Lenna
Hay momentos en la vida por los que lo vale todo. Si un tiempo atrás alguien me hubiera dicho que llegaría a sentir algo tan grande, tan inmenso y maravillosamente inexplicable como lo que sentía por Ángel Ivashkov hubiera terminado en el suelo partiéndome de risa. Después de Vladimir mi concepto acerca del amor no era más que un montón de blasfemias y maldiciones.
Hoy, un tiempo después de aquella pesadilla, y con el hombre de mi vida durmiendo con una sonrisa a mí lado me daba cuenta de lo afortunada que era. Recordaba una frase de alguno de mis libros «Las personas tienen suerte si encuentran un gran amor en su vida. Tú has encontrado dos»
Hacia lo que se me antojaba una eternidad dormía junto a un hombre maravilloso que nunca se cansaba de mis incesantes parloteos, tampoco del mal humor que parecía asediarme todo el tiempo. Tanto Adrián como Ángel habían hecho de mi vida algo único y maravilloso de vivir.
Ángel se movió y con un brazo tiró de mí hacia su pecho.
—¿En qué piensas? —su voz sale ronca a causa del sueño.
—En Adrián, en ti... En mí— planta un beso en mi cabeza esperando que continúe —Me siento afortunada por haberlos conocido... dicen que no se puede amar a dos personas pero yo lo hice, tal vez no con la misma intensidad pero lo hice.
—Te entiendo. —esta vez recarga su peso sobre uno de sus brazos— Me gustaría decirte que él es un idiota y que sólo fue cariño, princesa, pero yo pude ver en primera fila como lo logró. Llegaste a amarle de verdad.
Acaricié su mejilla con ternura y me pegué más a su cuerpo.
—¿Cómo es que puedes hablar conmigo de algo tan serio a las tres de la mañana? —dije quitándole seriedad al silencio que se instaló entre nosotros como cada vez que Adrián estaba en nuestras pláticas.
—Eso es porque cualquier cosa que tenga que ver contigo me interesa —sus labios se posaron suavemente sobre los míos—. Además necesitas esa energía para comenzar a planear nuestra boda— aún con la escasa luz que se filtra por la ventana puedo ver sus ojos azules resplandecer ante la idea.
—Bueno, en ese caso tenemos que dormir porque nos espera un día largo.
—¿Qué te parece este? —Ángel señaló la fotografía de un pastel gigantesco con detalles rojos y dorados.
—Me parece precioso— admití.
Ambos estábamos poniendo empeño en nuestra boda y teníamos esa sonrisa que se dan las personas en las películas románticas.
Los días pasaron y lo que era solo una idea comenzó a tomar forma. Cuando le propuse casarnos el 16 de mayo Ángel se negó en rotundo diciendo algo acerca de que en Rusia ese mes se considera de mala suerte y que ya había sido bastante difícil convencerme; por ello el 10 de junio nos pareció la fecha ideal: ni muy pronto, ni muy lejos.
Decidirnos por las argollas fue difícil. Aunque había modelos preciosos no lográbamos encontrar algo que captara lo maravilloso que era esto para nosotros. Al final, sabiendo el gusto exquisito que él tenía en cuanto a joyería dejé el trabajo en sus manos.
Los días pasaron. El invierno se volvió primavera. La lluvia fue reemplazada por calor. Y el día llegó.
La casa se volvió un caos lleno de gente corriendo y dando órdenes de un lado a otro. Esta vez Hanna sólo había hecho acto de presencia como mi dama de honor por lo que no había parado de quejarse ni un momento.
Observé a Zoe y a Sophie vestidas a juego observar el movimiento en la casa y quedar maravilladas con los arreglos florales haciendo preciosos gestos ante ellos.
Matt y Josh se habían perdido con su papá y en algún momento me pareció escucharlos amenazarlo con armar una trifulca si daba un paso más hacia mí antes de la boda.
Observé el maquillaje que era mucho menos natural de lo que había sugerido la maquillista, pero que se sentía como yo. El negro bordeaba mis ojos y mis labios estaban teñidos de carmín tal y como cuando conocí al que en un par de horas sería mi marido.
El vestido blanco tenía detalles en dorado que le daban vida y aunque había insistido en que tuviera algo en rojo el diseñador se negó diciendo que eso iría contra lo que le había planteado y era un atentado para terminar con su carrera.
No vi el vestido terminado sino hasta ese instante y robó mi respiración.
Cuando estuve lista todo el mundo salió dejándome sumida en mis pensamientos. Cerré los ojos y me imaginé a papá y mamá aquí diciendo una infinidad de cosas que me harían llorar a pesar de haber estado en la misma situación antes. Imaginé sus brazos rodeándome y aquella sensación de serenidad que venía con ellos.
Escuché la puerta abrir y cerrarse.
—Te ves preciosa— abrí los ojos al escucharlo.
—Adrián —intenté sonreír, pero sus palabras aún dolían.
—No creíste que faltaría a tu gran día, ¿o sí? —me regaló aquella sonrisa ladeada que hacia tanto no veía.
—Jamás te perderías la oportunidad de verme tropezar— di unos pasos hacia él mientras lo observaba de pies a cabeza.
Seguía conservando la barba y su cabello estaba un poco más largo; vestía jeans y una playera negra de manga larga. Sabía que no se quedaría mucho tiempo.
—Por supuesto que no— acortó la poca distancia y me abrazó. Sentí una carga que no sabía que llevaba en el pecho desaparecer —No sabes lo orgulloso que me siento de ti. No quería decir aquello que dije, nena. Yo sólo quiero verte feliz y no hay nadie que haga ese trabajo como el idiota de Ivashkov— Sonreí mientras las lágrimas surcaban mis mejillas.
—Pude haberme quedado a tu lado.
—Lo sé, pero no es la vida que te mereces después de todo lo que ha pasado. Mereces una vida llena de eso que los niños y Ángel te ofrecen, Lenna, no sacrifiques tu felicidad por lo que se supone que deberías hacer. Eso se terminó para ti.
—¿Qué hay de ti? —sentí sus hombros bajar.
—Yo estaré bien. Tengo a Zoe, a mis padres, un buen trabajo y estoy seguro que habrá muchas señoritas vueltas locas por mí intentando atraparme, incluso sé que estarás allí si te necesito.
—Aunque seas un dolor constante en el trasero —Me separé de él y limpié las lágrimas.
La puerta se abrió y mi hermano apareció enfundado en un traje a la medida y la sonrisa más grande que fue capaz de dar.
—Vamos, Romeo, si no la convenciste de huir a Hong Kong es momento de sacar tu trasero de aquí.
Le di una mirada a Adrián.
—Ve, nena, y haz miserablemente feliz a ese hombre el resto de su vida —dejó un beso en mi frente y salió.
Sonreí a la puerta sabiendo que no lo vería durante un largo tiempo mientras su corazón sanaba.
—¿Lista hermanita? —Jamie me rodeó con sus brazos en un gesto silenciosamente consolador.
Suspiré e intenté borrar la sensación agridulce que se había instalado en mi pecho. Dejaba ir a Adrián para que ambos tuviéramos la oportunidad de comenzar de nuevo.
—Más que nunca— tomé el brazo que mi hermano me ofrecía y sonreí.
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Ecos de amor (#2 PeR)
ChickLitHistoria ganadora de Wattys 2016 en la categoría Lecturas Voraces La vida ha cambiado para Lenna, la vida de casada resulta ser más difícil de lo que creyó; aun así todo parece ir bien hasta que decide volver a la escuela de leyes en donde se encue...