Capitulo 8

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Tenía 25 años, se supone que ya era adulta, madura pero me sentía como una adolescente huyendo del chico que le gustaba... ¿Del chico que me gustaba? Como me iba a gustar si lo conocía de apenas unas horas y de un encuentro algo extraño.

¿Por qué lloraba? Solo a mi se me ocurría llorar en medio de la calle y teniéndolo a él en frente. Era una pátetica, lo quería ver y cuando lo ví, huí. Como diría mi hermana yo ni como ni dejo comer.

31 de diciembre, fin de año, noche vieja. Me había levantado temprano con los ojos hinchados, el pelo horrible y sin ganas de arreglarlo. Había dormido unas horas y estaba más tranquila, al parecer eso de consultar con la almohada si es cierto, había aclarado un poco mi mente y llegué a una conclusión bastante irónica, no sabía lo que quería.

Bueno una cosa sí. Me armé de valor y llamé a mi madre anunciándole que sintiéndolo mucho no iba a poder ir a cenar esa noche ni comer las doce uvas con toda la familia. Casi puso el grito en el cielo alegando que aquello era tradición en nuestra familia, que tenía que estar todos juntos y bla, bla, bla... Me dio tiempo a coser los botones de una camisa mientras dejaba que ella soltara su discurso. Finalmente me defendí yo y le recordé que ya era mayorcita para pasar el fin de año con quien quisiera, no le quedó otro remedió que aceptar, yo le llamé para informarle, no preguntarle.

Bien... paso uno completado, plan cancelado.

Pero... paso dos, no tenía con quien pasar el fin de año, no quería hacerlo sola, siempre estaba sola, estuve apunto de arrepentirme y llamar a casa para decir que iba, pero no... Medité y me dispuse a buscar un plan. Mis amigas, conocidas del bufete la pasarían con sus familias, claro, todas estan casadas y con hijos, no podía ir a proponerles que se vinieran conmigo de juerga. Tendría que buscar por otro lado... ¿Qué iba a hacer, emborracharme con mi gato? Pues no sería mala idea, quizás hasta divertida pero no...

Encendí la televisión y todos hablaban de los mismo, el nuevo año, las doce uvas, películas de familia feliz... ¡Maldita sociedad!

Año nuevo... vida nueva, esa frase me llamó la atención, vida nueva... sonaba bien, bastante bien. Una vida más exitante, divertida, con un novio quizás, con sexo (ya puesto a pedir)... Aquella idea hizo que se dibujara una sonrisa en mis labios. Me tomé dos buenas copas de lo más fuerte que encontré por mi casa, me quedé feliz, de repende reía por nada. Realmente no suelo tomar ni emborracharme, no piensen que soy de esas, solo que por eso se me sube antes a la cabeza.

Vida nueva. Eso era lo que me hacía falta, buscar una nueva vida, tenía que dejar de ser tan pesimista y verle el lado bonito a la vida, fijarme más en los detalles, preocuparme más por reir que por llegar puntual al trabajo. Eso era lo que tenía que hacer, cambiar. Comprarme ropa nueva, hacerme un cambio de look, hacer un muñeco de nieve, tirarme en ella haciendo el típico angelito, observar las estrellas en el tejado de mi casa si hacía falta... Definitivamente iba a hacer lo que me diera la gana, iba a hacer lo que no había hecho en toda mi vida, ya no me iba a pensar dos veces actuar, de hecho ya no iba a pensar si hacerlo o no... si lo sintiera lo iba a hacer y ya. ¡Me iba a despedir de esa Dulce! La iba a dejar ese año, iba a solucionar todo, me iba a arriesgar, a sacar partido. Ya era hora... iba a cambiar.

Sin pensarlo, como ya me había prometido, cogí un abrigo y me dirigí a la peluqería, iba a acambiarme, mi pelo necesitaba otro aspecto, mi cara, cambiar mi maquillaje. Había gente cuando llegué pero era una nueva Dulce asi que no me iba a ir. Me senté en los asientos y lei el revistero entero mientras esperaba a que me llamaran. Tuve que controlar la pasiencia para seguir allí pero finalmente pasé. Me puse en manos de aquella muchacha con mechas de muchos colores, corte mi pelo un poco quedando más abajo de los hombros, me atreví a hacer un moderno fleco y el color caoba de mi pelo lo sustituí por uno más intenso. Cambié mi maquillaje, lo hice más pronunciado y le saqué partido al color miel de mis ojos.

Vi mi nuevo reflejo en el espejo, vi mi cambio y... me gustó, realmente me gustó. Me dejé medio sueldo en la peluquería pero no importó, por pimera ves estaba satisfecha y no me arrpentí de lo que me costó. Salí a la calle, hacía frio, la ciudad estaba adornada por un gran manto blanco debido a la nieve que había caído el día anterior. Quizás no elegí el mejor día para cambiar mi pelo pero... ¡que demonios! Claro que había elegido un buen día, iba hacer las cosas cuando quisiera, eso me lo recordaba una y otra vez...

Con las manos guardadas en el bolsillo del abrigo comencé a caminar, iba con la cabeza bien alta, mi pelo volaba al viento y yo en ocasiones sonreía. Tenía que recuperar la confianza en mi misma... y sabía a donde me dirgía... Misma acera, misma calle, mismo rumbo. Sí, iba a la cafetería y si era posible a encontrarme con Chris. Esta vez no iba a llorar, iba a hablar con él, reirme, no sé... besarlo o que sé yo... Estaba haciendo lo que quisiera en ese momento y en aquellos momentos pensaba en él, asi que iba por él.

¿Que haría cuando lo tuviera enfrente? Pues como ya dije... lo que sintiera en ese momento. Iba a zanjar el tema Chris, zanjarlo o quizás... prolongarlo. Todo se decidiría en aquel día, ese día se vería si Chris pertenería a mi nueva vida o por el contrario se quedaría en la otra.

Amor CiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora