Capitulo 7

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Y tres días más pasaron en mi vida, tan aburridos, sin ninguna novedad, igual de deprimentes. En realidad yo no hacía nada para remediarlo, solo quejarme y quejarme, cumpliendo la rutina, encerrarme y no salir de casa. Sinceramente no tenía ganas de nada ya que de por si mi vida era así de simple y sencilla, pero aunque me lo quisiera negar hacía aproximadamente unos cinco días había cambiado por completo o al menos para mi cabeza que no dejaba de darle vueltas a lo mismo.

Había soñado hasta con él, Christopher se había apoderado de mis pensamientos. Al principio su famosa sonrisa era la que me atormentaba, luego sentía su piel... tan suave y más tarde... más tarde me di cuenta de lo mucho que me dolía no saber nada de él, lo mucho que me dolía pensar que para él no fui nada, que fui una persona más y para mi... para mi él fue alguien tan especial. Fue como un rayo de luz, algo que creí que podía cambiar mi vida, alguien que desde que lo conocí supe que no quería perder. Pero la realidad no fue esa para mi. No dejaba de pensar en un hombre que había conocido de unas horas, unas horas intensas, en las que yo me sentí bien, en las que no estaba extresada, no estaba triste, unas horas en las que pude reir y ser yo misma, donde existió una conversación de completos desconocidos que no empezó por las típicas preguntas de que edad tienes, en que trabajas o si tienes novio.

En ocasiones me sentía como que fui utilizada en el sentido de que fui como un paño de lágrimas, en otras absurda por creer que lo de Christopher y yo podía llegar a algo más, que podíamos ser amigos, yo... yo quería ayudarlo, a mi me gustaba estar con él, quería descubrir los ojos que se escondían tras aquellas gafas oscuras. No me importaba que no viera, yo hubiera estado dispuesta a volver a mostrarle todo, quería ser su amiga... en realidad, para que engañarnos, yo quería ser alguien especial para Christopher como él lo fue para mi, quería conocerlo, estar con él. Me sentía tan rídicula.

Y lo peor es que quería verlo, quería ver su sonrisa, ver que estuviera bien aunque sea para poder respirar un momento. Luchaba contra sentir algo porque ya me conocía, soy una persona que coge cariño muy fácilmente, una persona a la cual tratas bien y ya tienes su fidelidad por siempre, no sé, soy así, quizás un poco de desconfianza no me vendría mal ya que a veces de buena, soy tonta.

Y como comprenderan... con todos estos sentimientos no pude evitar llorar. Creo que desde que lo conocí nunca había llorado tan seguido. Estaba deprimida, confundida, decepcionada y aquellas cuatro paredes, las mismas de siempre me agobiaban asi que con lo puesto salí a la calle, era por la mañana y las calles estaban ya bien cargadas. La gente correteaba, compraba las doce uvas para dar al día siguiente la bienvenida al nuevo año... un nuevo año estaba apunto de comenzar y a mi me era indiferente. Ya mi madre me había llamado para darme la gran noticia del día tan familiar que íbamos a pasar. Un día que prefería borrar de mi calendario si hubiera sido posible, no tenía ganas de ir con mi familia y fingir una sonrisa durante toda la noche, no quería seguir aparentando o seguir siendo la que todos creían. La perfecta Dulce Maria, la hija mediana, la que le fue estupendamente en los estudios, y es inmensamente feliz ya que encontró trabajo enseguida y lleva una vida genial en la ciudad de Nueva York. Esa no era yo.

Caminaba por la larga calle, esquivando a la gente mientras mis lágrimas volaban junto al viento, los primeros copos de nieve comenzaban a caer y el frio recorría toda mi espalda pero yo seguía aligerando el paso, quería correr sin mirar lo que pudiera dejar atrás. Crucé una calle... lloré más, era la misma en la que me había chocado con Christopher, viví de nuevo aquel momento, el encuentro, la conversación, todo. Preferí caminar antes de seguir haciendo el rídiculo ya que varias personas me miraron debido a que estaba parada en una acera llorando. Con rabía me sequé aquellas molestas y frías lágrimas y continué en el camino. Metí mis manos en los bolsillos de la chaqueta al sentir como también se enfriaban mientras los pequeños copos de nieve seguían cayendo sobre mi.

Aquella calle me sonaba y no exactamente porque pasara habitualmente, me sonaban porque por allí pasé con él, sabía a donde quería ir aunque me lo negara, mis piernas caminaban solas, no quería pensar, no quería sentir, solo caminaba hacia un rumbo al cual temía...

Frené en seco, mi cuerpo se paralizó y me helé completamente y no precisamente por el frio. Christopher estaba saliendo de la cafetería, con su perro atado a la correa que sotenía con su mano izquierda, estaba a pocos metros de él, lo estaba viendo, lo acababa de encontrar como si aquello se tratase de un culebrón, como si él hubiera salido de mis pensamientos y se me hubiera puesto delante de mi. Creo que no respiré por unos instantes, todo a mi alrededor se paró, solo lo miraba a él y él... él no me podía ver. Una nueva lágrima brotó de mis ojos, no podía hablar, no podía hacer nada, simplemente sentía que no podía. Vi como Max daba una vuelta al rededor de él haciendo que este lo siguiera y para mi sorpresa se dirigiera hacia mi. Juro que no sé como aún yo seguía en pie...

Max ladró y movió su cola feliz mientras hacía el intento de subir sus patas a mi falda. El perro me había reconocido.

-¿Qué pasa amigo? ¿que haces? - su voz retumbo en todo mi cuerpo, su voz fuerte y varonil hizo mi vello erizarse. Tiró de la correa del perro mientras intentaba agarrarlo.

Llevé una mano a mi boca para no emitir un sollozo por mi llanto. Que patética me sentía, tan solo quería llorar, no podía saludarlo, no me sentía capaz, no me sentía capaz de volver a hablar con él para luego despedirnos sin más y de nuevo no saber nada del otro. Lloraba porque él no me podía ver, me dolía que moviera su cabeza de lado a lado sin fijar su vista en un punto. Me dolía por lo que él tenía que pasar...

-Disculpe... -en ese momento el perro lloró con ese sonido tan simpático y él cambió por completo su expresión -¿Dulce?

Mi corazón se paró, abrí aún más los ojos y las piernas me temblaron, toda yo temblé. Como sabía, yo no quería, yo...

-Dulce, eres tu... -no sé si preguntó o si más bien lo afirmó, mientras, Max soltaba de nuevo un ladrido.

Negué con la cabeza mientras otro sollozo se escapaba de mi garganta. No... no quería, no podía, me tenía que olvidar, yo no era nada, no quería que él fuera tan desgraciado como yo, que yo le pegara mi fracaso en todo, ahora no tenía que pensar en mi sino en él. Yo... yo tenía que irme de allí, correr, olvidar y no sentir, sobretodo no sentir, no podía verlo, volver a hablarle, sentía que no podía, sí, fui una cobarde asi que, así lo hice, lo miré una última vez mientras apretaba mis labios y daba media vuelta, corriendo, esquivando de nuevo a la gente, huyendo...

-¡Dulce! -creí oir a lo lejos pero yo no voltee, apreté más los labios y seguí corriendo, no debía mirarlo, no quería hacerlo, él no me iba a seguir, no podía y quizás por eso yo... lloraba más.

Amor CiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora