9. Que arda Troya

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Lenna

¿De verdad era tan difícil elegir y ya? En los libros la decisión era fácil desde el principio.

Por otro lado ¿qué caso tenía? Vladimir me tenía contra la espada y la pared y no iba a dejar que respirara cerca de las personas que amaba.

El recuerdo de los labios de Ángel regresó. Volver a besarlo se sentía tan... como tocar el cielo.

Mi abuela entró a la habitación en cuanto él se fue. Por la mirada que me dedicó ahora tenía mucho que explicar.

-¿Qué está pasando, Lenna?

-No sé de quién es mi hijo- su risa cálida llenó la habitación y le di una mirada de irritación-. No es cosa de risa, abu, esto me está volviendo loca.

-Lo sé, nena- alisó las arrugas invisibles de la falda -. Sólo quería saber cuánto tiempo más soportarías esto.

-Lo besé- hoy mi boca parecía querer soltar todo.

-Lo vi.

-¿Estabas espiando?- elevé una ceja.

-Llevo un par de días aquí y aún no me habías contado nada... Tenía curiosidad.

Comencé a jugar nerviosamente con el anillo en mi dedo.

-No te puedo ayudar o elegir por ti qué hacer, esto lo debes decidir sola, lo que sí puedo hacer es decir que: puedes amarlos a los dos, y ellos a ti, pero recuerda que, al final del día, tú solo tienes un corazón.

Cuando era pequeña mi abuela siempre solía decir cosas como esas y hasta el día de hoy no había entendido la verdad en sus palabras.

Sin importar lo que eligiera alguno, o tal vez los tres, resultaría herido.

Un par de horas después Adrián volvió a casa. Después de semanas de ser ignorada al saludarle cuando entró a la habitación simplemente seguí con la vista fija en el libro del día.

Ya estaba harta de la autocompasión y la culpa por lo que había hecho.

Sentí la mirada dura de mi marido fija en mí y decidí ignorarla. Sé que había fallado, pero no por eso iba a dejar que me siguiera humillando y tratando como si fuera algo asqueroso pegado en la suela de su zapato.

Se quitó la ropa y se metió a la cama. El olor a alcohol y perfume barato revolvieron mi estómago y no pude hacer más que correr al baño.

¿Me dolía? Como si me hubieran apuñalado el corazón mil veces.

Mi estómago se detuvo cuando estuvo completamente vacío. Mojé mi cara con agua helada y lavé mis dientes. Dejé la pasta abierta como de costumbre, justo antes de salir regresé para taparla recordando lo mucho que Adrián lo odiaba; finalmente salí a por mí almohada y una cobija.

Me rehusaba a dormir con él, ambos podíamos jugar este juego.

Si no quería que esto funcionara yo iba a dejar todos mis esfuerzos de lado.

-Imbécil- susurré haciendo que girara.

Sus ojos estaban completamente rojos y el hedor a alcohol y perfume barato era insoportable.

-¿A dónde vas?- sí, en definitiva estaba completamente borracho- ¿no vas a dormir conmigo?

-¡Que te den!- dejé que la furia se apoderara de mí- ¡Eres un jodido idiota!

Salí de la habitación dando un portazo. Segundos después la puerta se volvió a abrir y escuché los pasos rápidos de Adrián acercarse, la caída de un jarrón me avisó que él no sería un problema durante unos segundos.

Ecos de amor (#2 PeR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora