Cuando dije que podía comenzar mi nueva vida en tranquilidad, nunca añadí el que tuviera que seguir aguantando a hombres más malhablados, guarros, malolientes pervertidos que podía haber visto en mi vida. Llevábamos más de dos semanas en las que habíamos pasado por dos tormentas, un intento de asalto, un altercado con ingleses y tres bajas por el escorbuto.
Es decir, que yo debía traer mala suerte, por mucho que el capitán quisiera hacerme creer que no.
En ese mismo instante me encontraba apoyada en la proa del barco, donde todo estaba tranquilo. El capitán me había dejado un libro para leer mientras que el resto se dedicaba a jugar a las cartas o a beber moderadamente. Hacía un día espléndido, sin nubes a la vista, el mar nunca parecía acabarse con la línea del cielo y el horizonte. La brisa hacía que mis cabellos revolotearan. Me los había dejado sueltos esa mañana para poder disfrutar de esa sensación de libertad que tanto me gustaba sentir, además de que mi pelo rojo-zanahoria destacaría más en todo lo que era la mancha azul del mar.
Me gustaría decir que me había ganado el cariño de los tripulantes del barco, pero la verdad era que estar rodeada de un montón de hombres que hacía más de dos meses no probaban el cuerpo de una mujer hacía que corriera más peligro. Yo era la protegida del capitán así que no podían hacerme nada, pero aún así sus miradas hacían que se me congelara la sangre.
—¡Barco a la vista! – gritó el vigía mientras señalaba justo delante de nosotros un pequeño punto en el horizonte. Yo no alcanzaba a verlo, pero aún así podía distinguir por el rostro de nuestro anciano vigía que era un buen problema – ¡Capitán! ¡Piratas! ¡Son piratas!
Inmediatamente me puse alerta. El capitán Rough me había explicado que, en el caso de que fueran piratas, me escondiera lo más rápido que pudiera y no saliera hasta que él fuera a buscarme, pero ¿y si él nunca venía a por mi? Yo no podía ni sabía defenderme de un pirata armado, muchísimo menos si era un barco entero. ¿Qué me garantizaba que podía sobrevivir a un ataque?
Mis pies tardaron en reaccionar a lo que me decía la mente, aunque cuando ya pude ver el peligro que se acercaba, ellos se acercaban cada vez más rápido. Mis piernas volaron hacia el capitán que, de una sola orden y una mirada de soslayo, me indicó que fuera a su camarote y cerrara todo con lo que tuviera. Me dio una pistola y una daga pequeña y me empujó mientras él y el primer y segundo oficial daban órdenes, ayudando a sus tripulantes a huir cuanto antes del posible ataque pirata.
Yo no tardé mucho en llegar al camarote del capitán, encerrarme con llave y poner todos los muebles posibles contra la puerta. Me llevé las manos a la cabeza y miré a mi alrededor, buscando una salida. Pero no había nada, solo un pequeño ventanuco sobre la cama y poco más. Busqué más armas, algo con lo que poder defenderme si conseguían entrar.
No pasaron ni veinte minutos cuando comencé a oír gritos en cubierta. El miedo volvió a mi cuerpo y más cuando un pequeño chorrito de sangre cayó sobre mi frente. Quise gritar, pero me obligué a guardar silencio poniendo una mano sobre mi boca. Un estruendo se oyó justo a mi lado en el momento en que las paredes del camarote que conformaban el casco explotaban, saltando cientos de trozos de madera en pedazos. El agua comenzó a entrar mientras la nave se balanceaba.
En pocos minutos el agua me llegaba por las rodillas, mojando toda mi falda a cada paso que daba, y poco después por la cintura. Un nuevo estallido hizo que lo poco que quedaba del barco se balanceara bruscamente, consiguiendo que se hundiera mucho más deprisa. Me acerqué al agujero empuñando la daga y la hundí en la madera intentando hacer el agujero más grande para poder salir. Ya era demasiado tarde para quitar los muebles y escapar y no dudaba en que me encontraría de todo en cubierta.
—¡Salid de allí! – chilló alguien en la lejanía. El agua me llegaba por el pecho mientras que luchaba por salir de allí.
Tiré de las tablas con toda la fuerza que pude reunir, abriendo más el agujero que me salvaría la vida o me la quitaría. No, yo había huido de Puerto Rico para vivir mejor, no para morir en un asalto pirata. Me agarré y golpeé con los pies, quedaba poco aire y mi respiración se aceleraba. Cogí una última respiración e intenté salir de allí. El vestido me pesaba toneladas junto a la ropa interior y yo luchaba por nadar a la superficie, pero la suerte corría en mi contra. El vestido se enganchó a los tablones de madera y me quedé atascada. No me importaba si la mierda de tela se rompía, solo quería salir a la superficie.
Veía pronto mi fin, los pulmones me ardían, la garganta me picaba y sentía convulsiones cada vez que avanzaba un poco más. Nadé un par de metros más y me sostuve a un barrio que venía flotando hacia la superficie. Los ojos comenzaron a cerrarse mientras volvía a aferrarme al barril. Pero ya era tarde. Sentí cómo la vida abandonaba mi cuerpo hasta que me vi de nuevo en la superficie. El barco se veía lejano desde donde estaba, aunque tenía los ojos entrecerrados.
—¡Superviviente! – gritó alguien mientras se formaba barullo.
Me obligué a toser y a expulsar toda el agua que había tragado. Varias manos me sujetaron, pero yo solo quería aire en mis pulmones. Apenas pasaron unos minutos cuando me vi tirada en la cubierta de un barco. Aún tosiendo y respirando con dificultad. Me aparté el pelo del rostro y miré a mi alrededor. La cubierta era grande, el mástil y las velas eran enormes pero no fue eso lo que más me sorprendió, fue que estaba rodeada de piratas. Mugrosos y asesino piratas.
Me encogí echándome hacia atrás, arrastrándome por la cubierta para alejarme de ellos. Tenía muchísimo más miedo que cuando estaba a punto de morir ahogada. Temblaba mientras la ropa se pegaba a mi cuerpo.
—¡Bienvenida al Golden Bone, señorita! – gritó un hombre colgado de los cabos de la mesana.
—¿Qué es todo este barullo? – preguntó alguien en la lejanía – ¡Apartaos! ¿Qué sucede?
Unos ojos azules me recorrieron con la mirada rápidamente. Esto no podía ser. Mi mala suerte no podía hacerme esto. Me quedé agachada hasta que apartó su mirada de mi para observar los pocos escombros que quedaban del barco, volvió a observarme e hizo una sonrisa ladeada que me provocó un horrible escalofrío, haciendo que se me pusieran los pelos de punta.
—Tú otra vez, pequeña... – negué y observé el mar, donde antes él miraba – No ha sobrevivido nadie, pequeña Caris, no te esfuerces.
—Eres un asesino... – murmuré levantándome – ¡Eran gente buena!
—Es mi trabajo – contestó encogiéndose de hombros.
—¡Me salvaron! Ellos... ellos iban a darme mejor vida... – susurré para mi con lágrimas a punto de saltar.
—Lo siento – volvió a encogerse de hombros.
—No, no lo haces – fruncí los labios y me volví hacia él – Maldito bastardo... – levanté mi mano y, a punto de bajarla, él la cogió en el aire y apretó la muñeca, sintiendo cómo cada hueso se resquebrajaba en mi interior.
—No vuelvas a hacer eso – masculló muy cerca de mi cara – Llevadla abajo – ordenó antes de tirarme al suelo y dejarme con sus hombres – Luego te haré una visita – añadió con una sonrisa cínica. Me removí entre las manos de dos piratas y, finalmente, me dejé llevar por ellos hacia los calabozos. Él pagaría muy caro...
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One more pirate
AdventurePROHIBIDA LA COPIA O ADAPTACIÓN. OBRA REGISTRADA. Tras quedar huérfana a los cinco años, Caris pasa parte de su infancia bajo la esclavitud en una taberna, hasta que se le presenta la oportunidad de volver a ser libre. El destino quiere que en su...