Capítulo 15

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Me dolían los brazos y tuve que arreglar la camisa que Jonathan había rasgado en el escote. Me sentía sucia y decepcionada conmigo misma, no solo porque Reagan y Jack me hubieran visto tan desprotegida, sino porque Black me estaba entrenando para ser pirata y ni siquiera pude defenderme de un idiota de solo una cabeza más que yo y con menos masa muscular que yo.

¡Maldición! ¡Yo sabía defenderme! ¡Estaba mejorando notablemente! ¿Por qué no supe reaccionar ante John. Era igualmente estúpido de mi parte por no haberle dado en su intimidad y haberme servido de un segundo golpe para poder huir. No, tuve que quedarme casi indefensa. Asquerosa. Así me sentía. Lo peor era la casi imperceptible decepción de Reagan. Dios, y ahora me dolían los pechos y los brazos.

Me pasé la mano por la frente y me centré en el puente de la nariz, apretando, intentando que se me pasara el dolor de cabeza que, obviamente, me daría la paliza durante un buen rato. Cosí la camisa con mucha paciencia y me tumbé un rato. Estaba tremendamente agotada. Después de un rato mirando el techo comencé a cerrar los ojos, poniendo una mano bajo la almohada y cruzando una pierna sobre el pequeño colchón, abrazando la almohada, dejando que el cabello regara toda la superficie. Ventajas o inconvenientes de tenerlo tan largo.

No sé cuánto tiempo dormí, pero me desperecé para ver con mis propios ojos que Reagan me observaba desde la cama de Derek, pasándose una mano por el pelo, lo que le hacía ver tremendamente atractivo. Una lástima que tuviera diez años más que yo. Me froté los ojos cuidadosamente y fruncí el ceño al ver cómo retorcía sus manos mirándome seriamente.

—¿Cómo te encuentras? – preguntó levantándose y cruzándose de brazos. Asentí lentamente, sentándome en la cama.

—Las he pasado peores – Reagan miró mis muñecas y se arrodilló frente a mi, observando los futuros maratones, aunque ya comenzaban a verse los dedos de John en ellas.

—Intenta mantenerte viva para cuando lleguemos a La Grita, no queremos que nos descubran antes de tiempo...

—¿Qué pasará con Jonathan? – pregunté con cierto temor. Recordé que cuando me presentó advirtió de las consecuencias de haberme tocado o simplemente dañado. La mirada de Reagan se ensombreció de tal manera que me obligué a mantener mi pulso intacto debido al pavor que estaba pasando. Ahora comprendía  por qué todos le respetaban, aunque tenía el presentimiento de que era más bien temor. El capitán agachó la mirada un momento y cogió mi mano, apretándola como si quisiera infundirme valor.

—El destino para los que desobedecen las órdenes de un capitán son muy variados, dependiendo de la gravedad. Si un subordinado se niega a luchar durante un combate, se quedará sin su parte del botín conseguido, si crea un motín será pasado por la quilla, eso es un castigo relativamente suave para lo que es un motín, espero que nunca lo veas – asentí de manera automática y esperé a que continuara, sintiendo el calor de las manos de Reagan con las mías – Si un subordinado roba comida o desacata una orden directa como la de no ponerte una mano encima, su destino es quizás el más cruel de todos...

—¿Cual es? – miró mis manos y extendió una mano, rozando mi mejilla y alzando mi mentón. El pulso me temblaba y la respiración comenzaba a cortarse mientras le sostenía la mirada. Después de unos segundos, se separó de mi y se volvió a pasar la mano por el cabello.

—El castigo es dejarle en una isla o islote abandonado, sin comida ni agua y con una pistola con una sola bala... – miré a Reagan. Eso era demasiado cruel. Bajé la cabeza y retorcí mis dedos, pensando el el destino de John. No sé si duraría demasiado en una isla abandonada, y eso añadiéndole que tenía un arma con solo una bala. Supongo que después de un tiempo, sopesaría la idea de acabar con su vida, terminar con el sufrimiento de no saber qué habría pasado si sus padres no lo hubieran repudiado, si me hubiera dejado en paz... pero él tendría un destino peor que el de cualquiera.

—¿Y no puedes devolverle a Puerto Plata? En el fondo es un buen chico seguro que...

—Mi obligación como capitán es hacer cumplir el código pirata. Además, si le perdono el castigo la tripulación comenzará a hablar y a pensar que me he vuelto blando, o comenzará a tomarse libertades. Pondría en entredicho mi autoridad – se volvió a agachar y yo llevé mi mano a mi frente, quitándome el reciente sudor – Lo siento mucho, Caris. No dudo que sea un buen chico, pero es mi obligación, debo cumplir con mi deber aunque lo deteste – negó con la cabeza y acunó mi mejilla, mirándome a los ojos – Hablaré con David sobre mi decisión, pero es poco probable que su destino mejore – asentí conforme a lo que me decía, de todos modos, tampoco podía hacer nada por salvarle de esta situación.

—Siento que haya pasado todo esto... – murmuré cogiendo un mechón de mi cabello con cuidado.

—No ha sido culpa tuya, Caris.

—Pero pudo acabar de otra manera... – dije levantando la cabeza con brusquedad – Si me hubiera defendido, al menos podría haberle dejado claro que ya no podía atemorizarme ni él ni su familia. Pero me quedé quieta, no luché por salir de ahí. Y ahora morirá en una isla solo...

—No puedes culparte de sus acciones. Si te hubieras defendido, te habría estado rondando para un segundo ataque, yo no lo habría sabido y tú sufrirías en silencio. Cuando doy una orden espero que se cumpla, y más viniendo de él. Ya no solo por una deuda como la de salvarle el culo, sino por respeto; creo que no pido tanto, ¿no? Simplemente que me obedeciera por cinco años – explicó, intentando guardar paciencia.

—¿Y por qué me siento así? – hundió el entrecejo – ¿Por qué tengo la sensación de que le llevé a la muerte? ¿Por qué sufre por el simple hecho de haberme salvado de la esclavitud? – negó con la cabeza y apoyó su frente en la mía, cerrando los ojos, respirando con lentitud.

—¿Sientes lástima o rabia por no demostrar lo que sabes hacer? – preguntó de repente – Si esto lo dices por ti, estoy completamente...

—No se trata de eso, Reagan. Tengo conciencia, aunque también sienta rabia conmigo misma – contesté de manera firme – Esto no solo trata de mi – Black asintió.

—Dejaré que hables con él en el calabozo durante un rato, ¿de acuerdo? – asentí, cerrando los ojos como él. Llevé mis manos involuntariamente a su nuca y suspiré, toda esta situación me tenía completamente sobrepasada. Reagan acunó mis mejillas unos instantes más antes de separarse lentamente, mirándome a los ojos fijamente.

Y yo sigo diciendo que aquel hombre tenía el alma en los ojos...

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