Capítulo 14

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Pasaron dos días desde aquella charla en mi camarote. Reagan se había tomado muy en serio lo que me había dicho acerca de enseñarme a bailar y la maldita etiqueta de la nobleza. Cabeza alta, hombros relajados, porte monumental... ¡llevamos los dos días en eso! ¡No quiero seguir!

Me duelen los pies, la espalda y solo quiero decirle cuatro verdades a Reagan de lo que pienso acerca del vals inglés. Me agarró más fuerte de la cintura cuando me tropecé. Podría haber aprovechado y haberle pisado tan fuerte como hubiera podido. Gruñí en voz baja y me concentré en no apretar de más su nervio en el hombro.

—Pequeña Caris, creo que es hora de hacer la vuelta final – susurró mientras hacía más fuerte el agarre de mi mano.

—No estoy lista para esa vuelta – siseé, aún enfadada por tener que hacer esto.

—Podemos aprovecharlo para causar confusión en la fiesta – le miré, aplanando mis labios. Él era casi dos cabezas más alto que yo, pero aún así le desafié con la mirada. Le pisé aprovechando que me pegaba a mi aún más y sonreí, haciendo que él se molestara.

—Ups, se me ha escapado – dije sonriendo con inocencia.

—Bueno, pues pasaremos practicando una hora más – le clavé las uñas en la mano, haciendo que me soltara – Eres una pequeña fiera, Caris...

—Y vos sois un hombre imposible.

—¿Cuándo comenzarás a tutearme?

—Cuando los cerdos tengan cuernos, sepan hablar y vuelen – sonreí y di una vuelta a su alrededor.

—Bueno... Aquí hay muchos cerdos que son cuernudos, saben hablar y, si tienes suerte, los encuentras volando entre los mástiles – sonreí pasando una mano por su cintura, haciendo que se estremeciera. En este momento, él tenía el torso desnudo, usaba unos pantalones algo raídos y unas botas algo anchas.

—Intuyo que eso os incluye, capitán... – susurré provocándolo.

—Quizás, pequeña. ¿O acaso quieres comprobar que soy un cerdo? – me detuve inmediatamente y le miré con las mejillas algo enrojecidas.

—O quizás preferiríais comprobar que el papel que teníais secretamente guardado detrás del pantalón siga en su sitio... – Reagan se llevó una mano a la parte trasera del pantalón y palideció. Palpó unos segundos y comenzó a reír entre dientes acercándose a mi muy lentamente. Retrocedí por inercia hasta que decidí plantarle cara – También podríais verificar que las monedas extras sigan ahí.

—Un día de estos me volverás loco, Caris – sonreí desafiante y extendí el papel junto a dos o tres monedas en mis mano.

—Quizás es que ya estáis loco y no sabéis diferenciar la locura de la cordura.

—Puede ser...

Me giré y comencé a caminar hacia el camarote de Derek cuando una mano atrapó mi muñeca y me arrastró hacia un rincón oscuro del pasillo. El corazón comenzó a palpitar con fuerza mientras aquel hombre me apretada con fuerza la muñeca y tapaba mi boca poniendo una rodilla entre mis piernas. Instintivamente comencé a temblar.

—¿Se puede saber qué es lo que te traes entre manos?

—No planeo nada, y en todo caso no sería de tu importancia – gruñí intentando apartarme, golpeando el pecho de Jonathan para poner algo de distancia, a lo que Jonathan me pegó más a él – Suéltame, idiota.

—¿Crees que estando aquí podrías resolver la mierda de vida que tienes?

—¡Déjame en paz! – grité haciendo acopio de todas mis fuerzas.

—¿Quieres saber lo puta que era tu madre? Tú acabarás como ella...

—Dios... Pensé que eras diferente a Grace o tu hermano... ¡Eres igual! – comenté, haciendo que se enfureciera y apretara su agarre. A este se le añadió que me cogió el cabello y tiró de él con furia, hice una mueca de dolor, quejándome sin chillar. Lo menos que quería ahora era llamar la atención.

—¿Y qué harás? ¿Te tirarás al capitán? ¿Por qué no te compartes un poco? – se acercó peligrosamente a mi, intentando besarme.

—Por favor... Déjame... – gimoteé, apartando la cara hasta que, con la mano con la que me agarraba el pelo, cogió mi mentón.

—Estamos a solas y nadie podrá oírte... – me aprisionó los brazos y pegó nuestros cuerpos a una pared. Puso sus labios sobre los míos e intentó hacer un íntimo recorrido con su mano.

Me removí, pegué patadas, si manotazos y eso solo hacía que ejerciera más presión. Llevó una mano a mis pechos y apretó, haciendo que me enfureciera. Volví la cara y le di un cabezazo, consiguiendo que se separara un poco de mi, lo suficiente para poder darle un pisotón en la espinilla; apenas pasaron unos segundos cuando una mano se cernió sobre el hombro de Jonathan, separándolo de mi tan lejos como se pudo. Reagan Black acudió en mi ayuda de nuevo, con Jack por detrás con una enorme sartén en sus manos con la que golpeó la cabeza del grumete, dejándole casi inconsciente.

Reagan me abrazó mientras temblaba. Había tenido un miedo horrible a que Jonathan me hiciera algo. Jamás me lo habría esperado de él. Ese no era el chico que me había salvado. Jack le cogió del cabello y le arrastró hasta lo que supongo eran los calabozos. No sé, quizás lo llevó a la cocina, allí uno se asfixia del calor. Me separé de Reagan después de unos segundos y él me inspeccionó lentamente hasta dar con que parte de mi escote estaba rasgado. Me sentí algo expuesta a él, aunque yo me fijé más en mis muñecas para intentar desviar la atención de esa parte de mi anatomía.

—Gr-gracias Reagan... – murmuré tímidamente, llevando mis brazos a mis hombros, dándome calor.

—Al fin me tuteas, Caris – reímos entre dientes y yo le miré a los ojos. Tenía una chispa especial en ellos que hacía que la boca se me secara. Sus ojos eran tan profundos como el mar y tan fríos como el hielo, aunque a veces se llenaban de calidez, lo que hacía el que me calentara el pecho. Él creo que nunca era cariñoso a excepción de su hijo, lo que hacía que me hinchara de orgullo por saber que, al menos, me tenía en alta estima.

—Ya es la segunda vez que me salvas... no sé cómo podría agradecértelo – algo en su mirada se oscureció, algo que no supe descifrar. Sonrió, tragó saliva y asintió un poco ido.

—Tercera si cuentas el naufragio – negué con la cabeza sonriendo y me aproximé a salir de aquel rincón del pasillo – Descansa un poco, Derek terminará las clases en un rato, dejaré que pases un rato con él – comencé a caminar con la mirada algo baja, pero antes de poder avanzar más, Reagan me acarició el brazo suavemente, me detuve y le miré – Hoy cenarás con nosotros, ¿estás de acuerdo?

Asentí, sin saber demasiado bien qué otra opción tenía. Ese hombre era extraño, y más lo eran los momentos que estábamos a solas. Decidí hacerle caso e ir a tumbarme un rato a la litera, quizás así me calmaría lo suficiente para la cena que compartiríamos con Derek.

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