Capitulo 17

1.2K 130 11
                                    

Unos fuertes y potentes rayos de sol chocaron contra mis párpados haciéndome mover de la cama ante la incomodidad, una vuelta para abrazarme más a la almohada y... ¡Zas! Había caido al suelo y chocado contra el piso. Cegada por la claridad abrí los ojos y me agarré la cabeza, no estaba en mi casa, menos en mi habitación ni en mi cama. Asomé la cabeza de nuevo a la gran cama y solo estaba enrollada por sábanas y otra almohada.

Imagenes, sensaciones junto con un gran escolofrío recorrieron mi cuerpo. La noche anterior o bueno hace unas horas... ¡Oh dios! Me apoyé en el colchón y me agarré la cabeza, me dolía pero era el dolor más satisfactorio que podía tener... yo, él, respiré profundamente y traquilicé mi repiración mientras intentaba controlar la sonrisita tonta que se me había puesto en los labios.

Me iba a levantar pero... ¡estaba desnuda! Me alarmé, pero de nuevo gracias a la sonrisita tonta recordé lo obvio. Dando tumbos y tras enrollarme la sábana a mi cuerpo me senté en el colchón mirando a mi alrededor mordiéndome el labio.

Por razones lógicas no me había fijado en la habitación. La verdad me hubiese sorprendido en otras circunstancias pero al conocer el resto de la casa y su ya sofisticado y discreto lujo no me resultó tan fuera de lugar lo perfecta que era. La gran cama en el centro con sus respectivas mesillas a cada lado, el gran ventanal, pero ahora con la cortinas echadas - igual de perfectamente planchadas que las del salón -, un gran ropero de cinco puertas de madera color caoba igual que hacían juego con el resto de muebles de la habitación y al otro lado un escritorio, del mismo color caoba, que tenía algunos papeles y libros sobre ella.

Decidí levantarme, me enrollé mejor en la sabana y me acerqué a la ventana rodando con cuidado la cortina color verde pastel. Como era de esperar las largas calles estaban abarrotadas de gente que correteaba de un lado para otro, los coches tocaban el claxon debido a algun frecuente tráfico. Cerré los ojos y la primera imagen que habitó mi mente fueron los fuegos artificiales, las campanadas, las doce uvas, el brindis y el beso... Los abrí rápidamente al sentir un calor recorrer todo mi cuerpo. Me aparté de la ventana al escuchar la voz de Chris, inconcientemente volví a sonreir tontamente mientras de nuevo mi pecho reaccionaba al escucharlo.

Deduje que estaba hablando por teléfono al oir como hablaba y callaba para obtener alguna respuesta del supuesto otro lado. No pude terminar de entender la conversación, ni siquiera saber de que iba, no quise espiarle ni ser metiche solo que... me dio curiosidad al no reconocer su mismo tono de voz dulce y apasible que siempre tenía, esta vez era algo brusco y hablaba más rápido.

La puerta terminó de abrirse y yo di un salto al verlo. Primeramente porque no llevaba camiseta, tan solo un pantalón de pijama gris y tampoco llevaba zapatos, parecía un dios con su perfecto pecho marcado, con sus fuertes brazos donde fui acogida durante toda la noche. Sin una imperfección, era perfecto, no existe otra palabra similar para describirlo. De nuevo llevaba sus gafas oscuras, algo que aunque prefería evitarlas ya me había acostumbrado.

Por mi parte, despues de un instante respiré con dificultad al olvidarme de hacerlo mientras lo examinaba, lo miré directamente a la cara y allí estaba aquella perfecta sonrisa esperándome.

-¿Dulce?

-Sí...

Respondí aún en trance, sacudí la cabeza y de repente me quedé en blanco. ¿Qué se supone que le iba a decir despues de lo que pasó? ¿Le daba un beso en la mejilla o en los labios? Un nuevo calor me recorrió, pero esta vez un calor de rubor desesperante.

-Buenos días... ¿qué tal? - preguntó.

Dio un paso y abrió los brazos, yo de inmediato lo entendí, podía estar corta en aquellos instantes pero ese gesto me quitó un gran peso de encima. Fuí hacia él y lo abracé embriagándome de su peculiar aroma y rodeándome de sus cálidos brazos.

Amor CiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora