Capitulo 12

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Ni cuando estaba delante de la puerta del departamento de Chris y con él al lado me terminaba de creer lo que acababa de aceptar. Iba a pasar fin de año con Chris, con el hombre dueño de la sonrisa más encantadora del mundo. Qué haría asolas con él, qué diría, de qué hablaríamos, ¿me controlaría?. Preferí no pensar en eso ya que todo me provocaba una ligera fatiga.

Me lo preguntó y yo simplemente acepté, acepté con la misma seguridad y sin pensarlo como cuando nos conocimos y él me invitó a tomar algo. Es digno de admitir que estaba como un flan, aunque bueno, con él al lado eso ya era común en mi.

Chris vivía en un tercer piso, en un edificio bastante sofisticado pero no tanto como los típicos de multimillonarios al estar situado en la Quinta Avenida, sí, sí, la misma que limita a Central Park y que a todo el mundo le suena. He de admitir que me quedé boquiabierta cuando Chris me dijo que vivía allí, en la calle que es símbolo de la bonanza económica de Nueva York.

Tras terminar de creermelo y estar allí, a esas alturas no sé si temblaba por dónde estaba o por la noche que me esperaba. Miraba todo con lujo de detalles, era todo tan perfecto, cada escalón, cada color, tan cuidado hasta el último detalle. De la vivienda de Chris tan solo la puerta me sorprendio, recordé mi acogedora morada y sinceramente sentí lástima al compararla con todo aquello.

-¿Dulce? -caí de sopetón a la realidad cuando él me llamó, sacudí la cabeza y dejé de observar todo como una niña en un tienda de golosinas en la que nada se puede tocar.

-Sí...

Chris sonrió y terminó de abrir la puerta con sus llaves para luego apartarce.

-¿Estás bien? Te noto callada desde que llegamos.

-Como para no estarlo. ¡Vives en la Quinta Avenida! En donde a mi me daba miedo hasta ayer pasar por aquí por si alguien me cobraba por respirar.

Esta vez soltó una leve carcajada mientras negaba con la cabeza.

-No es para tanto. Eres demasiado exagerada.... -volvió a reir mientras a mi me contagiaba. Abrió la puerta del todo, soltó la correa de Max que estaba a su lado jadeante y este entró de inmediato – Adelante, perdona al señor de la casa, ultimamente se le olvida lo que es la educación -Sonreí por su ocurrencia respecto al perro y tomando una gran bocanada de aire me atreví a adentrar a la casa.

Si el exterior me había dejado anonadada el interior aún más. Primeramente todo era digno de un departamento de un hombre, eso se notaba en la decoración o simplemente en los colores pero todo estaba demasiado cuidado. Las cortinas cerradas y asombrosamente lisas como si estuvieran recién planchadas al igual que los cojines del sofá y las alfombras. Dos pequeñas mesitas estaban perfectamente colocadas con sus adornos, como si cada cosa tuviera una medida exacta para encajar en su lugar correspondiente. El televisor, los sofás, todas esas cosas tan comunes en una casa a mi me parecieron perfectas. Parecía como una de esas habitaciones de hotel y que solo unos pocos se pueden permitir.

-¿Y bien? Que te parece... - Yo me giré frente a él aún con la boca y los ojos bien abiertos.

-Chris... creo que es la casa perfecta. ¡Wow! Esta todo tan bonito. - La verdad que era normal, yo una simple trabajadora del Estado y que llegaba bien a fin de mes si en ellos no existían fechas de cumpleaños o alguna que otra importante, pues aquello me resultaba demasiado. Creo que los sofás y la televisión debrían de haber costado mi sueldo de cada mes.

-Es todo sencillo pero extremadamente cuidado y elegante.

-Vaya... muchas gracias. Tendré que llamar a la decoradora para agradecerle – él hizo una sonrisa nostálgica que al principio me costó algo entender pero que finalmente comprendí.

Amor CiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora