, medias, botines marrones, mi casaca de cuero del mismo color. Me coloco los aretes largos que mi madre me compró, mis dos anillos, uno en cada mano, un collar con la "B" de plata. Después de verme en el espejo, me aplico un labial de color natural para la resequedad, cojo mi pequeña cartera, y salgo de mi habitación.

- ¿Demoré demasiado? –pregunto cuando salgo de mi casa, viéndole afuera de la misma, con unos jeans oscuros, una camisa de cuadros verdosa con las mangas hasta su codo, zapatillas blancas y una sonrisa perfecta, como si no le molestara en absoluto.

- Para nada, Mad –ríe– aunque sabes bien que quien debería molestarse no soy yo, sino ella.

- ¡Es que me quedé dormida! Bueno, vamos rápido, no quiero quejas ni gritos hoy.

- Estás muy linda, Mad, ¿te hiciste algo? –entrecierro mis ojos, para luego darle un codazo en su pecho– ¡Auch! Es broma, Fiona.

- Ajá, sí, ya vámonos Burro.

Subo a su auto en el asiento del copiloto, y después de unos minutos entre conversar, cantar una que otra canción que sonó en su radio y estacionar, llegamos al centro comercial. Nos encontraríamos con Fer y Diego, sí, ese chico con el que hace dos semanas se la pasó bailando toda la noche en su cumpleaños, y que desde entonces, han estado más cercanos, por ende, cercano a nosotros también, por lo que ya dejó de ser un compañero de clases para mí, y ahora es un amigo.

- ¡Dónde estaban ustedes dos! Hace media hora debieron estar aquí –dice frunciendo el ceño.

- Todo es culpa de Mad, ella demoró –Jay me tira sin asco a la boca del lobo, o loba. Fer me mira hecha un lío, su humor me recuerda a alguien.

- Gracias Jay, no sabes cuánto te agradezco el haberme delatado.

- Pero es verdad –se encoge de hombros, a lo que Diego ríe– cierto, feliz cumpleaños, bro.

- Gracias. Bueno, ¿vamos al cine o a comer o qué? Porque en la noche podemos ir a mi casa, mis padres no están y tengo unos tragos, podríamos comprar snacks y unas películas o karaoke, ¿quizás?

- ¡Karaoke! –chilla Fer, a lo que Diego hace un gesto de susto. Ya se acostumbrará a su carácter si es que quiere seguir saliendo con ella, porque sí, ambos ya estaban saliendo, citas y esas cosas.

- Bien, karaoke será. Pero primero hay que andar por aquí.

Jay y yo asentimos y empezamos a andar. Entramos a un local de juegos. Diego y Jay versus Fer y yo, hombres versus mujeres, el género ganador escogería el siguiente juego y el perdedor pagaría por ellos. Al final, después de jugar en carreras, bailar, matar al topo, encestar la pelota de básquet, y otros juegos más que había dentro del lugar, quedamos empates. El último juego era el definitivo, una de esas máquinas para sacar algún tipo de regalo. Desde peluches, golosinas, hasta un reloj. Diego intentó primero con un peluche de oso, pero falló. Fer intentó con ese mismo, y también falló. Yo quise el reloj, quizás ya tenía regalo asegurado para mi padre, pero fallé. Jay intentó con un peluche de perrito, bien bonito y tierno con un corazón en el centro, y lo consiguió.

- ¡Ganamos! –grita emocionado Diego, a lo que Fer rueda los ojos.

- Pff, bien, pagaremos sus monedas, ahora sí vamos a comprar algo para comer y vamos a tu casa.

- Claro. –dice sonriente Diego. Ambos se adelantan dejándome con Jay.

- Buena mano, eh, qué tal precisión. –le palmeo la espalda.

¡NO ME TRATES COMO FAN!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora