33. Me arrepiento.

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Lenna

Despertar con los brazos de Ángel rodeándome era algo que había extrañado. Desde que todo esto comenzó creí que nunca iba a despertar entre sus brazos con solo la  preocupación  de pensar que desayunaríamos.

La luz del Sol aún era débil y para ser honesta no deseaba dejar de sentir el calor que emanaba de mi ángel, así que simplemente me quedé allí observándolo e intentando convencerme de que esto era mi realidad.

Recapitulé cada segundo de los últimos tres años, reviví cada momento que me había traído hasta donde estaba justo ahora. Las personas siempre solemos decir que no cambiaríamos nada del pasado, creo haberlo repetido más veces de las que debería, y aunque desearía no haber vivido el episodio de Vladimir, o el hecho de ver la muerte de mi familia, inclusive el ver a Claude morir, si todo me había traído a este instante entonces pasaría por todo de nuevo.

Nuestro amor era real y había soportado demasiadas pruebas como para dejarlo ir de nuevo.

Cuando escuché el televisor encenderse supe que esa era mi señal para levantarme, los niños no tardarían en venir y esta escena no era apta para ellos. Besé la mejilla de Ángel y obtuve una sonrisa adormilada en respuesta.

—Hace mucho no dormía tan bien —me llevó a su pecho— ¿No es un sueño, verdad?

—Por supuesto que no, —besé sus labios varias veces— ya no es solo un sueño.

—¡Yo quiero cereal! —gritó Matt sonriendo como siempre.

—¡Yo también! —Josh se veía mucho más animado ahora de lo que había estado hacia poco. Aún era difícil sacarlo por completo de su aislamiento, pero supongo que era algo suyo.

Sophie y Zo balbuceaban y reían juntas mientras una gateaba detrás de la otra.

El sonido del timbre me sacó del trance en que me tenían los niños.

—¿Lenna Abbott? —dos hombres con trajes a medida me observaban con seriedad.

—Soy yo —cerré la puerta detrás mío.

—Venimos de parte del señor Adrián Rossetti, traemos una notificación del juzgado.

Tomé el sobre y lo abrí con torpeza. Mis ojos se detuvieron en «Divorcio necesario» para después pasar por «y asuntos relacionados con la guarda y custodia de la menor Aubrey Zoe Rossetti».

—¿Debo firmar algo?

—Aquí por favor —firmé de manera mecánica.






Observé los juzgados sintiéndome realmente pequeña, por un segundo pensé en dar marcha atrás y desaparecer; sin embargo, eso solo haría más larga esta letanía tanto para Adrián como para mí. El proceso había sido ágil en todo menos en lo que a Zoe respectaba. Sé que de haber dejado que Ángel tomara el caso todo se habría resuelto de una manera veloz. Aun así me negaba a pelear sucio después de todo Adrián, nuestro matrimonio fallido, y yo ya éramos la comidilla del mundo industrial y comenzar a echar lodo al otro no haría nada más que empeorarlo.

—¿Por qué no pudiste entregar los papeles firmados para ahorrarnos esto? —me pregunté.

—¿Lista? —mi abogada se paró a mi lado —ha sido un proceso difícil, pero a partir de hoy será una mujer libre —asentí y caminé hacia el imponente edificio. Estar divorciada no era la mayor de mis preocupaciones.

Adentro todo estaba en completo silencio y mis tacones hacían más ruido del que me gustaba, el constante repiqueteo de estos contra el piso me irritaba cada vez más.

Antes de llegar a la puerta donde se daría la sentencia y firmaríamos los papeles la abogada dijo algo parecido a «Asienta a todo y firme. Entre menos hable mejor»

Clavé la vista en Adrián quien me ignoraba como cada una de las ocasiones en que nos habíamos reunido y era algo estúpido no estar furiosa con él como debería después de todo lo que dijo.

Cuando levantó la vista me dedicó aquella mueca de desprecio que tenía tiempo sin ver, casi podía jurar ver asco reflejado en su rostro. Bajé la vista sintiéndome dolida y hundida de nuevo. Adrián y yo teníamos una hija, ¿cuánto tiempo podíamos jugar a esto? ¿Cuánto tiempo duraría nuestra guerra?

Los papeles estuvieron firmados en un tiempo récord. Ambos firmamos sin vacilar.

—Respecto a la menor, —la mirada severa del juez se detuvo un instante en nosotros obviamente cansado de nuestra batalla a muerte en el tema —declaro custodia compartida.

Me levanté de un salto de mi asiento. Quería salir corriendo de allí a como diera lugar, no podía soportar esto ni un segundo más. Estreché la mano del juez y salí prácticamente corriendo mientras mi abogada decía que pronto tendría todos los papeles en las manos.

La mano de Adrián apretó mi brazo impidiéndome avanzar más.

—Suéltame, por favor.

—¿Está bien si paso a ver un rato a Zoe? —me liberó.

—Le pediré a James que la lleve a tu casa.

—¿Te acuestas con él y con Ivashkov? —hice acopio de todas mis fuerzas para no golpearlo.

—No voy a discutir, Rossetti —lo miré directamente a los ojos—, no tenemos más que hablar.

Por un segundo mi manera de hablarle lo sacó de balance. Si seguía su juego entonces esto jamás terminaría y lo conocía lo suficiente como para saber que esta era su manera de desquitarse por todo.

—No voy a disculparme por llamarte puta —mi mano impactó contra su mejilla.

—Tampoco me voy a disculpar por eso —saqué del mi bolso los anillos que él me había dado y se los arrojé—. Estoy harta de tus mierdas, si te vuelves siquiera a acercar a mí...

—Si me vuelvo a acercar a ti será porque tengo ganas de follar —le supliqué con la mirada que se detuviera—, porque follas mejor que nadie —sonrió con amargura— es una pena que te regales de esa manera.

—¡Cierra la boca! —sentí las lágrimas calientes rodar por mis mejillas— ¡Me arrepiento de haberme enamorado de ti! No eres mejor que él.

»Lo que tu tío hizo no duele ni la mitad porque a él nunca lo amé. Me das lástima, Adrián.

Di media vuelta dejándolo sorprendido y caminé sin ver atrás.

Camino a casa derramé y sequé lágrimas por igual, cuando estuve frente a la puerta me juré jamás volverme a acercar a él. Lo quería de una manera que incluso yo no entendía. Muy a mi pesar sabía que mi presencia le hacía más daño que bien y viceversa.

Este había sido el final de la historia de Adrián en mi vida.

Ecos de amor (#2 PeR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora