Sentía mi cuerpo horriblemente pesado. Me costaba respirar mientras estaba ahí encerrada, no porque los calabozos fueran pequeños, todo lo contrario. Eran grandes pero ahí olía horriblemente a alcohol, sangre y moho. Era un sitio realmente asqueroso en el que no quisiera estar nunca, pero aquel maldito pirata me había encerrado aquí. ¿A costa de qué? ¿Que solo me defendía? ¿Que era la única superviviente de un asalto a un barco lleno de gente honrada?
—Una mujer de tres patas maté, con una gallina y conejo al revés. Iba danzando con putas detrás, a millones de hombres quería matar... – y ese era el pirata medio loco que tenía a una celda a la izquierda de mi. Miré al techo y por un momento me imaginé sirviendo copas en una taberna igual de mugrienta que los calabozos.
—¿Te diviertes, princesa? – miré hacia la entrada de mi celda y gruñí. En ese momento podía parecer un animal de lo asquerosa que estaba, me costaba respirar, hablar y moverme parecía una hazaña increíble comparado con pestañear.
—Agua... – supliqué con voz débil.
—Ah, no, pequeña, te la tienes que ganar – se carcajeó aquel horrible pirata. Ya no me parecía tan heroico de cuando me salvó de ese borracho. Ahora le veía como un asqueroso cabrón interesado e igual de asesino que cualquiera que se presentara por Port Royal.
—Hijo de puta... – mascullé intentando incorporarme – Solo... solo pido un poco de agua... agua... – pedí sentándome contra la pared, abrazando mis rodillas y ocultando mi rostro en ellas.
—Para necesitar agua, hablas con fluidez – asomé los ojos y él se rió – Ay, pequeña Caris... – se arrodilló ante mi y apartó el cabello de mi frente, acarició la mejilla y se alejó soltando a mi lado una pequeña cantimplora de cuero – ¿Qué hacías en ese barco? – preguntó apoyándose entre los barrotes. Yo, bebiendo agua, dejé que pasaran unos segundos antes de despegar la boquilla de mis labios y limpiarme con la muñeca, mirándole con rabia.
—Ya os lo dije, señor – me aclaré la garganta y volví a beber – Me dejaban viajar a cambio de colaborar en las tareas del barco.
—Siempre tan educada... – rió entre dientes y volvió a concentrarse en mi – ¿Sabes lo que transportaban? – negué con la cabeza repetidas veces y me acomodé poniendo la cabeza en el casco – Estuviste ahí durante al menos dos meses, ¿cómo es que no sabes lo que llevaban en la bodega de carga? – preguntó con el ceño fruncido.
—La mitad de ese tiempo lo pasé escondida entre la comida – aclaré girando la cabeza – Y cuando me descubrieron no me dejaron sobrepasar de las bodegas de provisiones, en la primera bodega, cerca del comedor – añadí volviendo a pegar un trago. Jamás en la vida una cantimplora de agua me había hecho tan feliz.
—¿En serio? – se agachó unos centímetros – ¿Por qué debería creerte? – cuestionó mirándome con una sonrisa burlesca.
—¡Una mujer de tres patas maté, con una gallina y conejo al revés! – chilló el pirata loco levantando las manos y haciendo aspavientos.
—¿Y por qué debería yo fiarme de vos? – pregunté yo esta vez frunciendo los labios y levantándome muy lentamente.
—Para empezar, sigues viva y entera. Tu seguridad está garantizada mientras estés... aquí – señaló con la mirada los calabozos, se giró hacia las otras celdas y sonrió de medio lado, agarrando con fuerza los barrotes – Debiste quedarte en tu taberna, pequeña – me miró directamente a los ojos, con burla en su voz. Gruñí apretando los puños y alcé el mentón – Aunque he de admitir que tienes agallas. No todas las chicas se meterían en el primer barco que vieran de propio pie sin ser putas o... mercancía.
ESTÁS LEYENDO
One more pirate
AdventurePROHIBIDA LA COPIA O ADAPTACIÓN. OBRA REGISTRADA. Tras quedar huérfana a los cinco años, Caris pasa parte de su infancia bajo la esclavitud en una taberna, hasta que se le presenta la oportunidad de volver a ser libre. El destino quiere que en su...