1. Loco

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Ángel

Se había casado, justo después de hacer el amor conmigo y decir que me amaba.

Esa niña estaba loca...

Jamás debí permitirme sentir tanto, no por ella. Todo este tiempo estuve jugando con fuego, toda mi vida era así, y cuando llegó ella decidí bañarme en gasolina y dejar que el fuego ardiera hasta consumirme.

No podía entender sus razones por más que trataba; un día me amaba y al siguiente se casaba con un idiota y francamente su filosofía de hacer lo correcto no había sido aplicada de manera correcta.

Ni siquiera estuvo cerca.

¿Cómo podía alguien casarse frente a la persona que se ama?

Me senté frente al escritorio completamente derrotado. De todo lo que podía perder tenía que ser a ella. Aceptaba la parte de culpa que me correspondía; sin embargo, ella parecía no haber escuchado nada de lo que dije.

En cualquier momento iba a perder la razón e iría a buscarla, sin importarme lo mucho que ella se rehusara, oh y a ese...

―¿Estás bien? ― La voz de Rebeca resonó por la habitación.

―Sí, sólo es un caso difícil― se sentó frente a mí.

―Te conozco desde hace mucho. Es por la chica, ¿cierto?

―No― acarició su vientre abultado como si se tratara de una bola de cristal; una en donde estuvieran todas las respuestas para el futuro―, ella fue un desliz.

―Una vez te vi casi igual por otra mujer― reí secamente―, y si no mal recuerdo luchaste por ella hasta que casi pierdes la cabeza.

―¿A dónde quieres llegar con eso, Rebeca?

―A que deberías ver lo que tienes en frente ―se levantó y se acercó a mí―, esta es tu familia. Ella está comenzando la suya, déjala ir.

Sus labios se pegaron a mi boca y correspondí, dejando que el deseo tomara el control.

Si seguía pensando un segundo más en Lenna terminaría volviéndome por completo loco.



Dos meses después

Mis hijos estaban sentados frente a la televisión en absoluto silencio, aunque ninguno parecía estar poniendo atención en realidad.

―Jamás los había visto tan callados― me acerqué sin hacer ruido.

Ambos giraron dándome una mirada seria, era más que obvio que algo se había roto en la relación entre los tres. Una pieza elemental faltaba para que pudiéramos funcionar a la perfección.

―Es porque no queremos hablar― Joshua había dejado de ser un niño introvertido desde que Lenna apareció en su vida―, queremos pensar en silencio.

Mattew se limitó a asentir. Tuve que reprimir una carcajada ante su seriedad,  es decir tenían siete años y ya actuaban como adultos.

―¿Quieren hablarlo? ― negaron con la cabeza.

―Es un secreto.

―¿Suyo? ―elevé las cejas sorprendido.

―No, papá ―tomé el mando de la televisión dando por terminada la plática. Si no podía obligarlos a hablar, al menos podía hacer que volvieran las constantes quejas de mis hijos.

Opté por el canal de economía, a sabiendas de lo mucho que les enfadaba no entender nada. Cuando me di por vencido y estaba por retirarme al estudio noté como algo, una palabra, llamaba la atención... Y la mía.

Las empresas Rossetti y Abbott, líderes en la industria biotecnológica y armamentista respectivamente, han forjado una importante alianza gracias al matrimonio de los herederos de estas: Lenna Abbott y Adrián Rossetti.

Los niños se pegaron a la televisión cuando una foto de Lenna apareció, por un momento me vi tentado a imitarlos.

El matrimonio le sentaba bien... aunque estaría mejor conmigo. No podía quitar el resentimiento que sentía hacia ella por mucho que lo intentara.

Esta semana la feliz pareja ha asistido a un evento de caridad con el fin de recaudar fondos para las personas en situación de calle y pobreza extrema.

Esta vez apareció una foto de ellos abrazados y mirándose el uno al otro como si nada más existiera.

La mirada de Lenna brillaba al verlo.

En la subasta que se llevó a cabo...

La voz de la periodista se vio opacada por la imagen en pantalla. La furia se apoderó de mí en cuanto una foto de ellos besándose llenó la pantalla.

Mis puños se cerraron. Estaba a punto de hacerle otro hoyo a la pared de mi oficina.

―Es hora de dormir― la voz de Rebeca sonaba segura.

Los niños la ignoraron como siempre.

―Joshua, Mattew― ambos despertaron de su trance― su madre les dio una orden.

Se levantaron y fueron a su habitación sin darle siquiera una mirada.

―No los entiendo― Rebeca soltó frustrada―, trato de pasar más tiempo con ellos y... nunca parecen estar dispuestos a cooperar.

―Prefieren a Lenna― solté sin pensar. Aún tenía la imagen de ella con el idiota de su marido.

―Ella no los trajo a este mundo― su coraje era evidente―. Yo fui la que sacrificó su figura por ellos― Me costaba mucho entender su molestia, después de todo nadie la había obligado a irse.

―Pero tú los dejaste― Tomé el control del televisor y congelé la imagen en la pantalla en un acto de puro masoquismo―, ella nunca ha intentado apartarlos. A ella no le estorban.

Su mirada furibunda fue reemplazada por una de dolor.

La misma mirada que tuvo cuando los gemelos estaban por nacer.

Corrí por las cosas cuidadosamente ordenadas en un rincón de la sala. Esta vez estábamos preparados para traer a un bebé nuevo a casa.

Mi hija estaba por nacer, otra razón más para no rendirme.

Tenía cosas por las que luchar. 

Cosas por las que no me iba a rendir tan fácilmente. Tarde o temprano todo estaría en su lugar.

Ecos de amor (#2 PeR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora