Capitulo 4

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Brincamos del susto y nos separamos de inmediato al escuchar el garraspeo de la garganta de Axel que venía a recoger la taza y el vaso vacios...

-¿Quieren algo más? -preguntó Axel mirando a ambos con una media sonrisilla. En ese momento me fije en él, la verdad si tenía un cierto parecido con su hermano, el tono de piel era el mismo, claro, y su pelo tenía algun que otro rizo, me fije en Chris, él en cambio llevaba el pelo corto. La sonrisa si que no era la misma, la de Axel era diferente a la de Chris, la de él... la de él era tan especial. Sus ojos color marrón chocolate me encantaron y los de su hermano... la verdad no sabía como eran los ojos de Chris ya que siempre estaban ocultos por aquellas gafas oscuras.

-No, yo no quiero. ¿Tu Dulce?

-¿Qué?... Disculpa no escuché -salí de mi trance en la comparación de los hermanos y los miré.

-¿Quieres algo más? -repitió Axel mientras llevaba mi taza de café a la bandeja que tenía en su mano derecha.

-¡Ah! No gracias...

En ese momento me di la vuelta y cogí mi bolso que estaba colgado en la silla, lo abrí y busqué mi cartera...

-¡Invita la casa! -exclamó Axel en voz alta mientras yo levantaba la vista.

-No... claro que no -se quejó Chris mientras metía una mano en el bolsillo de su pantalón y también sacaba su cartera.

-Ya... guarden eso, no se preocupen -le dio una palmada en el hombro a Chris y a mi me guiñó el ojos mientras se retiraba. Yo sonrojada le agradecí.

Noté como Chris respiraba hondo y dejaba caer su mano hacia el suelo, chocándose con la cabeza de su perro para acariarlo. Yo en ese momento miré mi reloj y me di cuenta que era tarde, pronto iba a anochecer y aún tenía que caminar varias manzanas hasta llegar a mi casa...

-Chris creo que ya me tengo que ir -anuncié yo en tono suave mientras cerraba mi bolso.

-Entiendo... ya es tarde, si quieres esperarte un rato a que Axel termine te podemos acercar a tu casa...

-No, no te preocupes... prefiero caminar, igual gracias. ¿Tu vas con él?

-Si, vivimos en el mismos edificio -respondió él mostrando de nuevo aquella sonrisa que tanto me perdía.

-Ok.... -dije nerviosa -Pues yo me tengo que ir ya, este... -intenté suspirar y me mordí el labio inferior mientras me comían los nervios sin explicarme por qué se manisfestaban.

-Tranquila, ve... Espero que volvamos a coincidir algun día...

Fue ahí cuando todo a mi alrededor se detuvo y paralizada fruncí el ceño. ¿Coincidir algún día? Que le pasaba... ¿Se iba a despedir así y ya esta? Me acababa de contar toda su vida, me había dicho que le transmitía confianza, que se sentía cómodo al hablar conmigo, casi lo había visto llorar, lo había consolado y... sentía que entre nosotros había un lazo de no sé... de una posible amistad a lo mejor, pensé tantas cosas en ese momento que ahora me daba cuenta que como siempre me había hecho iluciones, que como siempre crei que quizás...

Eché un suspiro y me levanté con brusquedad colocándome el bolso.

-Si a ver... Adiós Chris... -me sentía mal y por alguna razón quería gritar y ¿llorar? No... ¿que estás pensando Dulce María? Tu nunca lloras. Repetí mil veces esa frase en mi cabeza y otras mil me dije estúpida por creer que él a lo mejor se iba a preocupar por perdirme el número de móvil, de e-mail o aunque sea preguntarme donde vivía.

-Chao Dulce, cuídate. Gracias por escucharme, me gustó mucho hablar contigo -y el muy condenado volvió a sonreir... esa sonrisa que me sacaba un suspiro cada vez que la veía.

-Nada... a mi también me gustó mucho -me mordí de nuevo el labio para no decir más. Si él iba a mostrar indiferencia, si él iba a pasar de mi yo también lo haría, a orgullosa no me ganaba nadie.

Estaba dispuesta a dar media vuelta para irme pero volteé a verlo, mi madre me había enseñado muchas lecciones de educación y entre una de ellas estaba la de despedirse. Aguanté la respiración por unos instantes y me acerqué a él, coloqué mi mano en su hombro para que supiera que estaba ahí, me aproximé a su mejilla y la besé...

¡Dios! Que piel tan suave, fue lo primero que pensé, si sus manos lo eran su cara aún más y su olor era tan... varonil. Sacudí la cabeza y aparté esos pensamientos de mi mente, me separé de él y con otro "adiós" me dirigí a la salida.

Luché por no hacerlo pero no pude, cuando crucé la puerta me dí la vuelta y lo miré, me quedé paralizada al ver como sonreía mientras tenía posada una mano en su mejilla. Sentí un cosquilleo en mi estómago y me asusté, rápidamente me di la vuelta y comencé a caminar a paso ligero por la larga calle, dispuesta a perderme entre la múltitud de personas que correteaban por Nueva York.


Amor CiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora