Capítulo 10

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Caminé intentando recordar donde se encontraba su camarote y llamé dos veces antes de oír una voz que me cediera el paso. Abrí la puerta con lentitud antes de ver dos platos de comida con sus respectivas bebidas y cubiertos sobre el escritorio, ahora mucho más ordenada.

—¿Deseabais verme, capitán? – pregunté con la cabeza alzada.

—Siéntate, Caris. Cena conmigo, tenemos cosas de las que hablar – dijo levantando su copa, señalando el asiento con ella. Asentí, acatando la orden y me senté frente a él de forma lenta, evaluando todo su rostro en busca de algún signo de burla.

—¿De qué deseáis hablar? – pregunté pausadamente mientras ponía las manos sobre el regazo.

—Comamos primero... – ordenó mientras me señalaba el plato de comida con la vista. Mi ración era casi igualada a la suya. Jamás había visto tanta comida en mi vida, al menos para mí. Grace siempre me daba algunas sobras aunque algunos días ni siquiera comía – No me mires así, Caris. Estás raquítica y muerta de hambre desde ayer.

—No es que rechace su comida, capitán – comencé mientras comía una que otra patata asada – Es solo que... no estoy acostumbrada a comer tanto.

—Mi tripulación está muy sana, Caris, y tú ahora eres parte de ella así que, como buen capitán y tu protector, estarás bien alimentada – asentí lentamente y comenzamos a comer en completo silencio. Él dijo que estaba raquítica, sabía que era delgada pero... a tanto de ser un palillo no, ¿verdad?

—¿Puedo saber al menos si la razón por la que me ha invitado a cenar ha sido por algo que haya hecho? – pregunté alzando la vista para encontrarle concentrado observándome – Capitán...

—Quiero que me expliques de qué conoces a mi grumete – asentí, comenzando a tener dificultades para masticar mi comida. Tragué y dejé los cubiertos antes de limpiarme la boca y carraspear con impaciencia e incomodidad.

—Él me ayudó a escapar de la taberna, señor. No sé lo que él os haya contado, pero lo único que puedo confirmar es que él y yo no éramos amigos ni lo somos ahora. Aunque me haya salvado la vida, él también era mi dueño de alguna manera... – Reagan tragó sin siquiera dar indicios de haberme escuchado hasta que se levantó y abrió un cajón del escritorio.

—Me gustó cómo le contestaste – fruncí el ceño – Tienes mucho carácter escondido, Caris, y seguramente sea por tu condición de esclava en la taberna, pero el caso es que comienzas a dejarte llevar.

—¿Y eso es bueno?

—No te asustes, es muy bueno, para ambos...

—¿Ambos? ¿A qué se refiere?

—Yo necesito a gente que sepa defenderse, tanto en una discusión como en una pelea – asentí aún confundida, ¿a dónde narices quería llegar? – Como mi protegida en este barco no creí que fuera necesario defenderte de ellos, pero durante un saqueo nadie está a salvo, y todos contribuyen a ello. Excepto el médico, el cocinero y Derek, todos tienen su deber para conmigo.

—¿Queréis decir que debo arrebatarle la vida a los demás? – pregunté, confusa.

—No era ese el punto de vista que quería darte a conocer – se retractó – Lo que quiero decir es que no puedo estar pendiente de Dereck y de ti durante un abordaje.

—¿Entonces os referís a que me enseñaréis a pelear?

—Exacto – asintió sacando una pequeña daga y poniéndola entre nosotros. La miré sin saber muy bien qué hacer con ella y luego a Reagan – Cógela y atácame – ordenó. Alcé la mano y la estiré para cogerla justo cuando él se adelantó y me dio una patada en el pecho, haciendo que cayera de espaldas al suelo tosiendo – Tienes que ser más rápida, Caris. No debes confiar en que tu oponente jugará limpio – tosí tumbándome de lado y me levanté con dificultad – Otra vez...

Le miré con los labios fruncidos y me acerqué lentamente hacia él. Estiré la mano hacia la mesa y el capitán golpeó mi costado para cogerme un brazo y retorcerlo en mi espalda, poniendo la daga sobre mi cuello. Estaba fría, sentía escalofríos en mi espalda mientras tenía el aliento de Reagan en mi cuello. Jadeé y gruñí sintiendo el tirón en mi brazo.

—Sigues siendo muy lenta. Espabila.

—¿Ah, si? – di un pisotón sobre su pie, haciendo que saliera un grito de su garganta (llevaba algo de tacón, por cierto), le di un codazo en el pecho y otro en la nariz, consiguiendo que retrocediera unos pasos. Le empujé hasta tirarle al suelo y cogí disimuladamente un cuchillo de la mesa para guardarlo disimuladamente en mi cinturón – ¿Ahora también fui lenta? – pregunté esperando a que se recuperara. Jadeó como hice yo hace unos momentos y se lanzó hacia mi, sonriendo como si fuera el mayor reto de su vida.

La verdad era que nunca había peleado con nadie como con él ahora, y lo estaba disfrutando.

—Eres una chica, así que siempre llevarás ventaja sobre los demás oponentes. A pesar de que eres medianamente alta, eres delgada y rápida, mucho más ágil que los hombres, así que puedes usar eso a tu favor – asentí mientras se acercaba a mi por detrás y ponía las manos sobre mis caderas – Separa las piernas, gira un poco la cadera – ordenó, a lo que él corrigió mi postura y levantó mis manos quedando en una "posición de defensa" como la había llamado – Procura no usar siempre las piernas cuando avances. Deja que él confíe en que ganará, cánsale y luego ataca – asentí y me dejé aconsejar – Si quieres derrotar a tu oponente, agarra su brazo así, ayudándote con la otra mano en el homóplato. Tira de él hacia abajo al lateral y oblígale a que caiga, ayúdate dándole una patada detrás de la rodilla. Tu puedes aprovechar a golpear las partes nobles de un hombre.

—¿Lo consideran una falta de respeto si lo hace otro hombre? – pregunté con el ceño fruncido.

—Digamos que es algo que todos los varones respetamos profundamente, como un código de honor – se encogió de hombros e hizo una demostración conmigo, para demostrarme cómo se debía de hacer – Prueba tú.

Asentí tragando saliva. ¿Cómo iba a poder yo con él? Agarré su muñeca con fuerza y aplasté el hueco entre su cuello y el brazo para tirar hacia abajo antes de hacerle caer al suelo con fuerza en un ruido sordo. Él aprovechó a que estaba distraída y me empujó quedando yo rodando por el suelo mientras él sujetaba la daga de nuevo. Al acercarse le di una patada en el pecho y el brazo y saqué disimuladamente el cuchillo de la comida mientras él volvía a acercarse y se sentaba sobre mi cintura, poniéndome la daga contra el cuello de nuevo.

—Nunca te distraigas, Caris. Eso puede costarte la vida – sonreí antes de casi reírme a carcajadas, a lo que conseguí su ceño fruncido – ¿Te hacen gracia mis lecciones?

—Capitán, vos también deberíais fijaros en todo – él miró donde mi vista estaba y se ruborizó mientras veía cómo el cuchillo estaba en su entrepierna. Aproveché su descuido y cogí la muñeca donde tenía la daga y la subí haciendo que el que estuviera encima ahora fuera yo.

—Aprendes rápido, Caris – asentí sintiendo cómo habíamos cambiado de posiciones. Yo sujetaba sus manos por encima de su cabeza, la daga había volado lejos y ya no había cuchillo. Solo estábamos nosotros en una habitación a solas, en una posición comprometedora.

—¿Capitán, va...? – oímos que un tripulante abría lentamente la puerta y asomaba la cabeza antes de vernos y salir corriendo.

Reí volviendo a mirar al capitán, no parecía haberse percatado de la interrupción, aunque tampoco es que me importara demasiado, teniendo en cuenta que me miraba muy intensamente con aquellos ojos azules. Y desde aquel momento supe que las cosas estaban cambiando de rumbo otra vez...

—Yo... – solté sus brazos y me levanté antes de rascarme la nuca con nerviosismo – Creo que debería irme...

—Oh, sí... buen trabajo Caris – asentí y me dirigí a la puerta, debía ir a acostar a Derek – Mañana entrenarás conmigo, así que recuerda lo de esta noche – volví a asentir y abrí la puerta.

—Buenas noches, capitán – me dijo adiós con la manos aún desde el suelo y desde donde estaba pude ver un bulto en sus pantalones.

¡MIERDA! Sentí mi rostro enrojecido y salí corriendo tanto como mis piernas me permitían. ¿Qué era lo que casi sucedía?

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