Terminé de ponerme el vestido y las horquillas del pelo antes de calzarme los zapatos. Me miré al espejo y me arreglé con los polvos o como se llamen en sociedad. Estaba totalmente cambiada y no podría describir cómo me siento. Derek entró en el camarote y me abrazó las piernas:
—Estás muy guapa – sonreí y le di un beso en la frente.
—Tengo que irme ya, Derek – le removí el pelo y me levanté las faltas del vestido – Volveré por la noche, enano.
—Cuéntame todo, Caris – pidió juntando sus manos bajo su barbilla en forma de súplica.
—Está bien, pero no te quedes despierto hasta muy tarde – le di un beso en la frente y salí del camarote para salir hacia los embarcaderos. Vi de lejos a Reagan hablando con Jack y David antes de que él se percatase de mi presencia en la baranda.
Bajé la pasarela a paso lento hasta llegar al final, donde Jack besó mi mano de forma galante con una sonrisa en los labios. Le di un beso en la mejilla a él y a David, miré a Reagan e hice una leve reverencia antes de acomodarme el maldito corsé. Me estaba cortando la respiración a pesar de que he sido capaz de ponérmelo yo sola.
—¿Nos vamos ya? – pregunté aceptando el brazo del capitán – No comprendo cómo es que las mujeres los aguantan... – mascullé removiéndome incómoda. Reagan se rió y yo le golpeé en el brazo – Moriría por verte con uno de estos...
—No tendrás ocasión, pequeña – y el muy maldito se burlaba de mi... gruñí y me llevé una mano al pecho mientras seguíamos caminando hasta parar en el mercado, donde esperaba un hermoso carruaje rojo con caballos blancos para llevarnos a la mansión donde sería la fiesta – Tú tendrás tu nombre real, pero yo me llamaré Oliver Cromwell.
—¿Como el Lord Protector? – pregunté a lo que él arqueó la ceja – ¿Qué? Me habré criado en la calle pero sé perfectamente lo que pasa en Londres.
—Entonces estarás informada de los problemas políticos – contestó, a lo que asentí – Si te preguntan no te pases de lista. Di, simplemente, que eres de una familia burguesa y que acabas de llegar de viaje en las indias. No digas nada sobre tu procedencia, ni tu infancia real, invéntate todo lo que sea necesario ¿entiendes?
—No soy tonta, Reagan, sé perfectamente cómo me las tengo que arreglar.
—Está bien, pequeña – me ayudó a subir dentro y se volvió hacia David – Volveremos tarde, pero estad preparados. Que los hombres salgan de putas si quieren pero no esperaremos a nadie por la mañana.
—Sí, capitán – dio un toque al sombrero y desapareció calle abajo.
—Respecto a lo de ayer... – comenzó después de cerrar la puerta.
—No quiero hablar de eso, Reagan – él asintió llevándose una mano a la barbilla.
—Pase lo que pase hoy, prométeme que no cambiará nada lo que sientes por mi – fruncí el ceño y asentí lentamente. Reagan era misterioso, pero últimamente se pasaba de reservado. No comprendía lo que quería decirme con todas aquellas frases raras, así que simplemente lo debía ignorar.
—¿Ford tiene mujer o... hijos? – pregunté titubeante.
—Su esposa, Lady Amelia Ford es una española de matrimonio concertado. A pesar de que sea callada es inteligente y muy calculadora, en otras circunstancias os habríais llevado bien – oculté una risa con mi abanico y miré al exterior – También tiene dos hijos Malcolm y Jacob Ford, uno es abogado y el otro dirige un negocio comercial de la familia de su madre.
—¿Entonces los hijos están involucrados?
—No, pequeña. Ford sénior se las apaña para que nadie de la familia se entere de lo que sucede con los negocios... – le miré a los ojos, analizando su postura. Si hubiera ignorado lo que era, habría jurado que era de la aristocracia, pero era un maldito pirata. Uno honrado, celoso, cuidadoso... y le quería.
Llegamos a la casa pocos minutos después, en silencio. Era un sitio grande y ostentoso, lleno de personas que comenzaban a llenar la sala de forma ordenada pero escandalosa. Las mujeres se pegaban a sus maridos o hermanos mientras iban de un lado para otro, bailando o hablando con el resto de los invitados. Reagan y yo nos hicimos pasar por prometidos la mayoría de las veces diciendo que él era comerciante y que nos habíamos prometido a lo largo de las provincias de las colonias inglesas hasta llegar aquí.
—A tu izquierda, el pelirrojo sujeto a la morena de vestido rojo – asentí y me giré discretamente mientras dábamos una vuelta durante el baile. Reagan me sujetó de la cintura y me llevó a rastras hasta allí – Habla solo cuando te agarre de la cintura.
—Eso va en contra del protocolo.
—Piensas demasiado.
—Déjame hablar a mi. Solo entretén a lady Ford – Reagan suspiró exasperado y asintió rendido hacia mi.
—Milady, debo decir que estáis arrebatadora esta noche – besó su mano entreteniéndose más de la cuenta, y seré sincera, una sensación de odio hacia esa mujer inundó mi cuerpo de forma devastadora, a pesar de que sabía de sobra que Reagan me quería a mi (o eso creo).
—¿Os conozco, milord? – preguntó Lady Amelia con voz coqueta.
—Me llamo Oliver Cromwell y esta es mi amada prometida Caris Ford – hice una leve reverencia, besé la mano de Lady Ford en señal de respeto y me agarré al brazo de mi supuesto prometido.
—Sois realmente hermosa, Lady Ford – sonreí de la misma forma coqueta que ella hacía su marido y batí las pestañas – Me habían dicho que erais hermosa, pero los cortejos se quedaban cortos – y lo peor es que la mujer más hermosa que había visto.
—Sois muy amable Lady Ford. Pero no me suena su apellido, ¿tenemos algún lazo?
—Me temo que es solo una coincidencia, milord – contesté con una sonrisa amable.
—Mi señor – oí una voz dulce a mi lado y mi mundo cayó en cuestión de segundos.
Era yo... más mayor pero prácticamente era... palidecí durante unos segundos en los que me agarré con fuerza a Reagan y él solo estaba tenso. Todo me cuadró en instantes. William Ford hablaba a esa criada en voz baja, agarrando su brazo mientras Lady Amelia se tensaba al igual que el Capitan Black.
—Te he dicho que no podías entrar hoy al salón...
—Es ella ¿verdad? Por eso querías ocultarla, por eso la apartaste de mi... – susurraban cosas sin sentido y yo... yo solo podía pensar en lo engañada que me sentía.
—¿Por eso hemos venido? – pregunté con los ojos cerrados, sin llegar a mirar a Reagan y sin apartar la vista de la mujer a la que me impedían ver. Él no dijo una sola palabra. Me di la vuelta, enfrentándolo.
—Será mejor que vayamos a mi despacho – Reagan me arrastró del brazo mientras Amelia nos guiaba y William y la sirvienta se adelantaban.
Andaba con paso firme, sin amedrentarme y sin dudar un segundo, pero con miedo a lo que podría pasar de ahora en adelante. Lo que pasaría con mi vida...
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One more pirate
AdventurePROHIBIDA LA COPIA O ADAPTACIÓN. OBRA REGISTRADA. Tras quedar huérfana a los cinco años, Caris pasa parte de su infancia bajo la esclavitud en una taberna, hasta que se le presenta la oportunidad de volver a ser libre. El destino quiere que en su...