Capitulo 26

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Caí de rodillas frente a la compuerta, sentí el fuerte dolor del golpe en ellas pero ni este se pudo comparan con la caída tan fuerte que había tenido mi alma. Sentí que todo me abandonaba, la esperanza, la ilución, el deseo... todo me iba dejando, solo el fracaso, el dolor, el recuerdo y los pensamientos de que había perdido todo era lo único que me inundaba.

Golpeé la puerta una vez, otra, intenté gritar pero el nudo alojado en mi garganta me lo impidió. Los ojos comenzaban a aguarse y yo cada vez me sentía más inútil. Todo a mi alrededor temblaba, incluso yo lo hacía, volví a golpear, a chocar el puño contra aquella compuerta de metal, una y otra vez, sentía el frió y duro material golpeando fuerte contra mi piel pero yo seguí tocando hasta que el puño golpeó en el aire.

-¿Señorita? -oí y alcé el rostro tambaleándome, intentado terminar de poner de pie -¿se encuentra bien?.

Era una azafata joven, con el uniforme amoldado a su cuerpo como si fuera un guante o más bien una muñeca a la que ya le viene pintada la ropa. La observé y volví a respirar soltando toda la angustia contenida en segundos.

-Déjeme pasar -alcancé a decir volviendo a ser una persona normal a la cual le pasa el aire por sus pulmones -Por favor... -pedí -se lo ruego, por favor...

La joven seguía mirándome con el rostro fruncido, se hizo a un lado e hizo el ademán de que sí que me dejaría embarcar.

-Ha tenido suerte de que el vuelo se haya retrasado por problemas con el equipaje -¡Bendito equipaje!, grité en mi interior -¿Su billete?.

Entonces me di cuenta de que prácticamente había entrado allí de una forma "ilegal", no lo había enseñado antes ya que arrollé literalmente a la otra, vieja y amargada de seguridad. Confusa se lo entregué y de repente ví mi ruina. Quizás se darían cuenta de que no estaba a mi nombre o que era la loca que andaba corriendo para embarcar aviones o la que había atentado contra una veterana segurita, entonces, llegué a la conclusión de que si fuera descubierta entraría de nuevo como loca al avión. Si me había deshecho de la vieja insoportable también lo podía ser de esa joven que parecía tan simpática, correría por el avión, encontraría a Chris y... y le pegaría o... o sinceramente no sabía que haría pero algo para que saliera allí si no se iba a ir conmigo.

-Por aquí... -la voz de la azafata me sacó de mis pensamientos de plan de fuga, me tendió el billete cortado que yo sostení confusa y me sonrió amablemente, dispuesta a acompañarme a mi asiento.

Coló y había pasado. No supe más de aquella azafata cuando me adentré en el avión y busqué con la mirada previamente antes de comenzar a buscar entre todas aquellas caras la de Chris. Busque la misma sonrisa, las mismas gafas oscuras, busqué su perfecto rostro. Era una sensación que ya había vivido cuando lo buscaba en las calles de la ciudad. Buscaba, zarandeaba y recorría cada rostro pero... de nuevo sin hallarlo. Sin hallarlo, no estaba, ¡no estaba! Él no estaba allí, su perfecto rostro no estaba en ningun lado. Recorrí cada asiento del avión mientras era consciente de que todos los pasajeros me observaban como si estuviera loca, lo busqué, le llamé.

-¡Chris! -repetí una y otra vez mientras el pequeño y estrecho pasillo daba vueltas a mi alrededor. No estaba

Lo había perdido. Chris no estaba.

-Disulpe... ¿se encuentra bien? -la misma voz de la anterior azafata sonó a mis espaldas -¿A quién busca? Lo siente pero si no va a desembarcar el avión será mejor que tome asiento por favor. En unos minutos vamos a despegar.

¿Qué perdía? Ya nada tenía, ya nada me importaba. Supuestamente asentí con la cabeza y me dejé guiar por la azafata que todavía me seguía pareciendo amable hasta el que sería mi asiento. Me dejé caer en él, en un asiento de las tres plazas y en donde a mi me había tocado por la ventana. Observé la pista y el vacío que ahora más que nunca había en mi me colmó por completo.

Amor CiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora