Era bien entrada la noche para cuando llegué a encontrar el pequeño camarote de Derek. Era un poco más pequeño que el de Reagan, con la diferencia de que había una cama más y no tenía escritorio ni estanterías donde poner los libros o vitrinas de armas. Muy por el contrario, este camarote era pobre. Los dos camastros apenas parecían cómodos, pero el pequeño grumete se balanceaba mientras miraba por el ojo de buey, ignorando las formas que proyectaban las sombras del escaso decorado.
Cerré la puerta y esperé a que el niño se percatara de mi presencia para evitar sustos. Puse una mano sobre su hombro y la mirada de terror que me dirigió me heló la sangre, provocándome un escalofrío en todo el cuerpo. Pasé una mano por su pelo y él, completamente aterrado, se aferró a mi pecho intentando contener los sollozos en su garganta.
—¿Quieres contarme algo? – pregunté lentamente. Ese niño estaba traumatizado desde que veía a su madre trabajar, lo menos que podía hacer era intentar que confiara en mí y se desahogara – ¿A qué le tienes miedo, Derek? – pregunté haciendo que se tumbara en su cama. Le arropé lentamente, esperando a escuchar su contestación.
—Tengo pesadillas – asentí, intentando hacer que continuara – Con mi madre.
—¿Y qué le pasa a tu madre durante las pesadillas? – pregunté de nuevo tumbándome a su lado, dejando que se acurrucara conmigo.
—Unos hombres la pegaban en la cara y la sujetaban mientras se ponían encima de ella... Mamá siempre intentaba que yo no estuviera mientras le hacían eso – asentí, esperando que continuara, pero el silencio inundó la habitación. Me apresuré a intentar buscar la solución para que él lo olvidara, o al menos no tuviera esas pesadillas que en realidad eran recuerdos – ¿Qué hacen tus padres? – preguntó de repente, sacándome de mi embelesamiento, dejándome en blanco,
—No lo sé... – contesté después de unos segundos — Nunca conocí a mi padre... – admití bajando la mirada. Me daba vergüenza admitir que mis padres no murieron, como Grace siempre decía frente a los clientes. Yo nunca conocí a mi padre, y estaba deseando que no preguntara por mi madre, sino se instalaría un momento muy tenso y no sabría cómo explicar mi situación.
—Pero tu apellido es Ford.
—¿Y eso qué tiene que ver? – cuestioné hundiendo el entrecejo.
—Que el gobernador William de La Grita se apellida igual que tú – abrí los ojos como platos. ¿Este niño está drogado o bebido?
—Debe ser una coincidencia – contesté restándole importancia mientras me encogía de hombros, porque seamos sinceros, ¿cómo iba a ser yo hija de un gobernador?
—¡Pero yo le he visto! Te pareces mucho a él – dijo levantándose de la cama con entusiasmo – El pelo, los ojos, la nariz... ¡eres casi como él, pero en chica!
—No digas tonterías, Derek – repliqué intentando que volviera a tumbarse.
—¡Pero es verdad!
—Ni peros ni peras, como no estés en la cama a la de tres, le diré al capitán que duermes en las celdas – el niño abrió los ojos como platos cuando le amenacé y se metió en la cama velozmente. Le volví a arropar y me senté en la orilla de la cama, sintiéndome algo avergonzada por haberle tenido que amenazar – Escucha Derek, eso es solo casualidad, ¿vale? Debes comprender que las fantasías suelen quedarse en eso, y que hay ciertas cosas donde es mejor no meterse – el pequeño asintió de forma lenta, sabiendo a lo que me refería – Tengo asumido que nunca conoceré a mi padre, ni siquiera tengo pistas para encontrarle, así que debes olvidar el tema, ¿me he explicado bien?
—Sí... pero tienes que admitir que debe de ser chulo ser hija de un gobernador – reí ante su ocurrencia y asentí, conforme con aquella acotación.
—Tú sí que te pareces a tu padre. Eres Reagan pero en miniatura – él se sonrojó y se arropó mejor – ¿Te digo un truco para no tener pesadillas? – Derek asintió, teniendo su completa atención centrada en mi. Al menos le había distraído – Dirás mientras cierras los ojos "No soñaré con conejitos, no soñaré con conejitos, no soñaré con conejitos" hasta que te duermas, ¿entendido?
—Sí.
—Venga, duérmete ya. Mañana será un día lleno de matemáticas – le di un beso en la frente y me dispuse a salir del camarote antes de echarle un vistazo y oírle murmurar la frase.
Reí para mis adentros y salí a cubierta mientras hacía una lista mental de lo he tendría que hacer mañana: arreglar la camisa, entrenar con Reagan, ayudar a Jack en la cocina y vigilar a Derek por la tarde. A simple vista no era nada comparado con lo que he tenido que aguantar estos años.
Salí al exterior, donde no me quedé demasiado tiempo. Me aseguré de que todos dormían antes de dirigirme al cuarto de Derek para coserme la camisa y asegurarme un sitio donde dormir en su cuarto. Después de una hora conseguí ajustarme la camisa para que no estuviera demasiado holgada pero tampoco demasiado ajustada. Hice lo mismo con mis pantalones y aproveché las botas para poder ajustar el pantalón por dentro. Me hice un nuevo cinturón con uno de los que Derek tenía en un baúl y lo aproveché. Total, no creo que nadie se fije en eso.
Me hice una trenza para dormir y me acosté en la litera, donde estaba el segundo camastro y me acomodé reviviendo lo que había sido el día de hoy. También recordé el horroroso bulto que había provocado en los pantalones de Reagan Black, mi capitán, el hombre que podría matarme de un momento a otro. Pero sobretodo intenté recordar el rostro de mi madre.
Aunque era pequeña para poder recordarla con nitidez, nunca me faltaban los detalles que me daban Grace y su marido. Aunque despectivos hacia mi persona y la de mi madre, intentaban darme una imagen detallada cada vez que les preguntaba hasta que, finalmente, hace un año y poco más, dejé de hacerlo, arriesgando su recuerdo al olvido.
Era un riesgo que debía correr si con eso podía avanzar en mi vida. Ya no tenía más que perder, ella solamente era un capítulo borroso en lo que era mi libro, y sin embargo no tenía el valor de poder arrancarla de él. Cuanto más la intentaba recordar, más lejana se me hacía hasta que me di cuenta de que estaba llorando. Muy pocas veces había llorado en mi vida, y no por eso esta iba a ser importante.
Decidí que ya era hora de concentrarme en los que era: una chica que no tenía familia. Una chica crecida en la esclavitud. Pero yo misma me encargaría de que jamás dejaría que me arrebatasen la vida, la dignidad y mi honor.
Siento la tardanza. Me ha pillado el viaje al pueblo perdido en medio de la nada y, cómo es de suponer, he estado tirando del teléfono para todo.
Weno weno, hablando de otros temas, ¿qué os parece el recorrido de Caris? ¿Encontrará a su padre o a su madre? ¿Avanzará en el barco? ¿Qué pasará entre Reagan y Caris 😏?
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One more pirate
MaceraPROHIBIDA LA COPIA O ADAPTACIÓN. OBRA REGISTRADA. Tras quedar huérfana a los cinco años, Caris pasa parte de su infancia bajo la esclavitud en una taberna, hasta que se le presenta la oportunidad de volver a ser libre. El destino quiere que en su...